Una escuela para la infancia con el bosque como aula: "La naturaleza les pone muchos retos a nivel físico"
Bunyola es una localidad mallorquina de la Serra de Tramuntana, una zona montañosa de gran belleza paisajística y riqueza medioambiental, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y que destaca también por su biodiversidad, especialmente relevante para la flora y la fauna autóctona. En medio de este espacio natural nació Ses Milanes, hace ya una década, un proyecto educativo autogestionado que se desarrolla en el bosque, y que acoge a niños y niñas de entre 2 y 6 años.
Entre los pilares del proyecto destacan el “acompañamiento respetuoso” (es decir, no existe la figura del profesor que imparte unos conocimientos estructurados), el juego espontáneo y el respeto a la naturaleza. “El bosque les va poniendo muchas pruebas, muchos retos, muchos límites a nivel físico y corporal”, afirma a elDiario.es Raquel, diplomada en Magisterio Infantil, y una de las educadoras (acompañantes, según se definen a sí mismas) de Ses Milanes desde hace seis años.
Sobre una de las bases, el juego espontáneo, Raquel explica que es “muy interesante e importante” que en la etapa anterior a la llegada de la educación primaria se aprenda a través de él porque así “surge el interés del niño y de la niña”. “A través del juego adquirimos mucha información sobre cómo son y qué necesitan: así les podemos acompañar durante el proceso de aprendizaje”, detalla Raquel. Así, indica, a modo de ejemplo, que no es necesario explicarles las estaciones del año porque los propios niños y niñas las viven en el bosque: saben lo que pueden comer en cada estación o qué animales aparecen en cada época del año.
El juego espontáneo como base
A través del bosque, además, aprenden sobre sus límites físicos y corporales. “Al principio, sobre todo los más pequeños, se caen mucho, pero poco a poco el tono muscular va cogiendo forma”, afirma Raquel. De este modo, si uno de ellos “quiere subirse a un árbol, pero no puede, no le ayudamos, esperamos a que el cuerpo esté preparado para que pueda hacerlo por sí mismo”. Por tanto, aprenden a escucharse, a tener conciencia de su propio cuerpo y a buscar alternativas. “Poco a poco van superando los diferentes retos”, expone.
Si algún niño quiere subirse a un árbol, pero no puede, no le ayudamos, esperamos a que el cuerpo esté preparado para que pueda hacerlo por sí mismo
Al ser un proyecto autogestionado son las propias familias las que se encargan de realizar la labor administrativa. Las caras visibles van cambiando a medida que los niños salen de la escuela. “Intentamos que el bagaje se mantenga, es decir, los pilares pedagógicos siguen, pero los responsables van cambiando constantemente”, afirma a este respecto Jorge, uno de los padres. En su caso, tanto él como su pareja estaban deseando irse de Madrid en busca de un lugar “más amable”. Tiene tres hijos: la primera, de 21 años, creció en la capital, mientras que los otros dos están viviendo su infancia en Bunyola (Mallorca).
“Lo principal, para esta edad de 2 a 6 años, es la posibilidad que tienen para desarrollarse con el medio natural directamente: eso despierta las capacidades cognitivas de una manera increíble”, asegura Jorge, cuyo hijo Agustín estuvo tres años y medio en Ses Milanes, mientras que su hija más pequeña, Marcela, acaba de entrar después de haber pasado un año en una escoleta pública del pueblo. “Aprenden todo lo que necesitan con las herramientas y posibilidades que les da el bosque”, atestigua.
Mika, una de las madres, lleva unos nueve años ligada a la escuela. Es técnica de Medio Ambiente y profesora, donde ha impartido clases en secundaria. “Me atraía mucho la idea, aunque no conociera tanto el concepto. Fuimos formándonos e investigando sobre la pedagogía y me cuadraba con mi forma de pensar y de entender el mundo”, afirma a este diario sobre el proyecto educativo autogestionado.
Su primera hija, que ahora tiene 9 años, estuvo tres años y medio en el bosque, ya que hubo un tiempo de parón debido a la pandemia de coronavirus. Su hija más pequeña lleva dos años. “Es una pasada”, asegura sobre el modelo educativo. “Lo que las hace madurar [a las niñas] es estar todo el tiempo decidiendo en qué quieren invertir su tiempo”, es decir, tienen que pensar a qué quieren jugar o qué proyecto quieren iniciar. “Eso les genera mucha autonomía y capacidad para pensar”, afirma Mika.
Las ratios bajas, uno de los pilares
Además, al ser solo una quincena de niños y niñas –que forman parte de un solo grupo– generan vínculos afectivos muy importantes. “Son como hermanos: han compartido un montón, se cuidan entre ellos y se siguen viendo, aunque tengan diferentes edades”, detalla. “Las relaciones están muy trabajadas”, sostiene. Y generan, además, un vínculo diferente con la naturaleza.
Lo que observa Jorge es que, pese a que cada niño es diferente, el bosque y la naturaleza, junto a las acompañantes, “potencia la curiosidad y las habilidades que tienen”. “Los hay que son más exploradores y se suben a los árboles; los hay que son más estudiosos y se dedican a juntar y contar piedras y otros inventan historias”, detalla. “Agustín [su hijo] cuando acabó en Ses Milanes sabía escribir y contar porque le había apetecido aprender”, comenta, y es que los libros y la lectura también forman parte de la educación si los niños y niñas muestran interés por ello. “A veces leen en grupo junto a las acompañantes”, detalla.
En estos momentos, el “equilibrio” más complicado de alcanzar, apuntan las familias, es conseguir que las trabajadoras tengan sueldos dignos a la vez que las cuotas mensuales que pagan madres y padres (al menos 350 euros al mes) puedan estar “al alcance de cualquiera”. “Siempre es una pelea intensa”, comenta Jorge. De hecho, la única escuela de este tipo que existe, en todo el territorio nacional, es El Saltamontes (Madrid), que sí está reconocida oficialmente. “Para ser una escuela lo principal que tienes que tener es un edificio. El Saltamontes tiene un edificio que le sirve para figurar”, sostiene Jorge.
Ses Milanes, en cambio, no, lo cual en la práctica supone que no puede recibir subvenciones públicas. Toda la inversión corre a cargo de los padres. “Lo más importante, para nosotros, es la ratio y la formación. Hay cuatro niños por adulto”, ejemplifica. De ahí el mérito, apunta, de haber alcanzado los 10 años de historia. “Otros proyectos similares no lo han conseguido”, lamenta. Raquel, que también tiene una amplia experiencia en la educación reglada, opina que proyectos como el de Ses Milanes son “muy importantes” para la infancia. “No digo que sean mejores ni peores, pero sí igual de válidos”, afirma. “Aquí no se reconocen mientras que en otros países son públicos: como familia puedes elegir si quieres optar a un proyecto así o no”, concluye.