Raphael estrenó anoche en Madrid su tour 'Victoria' con infinidad de destellos especiales en un WiZink abarrotado y con el público entregado desde los primeros compases. Pa'lante rezaba la entrada, como leit motiv. Su anterior gira le sirvió servido como celebración del 60 aniversario de la carrera musical del mítico vocalista, historia viva de la canción española. Las entradas oscilaban entre los 38,50 euros de la más barata a la más VIP de 165 euros. Y todo estaba agotado. Era la primera vez que veía al gran Raphael. Y tenía la intuición de que a Raphael hay que verle al menos una vez en la vida. El concierto de anoche me lo confirmó. Sus conciertos son una auténtica exhibición de grandeza. Un aplastante ejercicio de profesionalidad. Sonaron cuatro canciones de 'Victoria', su reciente disco editado el pasado mes de noviembre: interpretaron la canción que da título al disco; 'Lo saben mis zapatos', una de esas confesiones de amor tan explosivas, que desarman; 'De tanta gente' que ilustra su gran gancho con el público; y 'A punto de besarte'. Desde aquel festival de Benidorm de 1962 que significó el arranque de su imparable carrera, Raphael ha publicado 50 discos de los que ha vendido más de 50 millones de copias en el mundo, 326 discos de Oro, 49 de Platino y el único artista de habla hispana con un disco de Uranio y ha superó en 2003 hasta una cirrosis hepática con un trasplante de hígado. Raphael ha ganado muchas batallas y conquista al gran público, a base de una profesionalidad y unas cualidades vocales indudables. Su compositor de referencia, Manuel Alejandro le compuso grandiosos himnos. Y sigue rodeándose de grandes, demostrando un arte, una profesionalidad, dignos de grandísima admiración. En directo Raphael aparece acompañado por diez músicos y tres coristas. Una banda impecable, en la que sobresale ese piano de cola, esos tres metales (saxo, trompeta, trombón), guitarras, batería y percusión, que embellecen sus clásicos. Se acerca a los ritmos disco con el clímax de 'Digan lo que digan' y 'Mi gran noche', como queriéndose acercar por momentos al universo infalible de Giorgio Moroder. Se desenvuelve estupendamente con rancheras y clásicos mexicanos como 'La Llorona', o 'Fallaste corazón', donde da muestras de hasta adonde puede llegar su poderosa voz o con el clásico de la chilena Violeta Parra 'Gracias a la vida'. Raphael cautiva con ese saber estar escénico, sus florituras y su gestualidad arrolladora. Relucen los vientos en 'Que sabe nadie', y la trompeta preside triunfal en un solo. El público aplaude entusiasmado a cada final de canción, se levanta y la ovación se prolonga. Raphael explota su maestría de manera magistral. 25 canciones y dos horas y cuarto imparables, que desatan la épica y la manera de conquistar de un cantante adorado por la gente, porque conecta con lo popular y eleva la canción española, exponiendo su épica hasta su máximo esplendor. En la recta final aparece exultante con 'Yo soy aquel', en un ritmo de disco funk; 'La canción del tamborilero' sirve como guiño navideño, y como colofón 'Escándalo' y 'Como yo te amo'. Nos confiesa que seguirá tocando siempre que pueda. Y que volverá a Madrid cada diciembre. «Te amo tanto, tanto, Madrid», confesó al acabar su concierto por todo lo alto, y nos regala una sonrisa de satisfacción, alegría y gratitud. Se despide con un gesto fraternal, busca su corazón en su camisa abierta, y nos lo envía. Raphael, sencillamente espectacular.
