¿Cómo se ha vivido el Mundial en las calles de Alemania?
Hace unos días veíamos imágenes de cómo los aficionados árabes celebraron la eliminación de Alemania. Mofas y burlas tras el fracaso de uno de los países más críticos con este Mundial. Algo que, por otra parte, nunca ha parecido importarles: El ambiente en Berlín, Hamburgo o Colonia siempre fue más navideño que futbolístico en estas últimas semanas.
LA IDENTIFICACIÓN CON LOS CLUBES, MÁS ARRAIGADA QUE LA SELECCIÓN
Alemania es un país tradicionalmente menos volcado con la selección nacional que otros. No se entiende el patriotismo como, por ejemplo, en Argentina y su anhelo de la gloria que un día les hizo saborear un genio de nombre Diego Armando. Tampoco es comparable al orgullo de Italia, llevado al borde de las lágrimas y de los gritos a pleno pulmón mientras suena su himno antes de un partido. Y mucho menos se puede equiparar con lo que significa la Copa del Mundo para un brasileño, que falto de buenas noticias, siente que cada cuatro años vuelve a ser la más grande y le toca corresponder.
Esto no quiere decir que en el país germano no se viva el fútbol. Qué les voy a contar. Es posiblemente uno de los países, por no decir el que más, donde la relación club-aficionado es más estrecha y especial. Sin embargo, es algo mucho más palpable, como digo, en el fútbol de clubes. Ahí se siente una identificación con unos valores deportivos, sociales e históricos más arraigada que en la selección, más allá de momentos puntuales como el Mundial de 1990, que supuso el colofón a la reunificación de un país dividido por un muro.
¿Cómo se ha vivido el Mundial en las calles de Alemania? ¿El factor Qatar condicionó?
A todo esto hay que sumarle el factor Qatar. Los anfitriones se han volcado con el fútbol como medio para abrirse al mundo comercial y mediáticamente en los últimos años. Todo ello en consonancia con un crecimiento económico fulgurante. Un proceso que ha ido mucho más rápido que su evolución en temas sociales, lo que ha tenido una fuerte oposición del mundo occidental, encabezada por Alemania: Los ayuntamientos no habilitaron ningún espacio para ver los partidos en pantalla gigante. Los clubes, tampoco sus estadios. Cero fútbol, cero Qatar.
Y es que lo cierto es que los medios de comunicación lograron que no se hablase de fútbol durante este mes. Críticas a la FIFA por la elección de esta sede hace doce años. También a Qatar por sus controvertidas declaraciones sobre los homosexuales o las condiciones laborales de los obreros que construyeron los estadios. Y, por si fuera poco, a la propia selección por no llevar el brazalete multicolor de One Love aunque lo prohibiera la FIFA.
Los jugadores asistían incrédulos a un espectáculo que ahora les salpicaba a ellos. Algunos les pedían que no se presentasen a la cita para así boicotearla. Ante esto, diferentes referentes del vestuario argumentaban en rueda de prensa que aunque no estén de acuerdo con jugar en un país así, tampoco iban a renunciar al sueño de toda una vida. Pero esto no fue suficiente para una opinión pública que se negaba a llenar los Public Viewing, si es que hubo alguno, y que no quería ceder lo más mínimo ante el país anfitrión.
Claro que los hay que no han fallado a su cita con la Nationalmannschaft. Al fin y al cabo, es el evento deportivo de más audiencia a nivel mundial y el apasionado del fútbol lo sabe. De hecho, la audiencia en el resto de países ha batido récords. Pero el castigo del público alemán a la elección de Qatar y su falta de compromiso con los derechos humanos ha sido un hecho. Por ello, Qatar 2022 pasará sin pena ni gloria en la memoria de los alemanes. Su mirada está puesta ya en la Eurocopa 2024, de la que son precisamente los organizadores. Será entonces, y no ahora, cuando el fútbol de selecciones vuelva a ser motivo de alegría en el país.