El metano (CH4) es uno de los gases de efecto invernadero más potente desde la Revolución Industrial y a la vez es el más olvidado históricamente en las cumbres internacionales y reuniones climáticas. Los recortes siempre se centran en el CO2, pero del CH4 nada. La última COP28 de Dubái consiguió arrancar el compromiso de más de un centenar de países y una decena de empresas petroleras de reducir sus emisiones de este contaminante a finales de esta década y que es responsable de más del 30% del calentamiento global desde el siglo XVIII. Una meta final, pero que, según los firmantes, ya han dado pasos para alcanzar. Aunque, otros organismos oficiales apuntan lo contrario: «En la actualidad, las emisiones de metano implícitas en los informes de las empresas petroleras y gasistas son un 95% inferiores a las estimaciones para 2023, mientras que los niveles de emisiones notificados por los países son aproximadamente un 50% inferiores». Son palabras de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su último informe sobre el metano conocido este mes de marzo. El acuerdo de Dubái (Emiratos Árabes Unidos) en diciembre de 2023 se suma al de la cumbre de Sharm el-Sheij (Egipto) o la de Glasgow (Escocia). Pero la curva de emisiones no ha dejado de aumentar hasta alcanzar un nuevo récord el año pasado. ¿La culpa? El metano expulsado por los combustibles fósiles no da síntomas de decaimiento. La producción y el uso de combustibles fósiles generaron cerca de 120 millones de toneladas de metano emisiones en 2023, una quinta parte del total (580 millones de toneladas). «Es imperativo reducir en un 75% las emisiones de metano provenientes de combustibles fósiles para 2030 para evitar que el planeta se caliente a un nivel peligroso», señala el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol. Pero hay otro problema por resolver: las megafugas de metano. «Unas son conocidas, otras se desconocen y otras son intencionadas», advierte Luis Guanter, catedrático de Física Aplicada por la Universidad Politécnica de Valencia y Doctor en Física por la Universidad de Valencia. large Código Desktop Imagen para móvil, amp y app Código móvil Código AMP Código APP Este valenciano junto con su equipo de investigación se encargan de mirar desde más allá de dónde alcanza la vista las fugas de metano. Estas pérdidas silenciosas, sólo de la industria del petróleo, supusieron 50 millones de toneladas, según la Agencia Internacional de la Energía. Guanter es el director del grupo de Teledetección Terrestre y Atmosférica (LARS, sus siglas en inglés). «Desde 2020 empezamos a desarrollar métodos satelitales para detectar estas fugas a nivel global», explica Guanter. «Hay algunas que se dan en zonas remotas que no se tiene conocimiento de ellas», añade. Fuga detectada por un satélite. UPV La primera vez que se logró identificar un penacho desde un satélite fue en 2016. «La tecnología ha ido evolucionando», asegura este científico al otro lado del teléfono. Las fugas de metano se pueden detectar desde tierra con cámaras térmicas o desde aviones. Sin embargo, los satélites permiten controlar instalaciones terrestres y marinas y, además, hacerlo de forma rutinaria. «Por ejemplo, ahora estamos trabajando en un proyecto de un satélite que 'mira' a la Tierra cada diez minutos y lo hace a un punto concreto», destaca. Hasta ahora, el equipo de Guanter ha trabajado echando mano de satélites programados para otros menesteres como la agricultura. Sin embargo, con ellos han conseguido detectar fugas en yacimientos terrestres de Argelia o la que ocurrió en la plataforma del Golfo de México de Pemex, dónde durante 17 días se expulsaron alrededor de 40.000 toneladas de metano, según los cálculos de la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha participado también en esta investigación. Un satélite exclusivo Para cumplir con la senda de reducción de emisiones procedentes del metano, es necesario alcanzar un recorte del 75% de este gas de efecto invernadero. De momento, el 40% puede desaparecer con el control de las fugas, asegura la Agencia Internacional de la Energía. «Estas emisiones de metano procedentes de la explotación de combustibles fósiles en 2023 podrían haberse evitado sin coste neto», señalan en su último informe. Para lograrlo, los investigadores cuentan con una nueva herramienta más allá de los confines de la Tierra. La nueva plataforma satelital MethaneSAT incrementará en 50 veces la capacidad actual de vigilar las emisiones globales de metano. «Se ha financiado de manera altruista y está centrado en vigilar las emisiones de la industria de los combustibles fósiles», destaca Luis Guanter, que forma parte de la iniciativa, el Fondo de Defensa Ambiental, que ha puesto en marcha este satélite. El satélite girará alrededor de la Tierra 15 veces al día y medirá cambios en las concentraciones de metano en la atmósfera de una magnitud tan pequeña como tres partes por mil millones. Además, es capaz de identificar grandes emisiones de una sola fuente, para proporcionar una imagen completa del problema del metano, explican sus impulsores. «Ya tenemos los primeros datos de las operaciones en pruebas, pero se harán públicos en junio de 2025», avanza el investigador de la UPV. China y EEUU, los más contaminantes Según el informe, los 10 principales países emisores fueron responsables de alrededor de 80 millones de toneladas de estas emisiones, dos tercios del total mundial. Estados Unidos es el mayor emisor de gases por operaciones de petróleo y gas, muy cerca seguido de Rusia. Mientras tanto China es, con diferencia, el mayor emisor en el sector del carbón. En el caso de España, el problema está, especialmente, en los vertederos , recuerda Guanter. «Reducir las emisiones de metano de los combustibles fósiles en un 75% de aquí a 2030 requeriría un gasto de unos 170.000 millones de dólares, es decir, menos del 5% de los ingresos generados por la industria de los combustibles fósiles en 2023«, concluyó la AIE. Añaden que muchos otros países aún no cuentan con «planes detallados de implementación» para cumplir y sólo quedan seis años para llegar a 2030.