Este mes de julio de 2024 marcará un punto de inflexión en la seguridad del automóvil. A partir del próximo domingo 7, y según el reglamento 2019/2144, todos los automóviles comercializados en la Unión Europea tienen que incorporar ocho sistemas ADAS (Advanced Driver Assistance Systems, por sus siglas en inglés), o asistentes de ayuda a la conducción, obligatorios. Éstos son la Frenada autónoma de emergencia (AEB), la Alerta de cambio involuntario de carril (LDW), el Asistente de velocidad inteligente (ISA), la Interfaz para Inhibidor de arranque con alcoholímetro, un Detector de somnolencia (DDR), la Señal de frenado de emergencia, el Detector de marcha atrás (REV) y la Caja negra (EDR). El comportamiento y la actitud del conductor forma parte del 90% de las causas de los accidentes y sistemas como los anteriormente mencionados están diseñados para alertar y asistir al conductor con el objetivo de evitar esos errores o minimizar sus consecuencias. La Comisión Europea ha estimado que la introducción de los nuevos ADAS obligatorios pueden salvar más de 25.000 vidas y evitar al menos 140.000 heridos graves hasta 2038. Pero estas cifras no son las únicas que se deben tener en cuenta, porque salvar vidas conlleva un peaje. «La seguridad de los coches cuesta dinero, y hay datos que ya lo están demostrando. Por ejemplo, las ventas de turismos y todoterrenos de entre uno y tres años experimentaron el pasado mes de abril un aumento significativo del 85,6%. Y según las asociaciones del sector de la distribución este crecimiento en las operaciones con vehículos seminuevos se ha debido principalmente a la entrada en vigor de la Regulación General de Seguridad de la Unión Europea, que exige la incorporación de las ADAS a partir de julio», sostiene Mario Arnaldo, presidente de Automovilistas Europeos Asociados (AEA), a este diario. A ello hay añadir el sobrecoste que se producirá por aplicar la nueva norma Euro 7, que exige una nueva reducción de NOx, y que según la estimación de ACEA, «sería de 1.862 euros en un coche gasolina y de 2.629 euros en el caso de un diésel», enumera Arnaldo, al mismo tiempo que añade que, además, «las ADAS requieren de sensores y elementos de tecnología cuyos precios son elevados y esto dispara los costes de reparación en caso de siniestro, por lo que es previsible que por este motivo se produzca un encarecimiento en el precio de los seguros». «También los talleres tendrán que adaptarse y utilizar una sofisticada tecnología de precisión para poder repararlos y calibrarlos correctamente», manifiesta. Es más, «sustituir el entramado de sensores y cámaras necesarios para que funcionen los ADAS y calibrarlos, puede suponer miles de euros más en el coste de una reparación. Esto, inevitablemente, encarece los precios de los pasos por el taller, ya de por sí elevados, como consecuencia del aumento de los costes de mano de obra y materiales que afectan incluso a las reparaciones más básicas», puntualiza, ante esto último, y por su parte a ABC, Jaime González, director de la Escuela de conducción segura de CEA. A pesar de esto, el presidente de AEA asegura que, «sin duda, la incorporación de ADAS en los vehículos va a contribuir de forma muy positiva en la reducción de los accidentes de tráfico. Pero el éxito y la eficacia de estos sistemas dependerá del conocimiento que tengan los conductores de su utilidad y de su correcto funcionamiento, y de que se trata de una ‘ayuda’ y no de un ‘sustituto de las decisiones humanas’». Eso sí, sin olvidar que este tipo de ayudas viene aparejado a muchas pantallas en el interior de los vehículos, algo que «sí» provoca distracciones al volante. Incluso «muchos conductores están adquiriendo peligrosos vicios en la utilización de estos sistemas. Por ejemplo, al saber que el coche va a avisar y a frenar solo en caso de detectar un riesgo de colisión, algunos conductores se pegan más al coche que le precede o distraen durante más tiempo la atención. También se puede relajar el nivel de atención ante un posible cruce imprudente de peatones en zonas urbanas, pensando que la tecnología del coche va a evitar un posible atropello. Cada conductor está dispuesto a aceptar un nivel de riesgo constante y cuanto más seguro se siente en su coche, más riesgos asume», subraya el director de la Escuela de conducción segura de CEA. Asimismo, y, por norma general, estos sistemas funcionan de manera intuitiva, «por lo que no es necesario desviar la mirada de la conducción. Sin embargo, algunos como el ‘Sensor de proximidad’, el cual funciona para mantener la distancia con el vehículo que nos precede, puede ser regulado, en marcha, en los comandos del volante, para acercarnos o alejarnos del vehículo que nos precede, cuando llevamos puesto el control de velocidad de crucero», explica. No obstante, se debe tener en cuenta que, si se desea desconectar un ADAS, «debemos apartarnos de la corriente circulatoria, es decir, no debemos pararnos en doble fila o durante el tiempo que dura el semáforo en rojo, ya que, según el reglamento general de circulación, esto podría ser sancionable por la autoridad competente», añade. Por último, más allá de si se procede a su desconexión y se tiene un percance, donde «el conductor debería ser el responsable, hay que hablar de funcionamiento». Por ejemplo, «si el sistema de luces de carretera automáticas activa las largas cuando no debe hacerlo, el conductor recibiría una multa por un fallo del ADAS. ¿Cómo se recurriría en esa situación? Una cuestión que todavía plantea serias batallas», cuestionan desde CEA. Pero tienen claro que, «a pesar de que todavía existen lagunas, también hay certezas, y una de ellas muy importante: diversos estudios apuntan a que un buen funcionamiento de los ADAS y un uso adecuado de estos sistemas podrían reducir los accidentes de tráfico en un 40%, y las víctimas mortales en un 30%», concluye González.