Las calles de Kenia han sido escenario de violentos enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad del Estado . Disturbios que se han saldado con la muerte de decenas de personas y que han obligado al gobierno de William Ruto a retirar el proyecto de ley que intentaba imponer. Las manifestaciones, lideradas principalmente por jóvenes, comenzaron la semana pasada de manera pacífica en Nairobi, la capital, y fueron extendiéndose por todo el país para protestar contra los impuestos previstos en el presupuesto 2024-2025, que comenzaban a ser debatidas en el Parlamento. En las distintas jornadas hubo represión policial, disturbios y detenciones, pero este martes la agresividad alcanzó un pico. Murieron al menos 23 personas y otras 30 fueron heridas, a manos de la policía, por armas de fuego, según datos de la Asociación Médica de Kenia. El periódico 'The Nation' documentó protestas en al menos 35 de los 47 condados de Kenia, desde las grandes urbes hasta las zonas rurales, incluso en la ciudad natal de Ruto, Eldoret, en su corazón étnico Kalenjin. Por la tarde, el proyecto de ley fue aprobado y miles de manifestantes irrumpieron en el Parlamento y quemaron parte del edificio, obligando a los legisladores a huir. La policía respondió con fuego para contener a la multitud, y varios cuerpos quedaron regados alrededor del edificio, tiñendo el suelo de rojo. El caos se extendió y hubo saqueos e incendios en otros edificios de la capital. Entonces el Gobierno anunció el despliegue del Ejército. Hubo más de 300 heridos y más de 50 detenciones. Por la noche, Ruto se comprometió a reprimir firmemente «la violencia y la anarquía». No hubo líderes guiando las protestas. Fueron manifestaciones espontáneas en las que los jóvenes, que se organizaban a través de X y TikTok, fueron protagonistas. Los medios kenianos destacaron a la generación Z –los nacidos entre 1996 y 2012– como la cara visible de la indignación pública. Un grupo que se consideraba indiferente hacia la política y que no se identifica con ningún bando político. «La subida de impuestos afectaba a toda la población, pero fueron los jóvenes los que se pusieron de pie», comenta a ABC la periodista Samira Sawlani. «Es difícil dar una razón de por qué lo han hecho ellos específicamente, creo que es porque tienen una mayor conciencia política de la que se cree y que no quieren ver injusticias en un país donde hay una alta tasa de desempleo juvenil». Sawlani, que ha sido testigo del aumento constante del precio de los artículos básicos en los mercados, asegura que la gente ya lucha para llegar a fin de mes y que la imposición de los impuestos los hubiese arruinado por completo. Asimismo, asegura que las protestas iban más allá de una mayor presión fiscal: «Es la manifestación de un hartazgo generalizado». Lo que realmente molestaba a la gente era que se intentaban subir los impuestos, pero no se hacía un esfuerzo por reducir los gastos gubernamentales, según Sawlani. «El presidente es un ávido viajero, ha realizado numerosos viajes al extranjero, desplazamientos que pagan los contribuyentes. Entonces, cuando dice que tenemos que apretarnos el cinturón, sin que ellos disminuyan sus espléndidas vidas, eso causa enfado en la población». El miércoles, después de los disturbios que se extendieron por todo el país, el presidente Ruto dijo que retiraba el proyecto de ley, cediendo a la presión de los manifestantes, que amenazaron con continuar sus acciones. Publicaciones en las redes sociales habían instado a la gente a ocupar la Casa de Estado, la oficina y residencia del presidente, el jueves, y las oficinas locales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) el viernes. «Escuchando atentamente al pueblo de Kenia que ha dicho en voz alta que no quieren tener nada que ver con este proyecto de ley de finanzas de 2024, lo admito. Y por lo tanto, no firmaré el proyecto de ley de finanzas de 2024 y posteriormente será retirado», dijo en un discurso televisado con legisladores, algunos aplaudiendo, sentados detrás de él. A su vez, Ruto ordenó medidas de austeridad adicionales inmediatas para reducir el gasto, empezando por la presidencia, recortando asignaciones para viajes, hospitalidad, compra de vehículos, renovaciones y otros gastos. «Trabajando con el Tesoro, también emprenderemos recortes presupuestarios y medidas de austeridad para garantizar que vivamos dentro de nuestras posibilidades, respetando el mensaje claro del pueblo de Kenia», añadió. Incluso si la concesión de Ruto logra evitar la amenaza inmediata de más disturbios, todavía lo deja atrapado entre las demandas contrapuestas de sus presionados ciudadanos y de prestamistas como el FMI, que ha instado al país a implementar reformas fiscales para poder acceder a financiación. Kenia hereda una estructura económica colonial que se basa en la venta de materias primas, que siempre serán más baratas que el producto manufacturado, que es lo que tiene que comprar de fuera, comenta Jaume Portell , periodista económico especializado en el continente africano. «Entonces el país se ve obligado a pedir prestado para cuadrar sus cuentas y debe hacer un equilibrio entre el pago de esas deudas y el de las importaciones». «Esta es una situación que no deja de ser un déjà vu de lo que pasó en los años 80», explica el experto. «En esa época, muchos países africanos vieron que todos esos capitales que habían llegado para comprarles deuda, comenzaban a marcharse después de una subida de tipos de interés en EE.UU y Europa». El dinero se iba, dejando atrás monedas más débiles y materias primas que caían de precio, mermando la capacidad de pagar las deudas. «Son los mismos ingredientes que se han juntado para la actual dificultad keniana; después de la crisis de 2008 en Occidente, los tipos cayeron, y era más rentable para los fondos de inversión comprar un bono en los «mercados emergentes» donde se podían llevar entre 6% o 9% de interés». Así, durante la década de 2010, los inversionistas compraron mucha deuda en países como Kenia, y Portell hace énfasis en ese hecho, porque «lo fácil es decir que los de Kenia son unos ladrones y por culpa de la corrupción el país no funciona, pero hay que tener en cuenta que por cada deudor imprudente, hay un prestamista imprudente». De esa manera, cuando suben los tipos de interés en EE.UU y la UE, se cierra el grifo de repente. Los compradores de deuda dejan de llegar y se acerca el momento de vencimiento de bonos en el que Kenia debe pagar miles de millones de dólares a sus acreedores. «Que es un dinero que tiene en sus reservas, pero que no se puede gastar en la deuda porque no podría pagar las importaciones de productos manufacturados, o la gasolina, que es el mayor gasto que tiene el país. Y si no puedes pagar la gasolina, el país deja de funcionar automáticamente al día siguiente». Y es entonces cuando el FMI hace su entrada, que siempre es la última opción de las naciones, según Portell, pero que ofrece tipos de interés más bajos que el mercado privado. «En febrero le compraron a Kenia un bono, pero era ya al 10% anual, imagínate lo alto del tipo de interés». Y ofreciendo tipos de interés más bajos, el FMI exige una serie de medidas para garantizar la recaudación y demostrar ser un socio fiable, razón por la que se intenta subir los impuestos. El experto señala que sin el FMI, Kenia tendría que volver a recurrir a los mercados internacionales, «y ya no pagaría un 10%, sino más. Entonces entras en un círculo vicioso: más interés, más deuda, y más deuda, más fragilidad. Todo ello en un país que gasta más del doble en pagar intereses de la deuda que en sanidad y donde la mitad de la población tiene menos de 20 años. Jóvenes que han salido a la calle a protestar y de alguna manera han dicho «no queremos que el FMI nos haga lo mismo que le hicieron a nuestros padres o a nuestros abuelos en los años 80». La manera en la que se organizaron las protestas es algo de lo que pueden aprender las futuras generaciones, según Sawlani. En redes sociales se compartieron infografías y vídeos sobre el proyecto de ley en los «muchos idiomas que escuchamos aquí en Kenia como el kikuyu, en swahili y masái». También hubo grupos de médicos que brindaron apoyo de emergencia y abogados que se ofrecieron para defender a quien necesitase apoyo legal. «Era la mejor comunidad de Kenia unida, y creo que eso fue lo sorprendente de que haya sido descentralizada. Es muy doloroso superar los resultados desafortunados en este momento, pero en términos de cómo manifestarse, Kenia dio una clase magistral al mundo».
