Amaneció un domingo esplendoroso en Sevilla, el domingo que cualquier cofrade desea para el Domingo de Pasión. La última semana de la Cuaresma tiene un aroma especial, especialmente si acompaña el tiempo y uno camina bajo los parterres de los naranjos aspirando el aroma del azahar. Es muy difícil que, al pasear por Sevilla, no te acabes contagiando de esa sensación de crepitante víspera que embadurna las calles, y cuando llega la una y pides una caña en el bar, al felicitarte por la belleza de la mañana, es muy posible que se apodere de ti el influjo del pregonero: qué bendita ciudad ésta, qué maravillosa suerte tenemos, qué fresquita que ponen aquí la cerveza. A las doce de la...
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