Médicos estadounidenses relatan el horror que vivieron en Gaza para presionar a su gobierno
Washington. En los pocos hospitales que aún quedan en pie en Gaza, numerosos pacientes que sobrevivieron a los bombardeos israelíes deben ser abandonados o mueren de infecciones por falta de elementos básicos como guantes, mascarillas o jabón, dijeron médicos estadounidenses a su regreso del territorio palestino.
Se deben tomar decisiones desgarradoras, como dejar de tratar las graves quemaduras de un niño de siete años porque faltan vendas y es probable que de todos modos muera.
Médicos y enfermeras estadounidenses fueron testigos de horrores de ese tipo y se propusieon dar a conocer la historia para presionar a su país, que brindó un apoyo militar y diplomático fundamental a Israel.
Durante las últimas tres décadas, Adam Hamawy visitó países devastados por la guerra y desastres naturales, desde el asedio de Sarajevo (caída de Yugoslavia) hasta el terremoto en Haití.
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“Nunca tantas víctimas civiles”, afirmó este especialista de 54 años originario de Nueva Jersey, excirujano de combate del ejército estadounidense, en una entrevista con la AFP tras regresar de una misión en el Hospital Europeo de Gaza el mes pasado.
“La mayoría de nuestros pacientes eran niños menores de 14 años”, dice.
“Haya o no un alto el fuego, debemos obtener ayuda humanitaria y en cantidades suficientes para satisfacer la demanda. Puedes hacer todas las donaciones que quieras, pero si las fronteras no están abiertas para permitir la entrada de ayuda, no tiene ningún sentido”, lamentó.
‘Gusanos en las heridas’
Hamawy y otros de sus colegas dijeron que se sienten útiles ejerciendo presión por el fin de la guerra y para que Israel cumpla con el derecho internacional y permita que entre más ayuda a la asediada Franja de Gaza.
Israel rechazó estas acusaciones formuladas por la comunidad internacional apenas desatada la guerra, iniciada tras el ataque sin precedentes y la toma de rehenes llevado a cabo el 7 de octubre pasado por el movimiento islamista palestino Hamás en territorio israelí.
Originaria de Portland, en el noroeste de Estados Unidos, Monica Johnston, una enfermera de cuidados intensivos de 44 años, dice que envió listas de equipos que se necesitan desesperadamente a funcionarios de la Casa Blanca y a legisladores de su país.
Gaza fue su primera misión. “No veo las noticias, no participo en nada político”, dice. Pero el otoño boreal pasado recibió un correo electrónico de una asociación pidiendo ayuda.
“Cuando escucho la palabra ‘ayuda’, mis oídos se abren, mi corazón comienza a latir y siento que debo hacerlo”, señaló.
Johnston decidió sumarse a un equipo de 19 personas, coordinado por la Asociación Médica Palestina-Estadounidense, que partió hacia Gaza con las maletas repletas de material de asistencia.
Sobre el terreno, se toparon con obstáculos de gran magnitud: falta de personal y grave escasez de medicamentos y de productos de higiene básicos.
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A Johnston se le quiebra la voz cuando recuerda cómo hubo que dejar de curar a un niño con el cuerpo quemado para concentrarse en pacientes con mayores posibilidades de supervivencia. “A los dos días empezó a tener gusanos en las heridas. El sentimiento de culpa, de que yo le causé esto…”, dice tomando aire.
El niño fue enterrado con sus vendajes. Su cuerpo estaba completamente infestado.
‘Importante’
Familias enteras a menudo llegaban juntas al hospital después de los bombardeos. En Gaza, integrantes de varias generaciones conviven en una misma vivienda, señala Ammar Ghanem, médico de urgencias de 54 años nacido en Michigan.
Un alegre niño de 12 años que solía prestar ayuda en el hospital, concitando la admiración del personal, desapareció repentinamente durante varios días.
Cuando volvió, Ammar Ghanem se enteró de que treinta miembros de su familia fallecieron en un bombardeo y que tuvo que ayudar a encontrar sus cuerpos entre los escombros.
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El inicio, a principios de mayo, de las operaciones terrestres en Rafah, en la frontera sur con Egipto, provocó una conmoción entre los equipos de salud palestinos, atormentados por el recuerdo de la devastadora incursión israelí en el norte de la Franja.
Desde su regreso a Estados Unidos, médicos y enfermeros debieron hacer frente a la culpa que habitualmente sienten los supervivientes de una tragedia al pensar en sus pacientes y colegas abandonados en lo que la comunidad internacional describe como el “infierno” de Gaza.
“Lo que me tranquiliza es sentirme útil al contar lo que presencié”, dice Hamawy. “Creo que es tan importante como lo que hicimos allí”.