Obstáculo a la posverdad
Un amigo llamó mi atención a un párrafo de La revancha de los poderosos, obra del lúcido analista de la política internacional Moisés Naím. El autor no escribe sobre una nación en particular. Por eso resulta escalofriante la precisión con que describe acontecimientos de la historia reciente en tantos países, tan disímiles por razones de idioma, cultura, geografía, organización política y otras características. Los demagogos de inclinación autoritaria identificaron, casi al mismo tiempo, las debilidades del mundo democrático y la forma de sacarles provecho en su ruta hacia el poder, no importa en cuál continente.
Hay un manual, no cabe duda, y Naím comenta su primer precepto en el párrafo en cuestión: “Los medios de comunicación constituyen uno de los mayores controles sobre las pretensiones de los que aspiran a convertirse en autócratas, por lo que domeñar a la prensa pasa a ser una prioridad fundamental. Unos medios libres no solo molestan enormemente a los dirigentes que se apoyan en el populismo, la polarización y la posverdad para gobernar, sino que son un auténtico peligro para su poder. Lo medios libres anulan su capacidad de elaborar su relato como verdad. Por eso, una relación quisquillosa y conflictiva que se vuelve hostil de manera abierta con los medios es una de las señales más claras de que un país avanza hacia la autocracia”.
Más tarde, ninguna institución se salva. La paulatina erosión de su prestigio termina convirtiéndolas en remedo de sí mismas, al servicio del hombre fuerte, pero el primer obstáculo es la prensa. Los periodistas también son la contraparte necesaria para mantener vivo el conflicto y atizar la polarización, en cuya ausencia pasan a primer plano la ineptitud, el incumplimiento de promesas, la inexistencia de programas y hasta la corrupción.
Pero la cortina de humo es apenas un beneficio secundario de la confrontación. El principal es la desaparición de las fronteras entre realidad y ficción, verdad y mentira, hechos y, según la célebre frase de una asesora de Donald Trump, “hechos alternativos”. En eso consiste la posverdad.
La discrepancia es bienvenida en el sistema democrático, pero cuando una sociedad es incapaz de ponerse de acuerdo sobre los hechos de donde parten los desacuerdos, el hombre fuerte encuentra el camino despejado para “elaborar su relato como verdad”. Entonces, sus fracasos son de otros y cualquier bagatela cobra rango de obra magna. Lo importante es huir de la realidad y en la estampida, la prensa estorba.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.