Entre los ataques del centralismo, las guerras entre Estados, las batallas intestinas entre directivas y los goles en propia puerta de sus dirigentes es un milagro que el Barça resista en pié todavía. Muy fuerte es la institución para soportar un incendio diario. Qué divertido sería que lo deportivo fuera la única preocupación deben pensar los culés. Los pagos descubiertos al exvicepresidente de los árbitros huele fatal. El conflicto de intereses es indiscutible y reprobable desde el punto de vista ético y estético. Pero todavía no se ha demostrado que el Barça “hubiera conseguido alterar fraudulentamente la competición”, pese a que algunos jueces mediáticos se hayan apresurado a dinamitar su reputación internacional y lo hayan “bajado a segunda”. Confunden deseo con realidad. El presidente Joan Laporta debería empezar a presentar querellas y convocar una rueda de prensa para explicar por qué cuadruplicó los honorarios de
Enríquez Negreira durante su primer mandato y detallar cuáles eran sus servicios. Ningún club compra árbitros declarando contratos y facturas. Al mismo tiempo, la federación debería tomar declaración de todos los colegiados para que confirmen su integridad todos esto años. Al Barça siempre le pasó factura ser “más que un club” o el “ejército desarmado de Catalunya”, definido por
Vázquez Montalbán. Las trabas que ha debido superar no han sido solo en el césped, donde tuvo que ser infinitamente superior para contrarrestar las dificultades de vivir siempre tan alejado de los órganos de poder. Allí, en la capital, está el Constitucional, la Audiencia Nacional, la Fiscalía, la Federación, los Comités, o los altavoces mediáticos más potentes. Sus dirigentes, habituales del palco del Bernabéu, conviven en un ecosistema de presiones “invisibles” que, implícitamente, les indica a quién hay que “meter mano” y adonde “no hay que mirar”. El pasaporte falso que
Slaughter dijo que le dio el Real Madrid, o los casos destapados por wikileaks: positivo por dopaje de
Sergio Ramos en la Champions de 2017 o el cobro del Real Madrid de 200 millones del fondo Providence procedente de paraísos fiscales no tuvo consecuencias. A
García lo retiraron del periodismo por denunciar la indecente recalificación de la ciudad deportiva. Lo verdaderamente escandaloso es que hayan tenido 2 años en la cárcel al presidente del Barça,
Sandro Rosell, sin haber cometido ni un delito. Por eso, cuando alguien, metido en el meollo de los árbitros, asegura que le contrataron porque “el Barcelona quería asegurarse de que no se tomaban decisiones arbitrales en su contra. Es decir, que todo fuera neutral” está reconociendo que sin control la “normalidad” del sistema era perjudicarle. Cualquier presidente del Barça podría haber declarado la guerra al “establishment” arbitral sin pruebas (se sabe que las consignas no se dejan por escrito), con las consecuencias deportivas negativas que eso conllevaría para el club, o bien mantener el “asesoramiento” del hijo del que se atribuye una supuesta capacidad de controlar “que al Barça le piten de forma neutral”. Tampoco descartemos que,
Negreira, cuya salud es muy delicada, vendiera una supuesta influencia que no tenía, como apunta Tebas. Sea lo que fuere, urge una explicación oficial.
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