Por fin. Tras años de retrasos, la Starliner, la nave de Boeing pensada para ser el próximo 'taxi espacial' de los astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), ha puesto rumbo más allá de nuestro planeta con personas en su interior. Una prueba que ha costado tres intentos, mucho trabajo frenético en el último mes y una ingente cantidad de dinero invertida durante más de una década por la agencia espacial estadounidense en el proyecto del gigante aeroespacial. Puntual, la Starliner ha emprendido su viaje a las 10.51 hora local de Cabo Cañaveral, en Florida (16.51 en España) tal y como estaba previsto. Sin contratiempos, con un despegue casi perfecto, la nave pone rumbo a la ISS. La idea inicial es que astronautas que la tripulan, Butch Wilmore y Sunita Williams, ambos expilotos de pruebas de la Marina de los EE. UU., pasen 25 horas a bordo de la Starliner probando sus sistemas y pilotándola de forma manual. Cuando llegue a la ISS -el atraque está previsto para el jueves día 6 de junio a las 6.15 de la tarde, hora española-, Starliner está diseñada para acoplarse de forma autónoma, pero Williams y Wilmore también están capacitados para hacerse cargo manualmente si fuera necesario. Además, probarán el cierre y apertura de escotillas. El segundo día, y tras haber descargado los datos a la ISS, la nave entrará en modo 'inactivo', lo que significa que se apagarán los ordenadores auxiliares mientras que los equipos esenciales como luces, pantallas y ventilación funcionarán según sea necesario. Después, se llevará a cabo una práctica de 'refugio seguro': la tripulación de Starliner realizará un simulacro de viaje de emergencia, incluyendo un encendido de motores. Esta prueba es necesaria de cara a situaciones de emergencia en la ISS (como, por ejemplo, por riesgo de colisión con un meteorito o un incendio). Dado que las tripulaciones operativas tendrían cuatro astronautas y no dos, Wilmore y Williams pedirán 'prestados' a dos miembros de la tripulación de la ISS para que se unan a ellos. Un día después, la tripulación encenderá completamente la Starliner y se asegurará de que el equipo funcione. A partir de ahí, el plan de la misión puede cambiar dependiendo de cuánto tiempo permanezca la nave atracada en la estación. La vuelta a casa Si bien la tripulación podría volver en un semana aproximadamente desde el atraque, días adicionales en la misión les permitirían retomar las tareas de la ISS para ayudar a la tripulación principal y tomarse un tiempo adicional para descansar antes de la siguiente 'prueba de fuego': el aterrizaje. El desacoplamiento se programará para 6,5 horas antes de tocar Tierra.A diferencia de una misión normal, la tripulación tomará brevemente el control manual durante el vuelo de crucero de regreso a casa para continuar con las pruebas. Los astronautas evaluarán cómo se desempeña la nave en operaciones manuales y cómo se compara con los simuladores en los que practicaron procedimientos antes del lanzamiento.Después de un par de órbitas alrededor de la Tierra, la tripulación finalmente ejecutará una salida de órbita sobre el Océano Pacífico. La zona de aterrizaje principal de Starliner es White Sands Missile Range en Nuevo México, con dos áreas de respaldo disponibles: Willcox Playa al este de Tucson, Arizona y Dugway Proving Ground al oeste de Salt Lake City. Aunque es la primera vez que Starliner viaja con tripulación, la nave ya ha estado en el espacio. En 2019 realizó su primer despegue, si bien aunque estaba previsto que llegara a la ISS, nunca llegó a destino después de que un problema con el software la colocase en una dirección equivocada; en 2022, finalmente, Starliner se acopló correctamente al laboratorio espacial, si bien se detectaron algunos problemas con los paracaídas y el cableado que retrasaron la prueba con personas a bordo. Dos intentos fallidos El primer intento tuvo lugar el 6 de mayo. En ese momento se detectó un problema con la válvula de escape de oxígeno del cohete Atlas V. El 12 de mayo, desde United Launch Alliance (ULA), responsables del lanzador, informaron del cambio de la válvula. Sin embargo, no acabaron ahí los contratiempos: en la revisión se halló una fuga de helio en la Starliner, lo que provocó nuevos retrasos. Desde Boeing explicaron que se trataba de un agujero muy pequeño y que no habría supuesto un peligro para los astronautas. «No existe ningún vehículo apto para humanos que no experimente este tipo de anomalía», dijo Mark Nappi, vicepresidente y director del programa de tripulación comercial de Boeing. El helio, como gas no inerte, no supone un riesgo inmediato para un lanzamiento. Sin embargo, al ser parte del sistema de propulsión de la nave, podía afectar a la presurización para pequeñas maniobras en órbita. Además de estudiar esa fuga, la NASA y Boeing han estado trabajando para aprender cómo el sistema de helio podría afectar el regreso de Starliner a la Tierra. Sin embargo, desde la compañía enviaron un mensaje tranquilizador afirmando que la nave podría viajar con cuatro fugas de las mismas características, incluso con un agujero «100 veces mayor en esa zona». Aún así, reconocieron que se trata de un fallo de diseño. Una nave poco barata para la NASA La nave Starliner no ha salido precisamente 'barata' a la NASA. A principios de 2010 le otorgó a Boeing 18 millones de dólares (16,5 millones de euros) para el desarrollo preliminar de una futura nave que transportara a los astronautas americanos a la ISS y dejar de depender de las Soyuz rusas, las únicas con capacidad para alojar tripulaciones. Durante una segunda fase, la agencia espacial estadounidense financió con otros 93 millones de dólares (85 millones de euros) el mismo proyecto. Ya en 2012, se anunció una nueva adjudicación por valor de 460 millones de dólares (423 millones de euros). La confianza en la nave de Boeing era tal que en 2014 la NASA seleccionó al vehículo CST-100 -en ese momento aún no se había bautizado como Starliner- como principal beneficiaria del programa Commercial Crew Transportation Capability (CCtCap), recibiendo 4.200 millones de dólares (algo más de 3.900 millones de euros). El montante era el doble de lo que la agencia le otorgó a SpaceX, segunda adjudicataria del contrato, que consiguió 2.600 millones de dólares (2.400 millones de euros). Aunque al principio la reputación y la experiencia de Boeing pesaba más que el arrojo y la ambición de SpaceX (los grandilocuentes y exagerados mensajes de Elon Musk tampoco ayudaban mucho a su credibilidad), dados los éxitos de la compañía primero con los primeros cohetes reutilizables Falcon y después con la nave espacial Crew Dragon, han cambiado las tornas: ahora la empresa de Musk es la principal contratista de la NASA. Además, nuevos actores como Axiom Space -compañía creada por el exastronauta de la NASA de origen español Michael López-Alegría - han entrado en juego en el tablero aeroespacial. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Este helecho tiene el mayor genoma del mundo y los científicos no se explican por qué noticia No El agua dulce apareció en la Tierra 500 millones de años antes de lo que se creía hasta ahora A pesar de todo, la agencia espacial estaounidense sigue apoyando el proyecto de Boeing. «Hasta ahora, para acceder al espacio, dependemos de las naves Soyuz rusas y de las Crew Dragon de SpaceX», explicó durante la rueda de prensa previa al lanzamiento Mike Fincke, astronauta de la NASA. «El triste desastre del Columbia nos enseñó muchas cosas, incluida la importancia de tener varias vías para que nuestras tripulaciones viajen al espacio: porque en el caso de que pasen incidencias con esas naves, tenemos que tener garantizado cómo volar más allá de la Tierra. Y esta prueba es la puerta a una nueva forma de llegar a la ISS y más allá».