La crisis del dengue en Brasil, una advertencia para el mundo
En las salas de espera, pacientes yacen en silencio, susurros de dolor, pidiendo auxilio. La desesperación se palpa en la búsqueda frenética de una cama hospitalaria disponible. En la sala de emergencias, los argumentos se entrelazan en torno a las decisiones medicamentosas.
Desde los sombríos días iniciales de la pandemia de COVID-19, cuando los sistemas hospitalarios a lo largo del país se desmoronaron bajo el peso de la enfermedad, Brasil no había sido testigo de escenas tan desgarradoras. Sin embargo, en esta ocasión, no es el coronavirus el culpable que lleva a estados enteros a declarar el estado de emergencia, sino más bien, el dengue.
Esta enfermedad está devastando amplias regiones de América del Sur, donde los científicos sostienen que el aumento de las temperaturas, impulsado por el cambio climático, ha expandido el alcance territorial del mosquito transmisor del dengue y ha favorecido su proliferación.
En los primeros dos meses de este año, Paraguay ha registrado casi 100,000 casos sospechosos, superando más de cinco veces la tasa típica. Perú, inmerso en su propio brote, ha declarado emergencia en vastas zonas del país. Argentina también ha experimentado un aumento considerable de casos.
No obstante, la enfermedad ha cobrado especial virulencia en Brasil, donde los epidemiólogos anticipan que el número de casos de dengue podría ascender a millones, más del doble del récord anterior, con el potencial de causar la pérdida de miles de vidas.
Los expertos en salud pública advierten que esta crisis representa una señal de alerta para el resto del mundo. La lucha contra esta enfermedad ha ingresado a una nueva fase, impredecible y peligrosa. El dengue está infiltrándose en lugares antes inexplorados y, en aquellos donde ya hacía presencia, los casos se disparan a niveles nunca antes presenciados.
Tradicionalmente limitado a climas tropicales, el dengue ha ampliado su dominio en los últimos años, registrando un aumento de ocho veces desde el cambio de milenio en diversas partes del mundo. La transmisión local se reporta ahora en los estados más cálidos y húmedos de Estados Unidos, donde el vector de la enfermedad, el mosquito Aedes aegypti, ya se encuentra.
El año pasado, Florida documentó un récord de 178 casos de transmisión local, y California, Arizona y Texas también han identificado casos similares. Esta dinámica se replica en el sur de Europa, donde se observaron varias instancias de transmisión local el año pasado.
Los epidemiólogos advierten que esto podría ser solo el principio. En los próximos años, a medida que el cambio climático amplíe el rango del mosquito A. aegypti, la enfermedad podría volverse más prevalente, incluso endémica, en gran parte del sur de Europa y el sur de Estados Unidos.
«Los casos de dengue están aumentando a un ritmo alarmante», señaló Gabriela Paz-Bailey, especialista en dengue de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. «Estamos frente a una crisis de salud pública que está alcanzando lugares que antes no habían sido afectados».
Aunque los climas más septentrionales cuentan con ciertos factores que atenúan el riesgo, como ventanas con malla metálica, aire acondicionado generalizado y sólidas prácticas sanitarias, los expertos insisten en que la amenaza no debe subestimarse, especialmente este año. Brasil registró más de un millón de casos de dengue solo en enero y febrero, anticipándose que para fin de año el país podría llegar a sufrir 4.2 millones, superando lo registrado en toda América durante el brote récord de dengue del año pasado.
«Si bien aún no hemos presenciado una transmisión extensa en Estados Unidos, eso podría cambiar», advirtió Albert Ko, epidemiólogo de la Universidad de Yale. «Deberíamos preocuparnos de que una temporada epidémica en Brasil y el resto de América del Sur impulse la propagación y transmisión a lugares de Estados Unidos».
El aumento alarmante del dengue en Brasil ha sido constante en los últimos años. Pasaron de unos pocos cientos de miles por año a principios de la década a más de 1.4 millones en 2013, y luego a casi 1.7 millones el año pasado. Sin embargo, este año diversas fuerzas se han conjugado para desatar un brote sin precedentes.
Una ola de calor extraordinaria coincidió con El Niño, fenómeno que a menudo se vincula con una mayor dispersión del dengue, propiciando la multiplicación del mosquito A. aegypti y prolongando su vida.
«No se trata solo de la cantidad de mosquitos, sino de que vivan más tiempo», explicó Kleber Luz, coordinador de investigación de enfermedades transmitidas por A. aegypti en la Sociedad Brasileña de Epidemiología. «Incluso si es solo uno o dos días, esto impactará en el número de casos de dengue».
Posteriormente, otro factor acelerador se sumó: la circulación simultánea de los cuatro tipos de dengue. Esto redujo la protección inmunológica que las personas podrían haber tenido en un país donde el dengue ha estado presente durante mucho tiempo. «Llevo trabajando con el dengue desde 1997″, comentó Luz, «y nunca antes había visto un año en el que los cuatro estén circulando al mismo tiempo».
Felipe Naveca, epidemiólogo de la Fundación Oswaldo Cruz, institución de investigación científica brasileña, indicó que momentos como este, cuando circulan múltiples variantes del dengue, son particularmente peligrosos, ya que las personas pueden contraer la enfermedad varias veces en un período corto. Los casos probablemente seguirán siendo elevados a medida que cada variante alcance su punto máximo sucesivamente.
Complicando aún más la lucha contra el dengue en Brasil, existe una serie de dolencias sociales crónicas que el mosquito A. aegypti ha explotado durante mucho tiempo: desigualdad, pobreza, planificación urbana desorganizada y un sistema de salud pública que frecuentemente falla.
Millones de brasileños residen en comunidades irregulares y densamente pobladas, conocidas como favelas o «la periferia», a menudo fuera del alcance de los servicios gubernamentales y las infraestructuras básicas. Dada