Miguel Santalices: «Mi deseo es que no se importe la crispación de otros parlamentos»

El diputado más veterano del Parlamento de Galicia fue reelegido esta semana como su presidente. Miguel Santalices (Bande, 1955) encara su octava legislatura, y por lo que se le escuchó en su toma de posesión, será la última. En su despacho, con un Quesada al fondo, el jefe del Legislativo no rehúye preguntas. —Presidente, toma de posesión con aroma a despedida. Pero la legislatura acaba de empezar. —Parece una contradicción. Es fácil de explicar. Inicio la legislatura con toda la ilusión del mundo, pero soy consciente de que es mi octava, entras en una edad donde la biología juega un papel fundamental, y uno no es eterno. Lo lógico es que con una edad razonable y un recorrido por casi todos los puestos del Parlamento, hay que plantearlo. Lo hice con toda la sinceridad y tranquilidad: creo que esta es, seguro, la última vez que voy a tomar posesión como presidente. Y es lógico. No es una despedida de irme ya, que tengo proyectos pendientes y quiero dejarlos cerrados. —¿Hay que interpretar que puede dejar el mandato a medias? —No se sabe eso. Las legislaturas son de cuatro años y puede pasar de todo. Mi intención es, por lo menos, culminar tres o cuatro cosas importantes. —¿Me contaría alguna? —Sí, sí, y todas incluso. Una es el Panteón de Gallegos Ilustres, que no es un tema pequeño. Hay un encargo del pueblo gallego al Parlamento. Nos piden que se cree una fundación y que se negocie con Iglesia, Xunta y Concello, y que ese tema se ordene. Es una cuestión muy compleja. Otro es rematar con las obras del Parlamento, un empeño de los que trabajamos aquí para hacerlo más accesible a personas con discapacidad. Hay que avanzar también en seguir haciendo al Parlamento más conocido e integrarlo más en la sociedad, y para eso se necesita incidir en los mecanismos de participación ciudadana, que son novedosos y la gente no los está utilizando. Debemos seguir fomentando las visitas a la Cámara y que conozcan el trabajo de los diputados. Y, por último, quiero consolidar de una forma definitiva que el Parlamento tenga su propia política cultural. Véase la colección de arte que tenemos, afortunadamente bien ordenada, porque la catalogamos. Hay que seguir con la difusión de ese patrimonio. Como ve, tengo trabajo. —Cuando dice abrir el Parlamento más a la ciudadanía, ¿de fondo hay un runrún para hacer más flexible el reglamento? —Ya le dimos una vuelta. Aquí el Reglamento contemplaba que, salvo diputados, nadie podía formularle preguntas al Gobierno. En la última reforma, cualquier ciudadano puede formularle una pregunta siempre que un diputado se la compre, y este está obligado a reconocer el copyright. Si una ley se está tramitando y una persona considera que puede aportar algo, puede escribirle a un ponente y hacer una propuesta. Si el diputado lo incorpora, debe reconocer el origen de la aportación. —Hágame de pitoniso. ¿Cómo prevé la legislatura? —Preveo una legislatura de debates interesantes, profundos. Algunos dicen que puede trasladarse la crispación de otros parlamentos. No tiene por qué ser así. Los gallegos nos caracterizamos por aplicar sentido común a las cosas. Los ciudadanos plantean que analicemos y pongamos sobre la mesa los temas que preocupan a la ciudadanía. No tiene por qué ser una legislatura de crispación. Somos un Parlamento que no genera estridencias. A ver, hay sus cosas, pero no hemos abierto telediarios por escándalos. Eso va a seguir siendo así. Ese es mi deseo. —¿Es impresión mía, o la etapa de mayor crispación en el Parlamento quedó afortunadamente atrás? —Quedó, quedó. Fue un momento especialmente delicado. Valoro muy positivamente que haya debates aguerridos, duros, desde ópticas muy distintas, pero siempre se trata de llegar a un acuerdo. Hablo por ejemplo de violencia machista. Todas las diputadas, magníficas, discuten de manera aguerrida, pero al final del debate siempre hay un punto de acuerdo. Me gustaría que eso se trasladase a otros ámbitos. Espero que sea una legislatura de trabajo, cada uno desde su convencimiento e idea, pero en un marco de respeto. Y si no, para eso está el presidente. —Y sin embargo hay una letanía cronificada: ya no hay debates parlamentarios como los de antes. ¿Nos puede la nostalgia? —Yo lo puedo comprar, pero no dejan de tener los debates de ahora la misma profundidad de los de antes. Cambió la forma de debatir, pero no la esencia del debate parlamentario. Antes para decir que algo no era cierto, el diputado daba treinta vueltas. Hoy el diputado te dice: «Usted miente». Directo. Mucha gente me pregunta por qué antes los diputados iban con corbata y daban otra imagen. Eso puede ser, pero no tiene que ver con el debate. Cada persona viene, guardando un decoro, como considera libremente. Eso sí ha cambiado. Cuando entré en el 97, hasta los del BNG venían con corbata. Fue una cosa que expresé una vez y que se malinterpretó. —Diputado desde 1997. Mucha política ha visto usted. Buena, mala y regular. —Pues vi de todo, pero también aquí se aprenden muchas cosas, entre ellas, a ser prudente. Un ejemplo. El 11-M, yo presidía la comisión de sanidad. Ese día teníamos comisión, y reuní a los miembros de la Mesa. Les propuse suspenderla por la tragedia, y justificarlo a través de un escrito a los medios. Empecé a redactarlo y escribí: «Ante el brutal asesinato perpetrado por la banda terrorista ETA…». Y un diputado del BNG viene y me dice: «Miguel, todavía no está claro que sea ETA, si puedes, pon algo más genérico». La redacción acabó omitiendo la autoría. Y menos mal. Me salvó ese diputado. Lo recogeré en un libro de anécdotas que estoy escribiendo. —¿En el 97, el BNG era primera fuerza en la izquierda. Ahora vuelve a serlo. La historia se repite. ¿Casualidad? —No es exactamente una casualidad, es un trasvase de fuerzas. PSOE y BNG son vasos comunicantes. Cuando uno crece, el otro baja. —Usted es de convicción galleguista. Es precisamente lo que algunos críticos echan de menos en este PP. ¿Cuál es su opinión? —No. Yo tengo mucha libertad en el partido, y creo que está muy identificado con un sentimiento galleguista. La base de ese componente está ahí. Di tú que en Orense tenemos un sentimiento un poco especial en ese sentido, y si me apuras, también yo, que vengo de una familia galleguista y cristiana, y mi padre era muy amigo de Otero Pedrayo. Pero yo insisto: me siento muy cómodo con el perfil galleguista del partido, y también el votante. Gran parte de nuestro éxito en la campaña es cuando nosotros penetramos en un sentir galleguista integrador. —El 18F, ¿usted era de los que veían segura la victoria o de los que no las tenían todas consigo? —Teníamos un gran candidato y una ilusión muy grande. Era un reto que el presidente logró inculcarnos y motivarnos. Nos trasladó la importancia de ayudarle. Si soy sincero, tuve algún momento de duda, pero cuando realmente empezamos a galleguizar la campaña, ahí me di cuenta que tendríamos éxito. Mis dos medidas para valorarlo fueron el mitin de la Plaza de Toros de Pontevedra, que estaba abarrotada; y en Orense, el cierre de campaña en Los Remedios, que era un riesgo muy grande. Desde 2009 no íbamos. Cuando vi el pabellón, sabía que ganábamos y aguantábamos los ocho diputados. Fue espectacular. —Viene usted de ser diputado electo por Orense. Las primeras elecciones sin un Baltar en la dirección provincial. Oiga, y mal no ha salido. —Orense es una provincia que vive con mucho sentimiento la moderación, el perfil galleguista y se siente identificada con el PP. Esté el presidente que esté. Lo único que tiene que hacer es ordenarnos, reconducir y mover bien todo el ejército que tenemos. Dicho esto, siempre distingo entre políticos y amigos. José Luis y Manuel Baltar son amigos y tengo una relación de mucha profundidad. Soy más del 'baltarismo' como forma de hacer política, basada en la cercanía. Un político como José Luis Baltar, que va por la calle, para con todo el mundo y le pregunta por su mujer o su hijo, que tiene todo en la cabeza, es de una cercanía ejemplar. Yo defiendo esa forma de hacer política. No entro en otros aspectos, pero ese lo aprendí y me parece una forma muy llana de llegar a la gente. —Algunos dirían que eso es la vieja política. —Pero no es la mala. Vieja puede ser, pero no creo que sea mala. Compáramela con la de hoy. —¿Qué le aconsejaría usted a Manuel Baltar, que tiene pendiente un juicio por conducir a 215 por una autovía? —Lo primero, que hay que ir más despacio. Aparte de eso, aconsejaría que acuda con la tranquilidad de que debemos creer en la Justicia. Afortunadamente. Si va convencido de lo que él y su abogado explicaron en su día, puede haber un punto en que la situación se esclarezca. Y quizás tenga un resultado positivo para él. —¿Cree que la ciudadanía entiende este tipo de comportamientos? —No los comparte. Eso se lo dije a él personalmente. Y es lógico que no se compartan los comportamientos de cierta 'excesividad'. —¿Tiene ya identificado el «estilo Rueda»? —Es un estilo muy propio, que a mí me gusta. Cuando llegó a la Presidencia, era una incógnita para nosotros. No lo conocíamos en su actual responsabilidad. Fue una sorpresa muy agradable, por la empatía que genera. En la distancia corta es una maravilla hablar con él. Y con esto no critico nada. Es una persona empática, llana, muy trabajadora. Le gusta hacer sus propios discursos y respuestas parlamentarias, que yo le veo las notas en su escaño. Eso le da una fluidez en el debate parlamentario enorme. Y me sorprendió cómo se metió en la responsabilidad de defender Galicia, y eso le dio una valentía enorme. Y tras el 18F, tendrá aún más fuerza. —Le dejo confesar si le quedó la espinita de ser conselleiro de Sanidade. —No, no. Si hubiera sido conselleiro de Sanidade, hoy no sería presidente del Parlamento, porque estaría cesado o con la dimisión sobre la mesa. No hay una consellería más compleja. Por debajo del puesto de presidente, ser conselleiro de Sanidade está en el rango más elevado. —Está aflorando mucho ruido alrededor de la compra de materiales sanitarios por las administraciones públicas durante la pandemia. ¿Dónde se fija la línea que separa la necesidad urgente de adquirir suministros del negocio de unos poco s? —Para mí no tiene cabida que en una situación de emergencia alguien pueda intentar hacer negocio. Todo el mundo tiene que plegarse, y si es necesario, entregarlos, y ya se verá cómo se puede financiar. Es de una miseria humana aprovechar un momento de debilidad para hacer negocio con eso… También te digo, sé que hay muchas empresas que han donado muchísimo material. Esos son los que hay que poner como ejemplo. No voy a entrar en el tema de comisiones porque genera mucho fango. Pero sí me quedo con el desasosiego de que alguien pueda estar pensando en hacer un negocio cuando la gente se está muriendo. Noticias Relacionadas estandar No Besteiro promete ser constructivo y Pontón pide al PPdeG no caer en el «absolutismo» J. Hierro estandar No La toma de posesión del presidente de la Xunta, el 13 de abril Pablo Pazos   —Por cierto, ¿cree que la oposición acabará por forzar una comisión de investigación sobre esta cuestión? —No lo sé, seguro que lo estarán estudiando. Es fácil anunciar. Pero antes de crear una comisión de investigación hay que ponderar muchas situaciones. Creo que el tema les deberá llevar a la reflexión.