El doble examen de Alcaraz en Wimbledon: «Estoy aquí para hacer el mismo resultado que el año pasado»
Se cambia el rojo por el verde, pero no la ambición. La de un Carlos Alcaraz que llega en otro estado de gracia a la Catedral. Porque viene con su primer Roland Garros bajo el brazo . Porque estrenará la pista central como defensor del torneo. Experiencias con 21 años que suma a su álbum cada vez con más páginas para el recuerdo. Es su primer año olímpico, así que admitía después de ganar en París que quizá le hacía más ilusión una medalla que revalidar el título de Wimbledon. Pero ya que está aquí, se ha entrenado estos días como si no existiera nada más allá de esta próxima semana, de ese primer partido en la hierba londinense contra Mark Lajal (este lunes 1 de julio, 14.30 horas, Movistar). Ni nada por detrás porque apenas ha disputado dos partidos oficiales en esta superficie antes de estrenarse en la Catedral. Ganó a Francisco Cerúndolo y resbaló ante Jack Draper en Queen's. No es el bagaje que quería, pero es el más joven en conquistar los un Grand Slam en todas las superficies, así que no se le da mal lo de adaptarse a las nuevas exigencias. Lo demostró el año pasado, apenas un puñado de partidos en el césped y campeón tanto en Queen's como en Wimbledon, y a todo un Novak Djokovic que no perdía en esa pista desde 2017. Por eso, este Wimbledon en el que recupera a Juan Carlos Ferrero, ausente en Queen's y sustituido por Samuel López, será especial para el murciano. Defiende título, defiende 2.000 puntos, defiende orgullo. Y ante el orgullo de Djokovic, y el de Sinner, y el de todos los que aspiran a despojarlo de su sonrisa en la pista. Y con un cuadro complicado porque lo difícil, dicen, no es llegar, sino mantenerse. La derrota ante Draper en la segunda ronda de Queen's lo bajó a la tercera posición del ranking. Como segundo cabeza de serie hubiera evitado a Jannik Sinner hasta la final. Pero al ser tercero se lo podría encontrar antes, en semifinales si los dos avanzan según marcan sus cualidades. Antes, un estreno contra Lajal y un recorrido en la primera semana en la que asoman Sebastian Ofner o Aleksandar Vukic, Frances Tiafoe, Sebastián Báez y Ugo Humbert para octavos; Tommy Paul o Casper Ruud en cuartos hasta ese choque de semifinales que todo el mundo espera, como en Roland Garros, contra el italiano. Pero es este un Alcaraz con un punto más de confianza incluso que en el Grand Slam parisino. Ganada la Copa de los Mosqueteros con las dudas sobre su antebrazo todavía por su cabeza, parece haber apagado los fantasmas en su transición a la hierba: «Siento que ya no tengo ninguna lesión, que puedo pegarle con libertad. Puedo pegarle al 100 % sin pensar en ello. Hemos hecho un gran trabajo en ello. La temporada de tierra ha sido difícil, pero ya no he sentido nada de dolor». El murciano fue concluyente: «Estoy aquí para hacer el mismo resultado que el año pasado. Quiero poner mi nombre en la corta lista de ganadores de Roland Garros y Wimbledon el mismo año». Aunque sea repitiendo rival en la final. Aunque sea con la cautela que le causan también los Juegos, consciente de que tiene opciones de medalla individual y dobles. Alcaraz es tercero del mundo porque Novak Djokovic ha vuelto a dar muestras de su gen competitivo, apuntado al Grand Slam londinense apenas tres semanas después de operarse la rodilla derecha por un desgarro en el menisco. Era el serbio la gran incógnita del torneo. Todo dudas después de que se diera de baja de Roland Garros tras ganar a Francisco Cerúndolo en octavos, en otra gesta de más de cuatro horas. Pero que ha despejado con soltura en los entrenamientos sobre la hierba en su jardín, siete coronas en la Catedral. «Hablé con varios deportistas que habían pasado por lo mismo, Taylor Fritz, Lindsay Vonn, Stan Wawrinka. Me dieron confianza y ánimos para intentarlo. La rodilla ha respondido a los entrenamientos, sobre todo en estos últimos tres días que la he puesto al máximo», comentó el serbio que confesó que incluso su mujer recelaba de no estar poniendo en riesgo los Juegos Olímpicos, a partir del 26 de julio, y en la tierra batida de París. No se esperaba tan pronta su reaparición en el circuito, pues se observaba que la razón principal por la que se operó, tan reacio siempre el serbio a esta solución ante los problemas físicos, era llegar en plenas facultades a los Juegos Olímpicos. Con 37 años, con esa medalla de oro por conquistar para completar un currículo ya de por sí impresionante, parecía el destino más apropiado, pero el serbio no quiere perder el tiempo. «No quiero perderme ningún Grand Slam mientras esté en activo y a este nivel. Es este increíble deseo de jugar, de competir». Debutará contra Vit Kopriva, 27 años y 173 del mundo. Y también avisa: «No vengo a jugar unas rondas y probarme. Vengo a por el título». El cambio de superficie de tierra a hierba y vuelta a la tierra es algo a lo que se apunta Djokovic, pero a lo que se negó desde el inicio Rafael Nadal, ausente en Wimbledon porque también tiene en la cabeza salir de la pista Philippe Chatrier lavando el recuerdo de este pasado mes de mayo, esa derrota en primera ronda contra Alexander Zverev, con el brillo de una medalla. Bien en individual, porque cada vez está más cerca de donde quería estar, donde siente que puede ganar a cualquiera, o bien en dobles, con esa pareja para la historia que protagonizará con Alcaraz. O bien en ambos circuitos, que para eso es Nadal. El que sí llega lanzado a la Catedral es un Sinner , que debuta ante Yannick Hanfmann, y que se sacó la herida de las semifinales ante Alcaraz en París con el título en Halle hace una semana. Vuelve a estar fino el italiano, que estrena número 1 en un Grand Slam y que espera haber adquirido ese salto de confianza y hambre que no tuvo en París. A la espera, también, de que la cadera no vuelva a dar problemas.