La grandeza del Madrid reside en que, mientras va de una ciudad a otra en su trayecto hasta la siguiente final europea , nunca mira demasiado por el retrovisor. Solo un poco, lo justo para no rayar en la imprudencia temeraria. Pero mantiene los ojos fijos en la carretera, por poco iluminada que esta esté. No ignora su pasado, pero tampoco deja que el ayer le domine. Ambas cosas son compatibles. Solo hay que saber tener un ojo mirando a cada lado. Esto me recuerda a una divertida teoría que sostenía el escritor Javier Marías, madridista salvaje y sentimental, cuando se refería a los grandes jugadores blancos, aquellos que lograban dejar su huella en el Real Madrid, desde Di Stéfano...
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