En una ciudad sobredimensionada en casi todos los ámbitos, cuando salen a la calle hermandades como la Salud de San Isidoro y la Virgen de la Alegría, Sevilla vuelve a su ser. Son el sentido de la medida, son la esencia, la que mantiene a ese público elegido para ver cofradías. También hubo gloria en Juan XIII, una talla de gran valor, antigua, como es la Virgen de la Anunciación En San Isidoro están de aniversario. Son 350 años de existencia , que se dice pronto. Una hermandad elegante, clásica, con sabor a cofradía antigua, un conjunto de un valor incalculable, con mucha participación de hermanos, de nombres de cofrades conocidos. La luz del mes mayo , antes de esconderse por el oeste, no se va cada segundo domingo de mayo sin alumbrar a la Virgen de la Salud cuando toma el giro para encarar la Cuesta del Rosario, un sitio donde empieza a ser clásica la petalada a la imagen. Es un día de puro barrio en el centro de Sevilla , una hermandad muy familiar que son herencia viva de las cofradías. De padres a hijos transmiten esta devoción, de generación en generación, como por ejemplo sucede, por citar una, a la familia Peinado. La Cuesta Rosario se convierte como si fuese la carrera oficial de la hermandad, dando paso a la estrechez de Francos, a una plaza de San Francisco repleta de turistas y con las portadas del Corpus Christi levantadas, de una calle de la Sierpes sin comercio y repleta de cofrades, de admirar a la Salud por la plaza del Salvador, Córdoba, Alcaicería o la Alfalfa, una delicia para todos los sentidos. En otoño, una nueva oportunidad para disfrutar de esta imagen que irá a la capilla Real de la Catedral por zonas estrechas, recordando de algun modo a aquellas procesiones de antaño. Muy cerca, en la Judería, la Virgen de la Alegría, la hermandad de San Bartolomé, un lugar de tremenda riqueza histórica para ver una procesión. Paso de gran envergadura, imagen a una gran altura, con esos candelabros en la peana al modo antiguo, una salida con un recorrido que debería ser declarado patrimonio de la humanidad. Es impactante ver a la Alegría por la plaza de las Mercedarias, por esa estrechez de la calle Vidrios , en la que la familia Villanueva tiene que comandar una maniobra muy complicada, con los costaleros de rodillas y en otros momentos echando un costero a tierra para sobrepasar farolas. Así desemboca la imagen en Águilas en el último rayo de sol de la tarde. Alcanzó San Esteban, cruza, la plaza de Pilatos y vuelve a subir hasta San Nicolás para volver a adentrarse en la Judería por la calle Levies, otra estrechez, otro momento con el público justo y necesario, con el cofrade que da valor a estas hermandades igual que de importantes que cualquier otra y con una antigüedad de siglos. La Virgen estrenaba un cetro, con flores de talco, entre otras. Dos hermandades que asientan cátedra de como hacer las cosas, alejados de las modas, de una gran categoría para todos los sentidos.