Y Morante juntó el cielo con la tierra, como Ferrera, de otro modo, un capítulo antes. Fue el sevillano el autor de la faena más pura, donde todas las tauromaquias añejas sobrevolaban a compás sobre el ruedo de Alicante. Los Gallo, Joselito y Rafael, resucitaban en su muleta. Bienaventurados los ojos que lo vieron y emprendieron el viaje a otro tiempo por el camino de los clásicos.
La obra imperecedera fue con el buen quinto, mejor en sus manos. Abrió la senda de la torería con ayudados por alto. Para paladear despacio. Qué comienzo. Y lo que vino después. Aquello no eran pases, aquello eran caricias de las que calan, con la difícil sencillez de la pureza. Brotaron naturales al...
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