El Gobierno británico de posguerra fue incapaz de responder a los graves problemas sociales y económicos surgidos de la Gran Guerra. Los soldados que retornaban del frente no encontraban empleo en medio de la depresión económica. Los cambios imparables del comercio internacional convirtieron en obsoletas muchas de las industrias británicas tradicionales, como la minería del carbón o la textil del algodón, incapaces de competir ante la producción de países emergentes.
Las huelgas y el descontento recorrieron las principales ciudades de la metrópoli de
un Imperio que la Gran Depresión del 29 empezó a agrietar.
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