Pirómanos en la escuela
Ahora que la amnistía tensa el debate político en los medios y en las calles, es un buen momento para recordar quiénes han contribuido a ampliar y alimentar el conflicto en un ámbito muy concreto: el de la lengua y la escuela. En Cataluña y en España existen diferentes visiones sobre las lenguas y la escuela, pero algunas intervenciones han inflamado un conflicto que deberíamos poder reconducir al terreno de la pedagogía y la política. Repasemos algunas de ellas.
El pasado 20 de setiembre, en un acto de presentación de su nuevo libro en el Ateneo de Madrid, Alfonso Guerra, ex vicepresidente del Gobierno y una de los padres de la Constitución, flanqueado por Felipe González, afirmó que “los niños en Cataluña no pueden hablar castellano ni en el recreo porque tienen inspectores que se lo impiden” afirmación que es rotundamente falsa.
En setiembre del 2022, en el Parlamento de Castilla y León, un diputado de Vox afirmó en un debate sobre las ayudas para comedores escolares que a los alumnos que piden clases en castellano se les niega la comida, y acompañó sus afirmaciones con la gráfica descripción de un niño solo, hambriento y marginado en la puerta del comedor mientras el resto de alumnos disfrutaba de la comida y la compañía de sus amigos.
En diciembre del 2021, Pablo Casado, entonces presidente del PP, afirmó en un acto en la Coruña que en Catalunya no se dejaba ir al lavabo a los niños que hablaban castellano y se les ponían piedras en la mochilas. Casado tuvo que responder ante el juez por estas declaraciones, pero el tribunal encontró que no eran constitutivas de delito ya que estaban amparadas por la libertad de opinión y expresión.
En octubre del 2021, en un artículo titulado 'El MHC un museo del odio', publicado en El Mundo, el exministro de Cultura socialista César Antonio Molina acusó al sistema educativo catalán de nazificar y sovietizar a sus alumnos. Ahí es nada, comparar a todo el sistema educativo catalán con la escuela nazi o la soviética.
En junio de 2022, el actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, relacionó el sistema educativo catalán con el apartheid y afirmó que los alumnos catalanes no tienen acceso al castellano en las escuelas.
Finalmente, sin mencionar la lengua catalana pero en unas declaraciones que no puedo evitar citar, en febrero de 2023, la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, comparó lo que sucede en algunas escuelas públicas con el Holocausto.
Todas estas declaraciones y otras parecidas son muy graves, por diversos motivos.
En primer lugar, porque son falsas. Ninguno de los hechos que mencionan se practican en las escuelas de Catalunya.
En segundo lugar, porque son un ataque a los maestros y equipos directivos catalanes. Los docentes catalanes tienen como prioridad el bienestar de sus alumnos; imaginar que son capaces de realizar estas prácticas es una acusación muy grave a su profesionalidad.
En tercer lugar, estas mentiras perjudican la convivencia y agrandan la brecha que separa a las sociedades catalana y española. Falsear la realidad y describir conflictos que no existen refuerza las posturas radicales y hace más difícil el diálogo. La imagen de Catalunya en el resto de España construida a partir de declaraciones como estas hace imposible una intercomprensión mutua. Mucho se ha criticado, y con razón, la imagen deformada de España creada por la propaganda independentista; lo mismo debería hacerse con la imagen deformada de Catalunya que propagan ciertos medios y políticos.
Como cargos públicos, también deberían tener un especial respeto por la verdad. Los trabajadores públicos deben ser fieles a los valores de honestidad, objetividad, interés público, neutralidad, etc. Parece que esto no se aplica a estos cargos políticos. ¿Qué le pasaría a un director de instituto o a un docente que mintieran perjudicando la convivencia en su centro?
El conflicto catalán tiene muchos responsables, y algunos de los principales son los que con sus declaraciones han echado gasolina a una situación ya de por sí compleja.
Estas declaraciones también van contra la democracia, ya que sitúan al otro, al que defiende una postura diferente, en alguien fuera de la legitimidad democrática. ¿Quién va a debatir con alguien que deja niños sin comida o les pone piedras en la mochila? La única opción con monstruos como estos es echarlos del debate y, si puede ser, de las instituciones. Convertir al otro en una caricatura que nos otorga toda la razón puede funcionar electoralmente pero es nefasto para la convivencia democrática.
Finalmente añadir que no es un debate pedagógico o lingüístico. No son aportaciones para mejorar la escuela. Deberíamos ser capaces de tener un debate sobre el tema escuchando al otro y construyendo propuestas de consenso. En una sociedad y una escuela cada vez más diversas lingüísticamente y con enormes retos en muchos campos, necesitamos reforzar los consensos y defender proyectos que ayuden a los alumnos a mejorar su dominio de las lenguas y a vivir la diversidad lingüística como una riqueza.
Todas las sociedades viven un incremento de la polarización y problemas de desigualdad, inflación, salud mental y crisis climática. Necesitamos políticos capaces de defender sus propias ideas sin incrementar los conflictos. Necesitamos políticos capaces de llegar a acuerdos amplios. Necesitamos bomberos y no pirómanos. El ambiente político y mediático no parece que vaya en este camino, no obstante pienso que desde la escuela debemos seguir defendiendo el debate de ideas, la convivencia y la comprensión del otro y denunciar a los que quieren destruir todo esto por intereses electorales. No nos queda otro camino si queremos construir una sociedad realmente plural y democrática.