Rock&MAU, una noche musical para celebrar a Venezuela
Mientras que la agrupación vocal To cantao estaba en escena, tras bastidores los músicos se preparaban para iniciar el show. El equipo de producción de Rock&MAU iba de un lado al otro verificando que todos estuviesen prevenidos. No había tiempo que perder: el espectáculo, que comenzó con unos minutos de retraso, estaba por comenzar.
En medio del ajetreo detrás del escenario, también se vivía un ambiente de reencuentro y camaradería entre los cantantes. Arístides Barbella, de Malanga, y Luis Fernando Borjas se saludan y se dan un fuerte abrazo, mientras que Rodrigo Gonsalves, de Viniloversus, y Carlos Segura, de Zapato 3, se toman una foto juntos. Todos celebran coincidir en un mismo espacio, lograrlo no es cosa fácil. Desde hace varios años, todos están radicados en diferentes países, producto de la diáspora.
Unos van de un lado a otro, como Henry D’Arthenay, quien revisa la hoja del setlist pegada en la pared, o Andrés Mata, quien camina ansioso por los pasillos y decide salir a fumar un cigarro; otros como Julio Briceño, de Los Amigos Invisibles, prefiere esperar sentado en el camerino. Todo está a punto.
El ruido de los cantantes riendo y conversando y el equipo de producción dando indicaciones da paso al silencio. Llegó la hora del show. Uno a uno, los músicos que se sumaban a esta Movida Acústica reforzada –como la bautizó Álvaro Paiva-Bimbo, uno de los fundadores de Rock & MAU– fue tomando su lugar sobre el escenario. Primero los metales, luego las cuerdas y, finalmente, la percusión. Los instrumentos comenzaron a sonar y Arístides salió a interpretar «Mil copas» en calipso, la primera de casi treinta canciones interpretadas el domingo.
A un lado del escenario, Rodrigo estaba prevenido, era el siguiente, mientras que Luis Fernando Borjas miraba atentamente lo que pasaba en tarima, aunque su turno al micrófono todavía no llegaba. Era su primera vez en Rock&MAU y quería ver el show. Poco a poco y sin descanso, salieron a escena Julio Briceño, Henry D’Arthenay, Alfred Gómez, Carlos Segura, Boston Rex y el exGuaco, quienes completaron el primer bloque del concierto.
Reconectar con lo viejo y conectar con lo nuevo
Con este regreso o, mejor dicho, reconexión, la intención de Rock & MAU era precisamente reconectar con Venezuela, con los músicos y cantantes que formaron parte de las primeras ediciones, y conectar con la nueva generación de artistas y de público. Y así fue.
El público que acudió el domingo al Teatro Santa Rosa de Lima para ver el regreso de Rock&MAU era, en su mayoría, adulto; sin embargo, también había muchas familias con hijos adolescentes, quienes, aunque cantaban las canciones de bandas como Malanga o Los Amigos Invisibles, gritaban con más emoción cuando tomaban el micrófono Andrés Mata o Carlos Linares, las nuevas voces que se suman a la movida que fusiona música tradicional venezolana con el rock hecho en casa.
La segunda parte del show incluyó arreglos nuevos de canciones como «Soy infinito», del nuevo disco de Viniloversus, Mi mejor enemigo, una versión en culo ‘e puya interpretada por Rodrigo Gonsalves y Liana Malva, quien también cantó una versión de su canción «La distancia» en gaita de tambora.
El regreso de Rock&MAU también incorporó nuevos arreglos de temas como «Angelitos negros», de La Vida Boheme, en tambor de patanemo o «De Caracas a Madrid», de Malanga, en tambor de tarmas, unas de las más aplaudidas de la noche junto a las cuatro canciones de Los Amigos Invisibles que cantó Julio Briceño: «La que me gusta», «Cuchi cuchi», «Ponerte en cuatro» y «Mentiras», con la que cerró el show acompañado de todos los cantantes.
Una noche para celebrar a Venezuela
Aunque la mayoría de las canciones eran bailables y muy enérgicas, el ánimo del público estuvo muy calmado. Muy generosos con sus aplausos, eran muy pocos los que se pusieron de pie durante el show a corear las canciones. La mayoría prefirió cantar y disfrutar el concierto sentados, mientras revisaban en sus celulares cómo iba el juego de la Vinotinto contra Jamaica en la Copa América. «Va cero a cero», murmuraban algunos a mitad del show.
Tras bastidores, también estaban pendientes del partido. Mientras se preparaban para salir de nuevo o esperaban su turno, Henry D’Arthenay, Arístides Barbella y Alfred Gómez estaban atentos a lo que sucedía en Austin, Texas. Celebraron los goles de la vinotinto al salir a cantar. «3 a 0», dijo el cantante de La Vida Boheme mientras interpretaba «El Zar». «Sí se puede, sí se puede, sí se puede. Aunque no tengamos nada, sí se puede. Aunque nos quiten todo, sí se puede», dijo al terminar.
Como ocurrió hace ocho años, este fin de semana, el regreso de Rock&MAU fue un regalo para Caracas. Un show –como dijo Álvaro Paiva-Bimbo– con un lujo de banda a la que el Teatro Santa Rosa de Lima le quedó pequeño. Una noche en la que se celebró a Venezuela en todos los sentidos. Ojalá sean los primeros de muchos conciertos más. Los venezolanos se lo merecen.
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