Francisco : «Mi mujer es la única persona en la que confío ciegamente»
Refugiado en Godella, Valencia, «un paraíso de tranquilidad que mi mujer ha convertido en centro de operaciones porque estamos cerca de nuestros nietos », Francisco descansa entre conciertos de su gira '40 años contigo', en la que repasa los grandes éxitos de su carrera: «Con los años, la madurez te hace disfrutar más que del contacto con el público. Al fin y al cabo, la música romántica es la banda sentimental de la vida de la gente, por eso hay esa conexión». El tiempo le ha ayudado a reposar la letra de sus canciones: «Cuando cantaba al desamor no sabía lo que significada de verdad. Ahora lo he vivido y puedo expresarlo mejor». Cuatro décadas dan para mucho, para ganar el Festival de la OTI o cantar con Montserrat Caballé , pero el cantante también recuerda otros momentos que le marcaron: «Me fui a América con 22 años. Nunca había salido de España y llegué a México, fue una experiencia brutal. Tampoco olvidaré los días que fui padre, porque fueron muy emocionantes, ni las tres veces que me casé. En todos los casos lo hice muy enamorado y convencido de que sería para toda la vida». Pero el amor de su vida ha sido el último, María Francisca Ribes , con la que ha tenido dos hijos y lleva casi veinte años casado : «Ella es la única persona en el mundo en la que confío ciegamente». Le encanta ser detallista con ella y se reconoce un romántico: «Le sigo regalando flores, le dejo notas con palabras bonitas. Me gusta». Y tiene la clave para que la pareja perdure: «Al final son valores como el respeto, la lealtad, la entrega, la empatía, el amor. Pero sabiendo que cada uno tiene su rinconcito que hay que respetar». Francisco cree que es mejor abuelo que padre : «Ahora tengo tiempo para dedicar a los niños. Padre lo fui a ratos porque, con las giras y los viajes, pasaba mucho tiempo fuera y no los veía tanto como hubiera querido. Me siento orgulloso de mis hijos, son buena gente, trabajadores y respetuosos. Ahora, como abuelo, soy muy consentidor, aunque dentro de un orden. Me encanta ir con el pequeño, que está loco por hacer excursiones a la tienda de juguetes. Luego no elige los más caros sino los que le divierten. No son caprichosos, están muy bien educados». A Francisco le da paz estar en casa con su mujer y recibir la visita de su familia, hacer reuniones con todos: «Verlos a todos sentados a la mesa es la imagen de la felicidad». Y le saca de quicio la realidad política del país: «Ya no pongo las noticias porque me cabreo. No me puedo creer lo que pasa, qué poca calidad tienen nuestros políticos. Con lo que pagamos en impuestos deberíamos tener servicios de primera». Perfeccionista con su música, el cantante asume que «en la vida soy muy desordenado. Sé donde tengo las cosas, pero soy un poco desastre». También se confiesa un soñador: «Me gusta envolverme en la fantasía porque la realidad es muy cruda y a veces es mejor no ser consciente de ella. No me gusta el presente, por eso me escapo». Con sus rutinas y su vida familiar, se declara diurno: «Ya fui nocturno en mis tiempos, durante 'la movida', que me lo pasé genial. Pero fueron años de excesos en los que vi caer a muchos compañeros por culpa de la droga. Tuve la suerte de que no me gustaba, yo por entonces solo tomaba whisky, aunque hace años que no tomo bebidas de alta graduación. Ahora me cuido mucho». El niño que tuvo que hacer de padre La familia de su padre emigró de Jaén; la de su madre, de Albacete. Francisco nació en Alcoy, Alicante, pero a los 20 meses partió hacia La Vall d'Uixò, en Castellón: « Recuerdo una infancia feliz entre naranjos y animales. Era un niño tímido, pero sociable, al que le gustaba mucho jugar con los amigos en la calle, porque en aquellos tiempos apenas había coches», recuerda: «Era muy estudioso, me gustaba y ponía empeño porque soñaba con tener un futuro mejor. Veía a mi padre, que era albañil y trabajaba mucho, pero yo quería llegar más lejos». Francisco con nueve años abc El cantante se excusa porque no es su mejor fotografía: «Casi todos los recuerdos los tengo en la casa de Altea», nos explica, «pero este era yo a los nueve años. No podía imaginar que mi vida cambiaría pronto, con la muerte de mi padre. A los trece años, con cuatro hermanos y uno por llegar, me convertí en cabeza de familia y dije adiós a la infancia». No tuvo una adolescencia normal: « Me pasé esos años trabajando en el campo, en la construcción, en una fábrica de zapatos, incluso fui aprendiz en una carpintería, pero me dio miedo al ver que a muchos les faltaba un dedo por algún accidente laboral. No fui muy consciente de aquellos años, me los pasé trabajando. Me tocó hacer de padre porque era el hermano mayor, era mi responsabilidad». Sin embargo, la idea de cantar estaba ahí desde pequeño, aunque ése era un sueño difícil para alguien sin dinero y sin contactos. Pero él tenía algo mucho mejor para triunfar: la voz.