Cavar trincheras
Después de la derrota, ¿ya elegimos qué camino queremos seguir? ¿El de la amargura vasconcelista? ¿El retraimiento hacia el exilio interior? ¿La confrontación permanente?
Durante estos seis años, se escribieron múltiples artículos, ensayos, reportajes y libros sobre este gobierno. Análisis durísimos, porque así debe ser la crítica. Año con año leí diagnósticos que pronosticaban una caída inminente de la economía, una crisis mayúscula que nos llevaría a la ingobernabilidad. Nunca leí, de parte de los analistas opositores, algo que mostrara la menor señal de empatía. Negamos todas y cada una de las acciones de este gobierno. Le contamos sus mentiras, sus desaciertos, la creciente corrupción, pero no intentamos comprender lo que hacían, en específico su proyecto social.
Les llamamos populistas porque etiquetar es más fácil que tratar de entender. ¿Si son populistas, por qué firmaron el TMEC, por qué no aumentaron los impuestos, por qué no se sobregiraron en el gasto, por qué no recurrieron a la censura? La reforma laboral no nos mereció ningún análisis. Señalar alguna acción positiva del gobierno era “venderse”. La fortaleza del peso nos pareció ridícula. El único propósito de los programas sociales fue la compra de conciencias con fines electorales. Absolutamente todo lo que hacía el gobierno estaba mal. Nuestro juicio fue categórico. Lo que viene, anunciamos, es una dictadura.
Y sin embargo, la sociedad votó mayoritariamente por la continuación de todo esto. Claro, dijimos, las sociedades se equivocan. Ellos no saben lo que hacen. Nosotros sí. Tenemos la clave secreta que puede solucionar los problemas del país. Nosotros sí sabemos cómo hacerlo… La sociedad, por supuesto, no pensó lo mismo. No nos ganaron: nos arrollaron.
No advertí el menor deseo de comprender las razones de este gobierno. López Obrador publicó un voluminoso libro (¡Gracias!) que nos negamos a leer. Y si lo hicimos fue para señalar sus mentiras, sus errores, su demagogia.
Tal vez de haber comprendido las razones que desde el gobierno esgrimían y ejecutaban, hubiéramos podido hacerles frente y proponer alternativas realistas para los electores. No lo hicimos. Encerrados en nuestro encono, nos negamos a ejercer la empatía. ¿Su único propósito es la concentración de poder? ¿Sólo les interesa controlarlo todo para volvernos como Cuba o Venezuela?
Embriagados de nuestra capacidad crítica, nos olvidamos de plantear alternativas. ¿Dónde está nuestro plan para acabar con la inseguridad, dónde la propuesta que supla los programas sociales? Confiados en que las acciones del gobierno nos llevarían al desastre, fuimos incapaces de ofrecer opciones distintas. No pudimos construir un discurso tan poderoso como “por el bien de todos, primero los pobres”. Quizá lo más notorio en la campaña de la oposición fue la ausencia de ideas y programas atractivos para el electorado.
Y así nos fue. Muchos siguen atorados en la negación, la mayoría sumidos en el desánimo. Frente a la continuidad que plantea el próximo gobierno de Sheinbaum, ¿qué camino seguir? ¿Ponernos a cavar trincheras? ¿Construir túneles? Algunos plantean que lo que sigue es “la resistencia”, como los franceses ante los nazis. Resistir, parapetarnos, fugarnos de la realidad. Es un hecho que con los partidos no podemos contar, PAN y PRI sumergidos en la ignominia.
Lo primero es entender: ¿qué es la 4T y qué pretende, más allá de las descalificaciones fáciles? ¿De qué forma los propósitos de la 4T casan con los anhelos de la sociedad? En segundo lugar, la reconstrucción de un proyecto liberal alternativo, que sacuda las ideas viejas y las renueve, que considere siempre que esas ideas deben de tener un correlato electoral. El tercer punto: buscar el diálogo. Sé que este punto es complicado por la soberbia y altanería que han mostrado los vencedores. Pero no hay otro camino. El PAN en 1988 decidió sentarse y negociar con Salinas, a pesar de que éste se robó las elecciones. PAN y PRD se sentaron en 2012 con el PRI hegemónico de Peña Nieto y sacaron adelante 14 reformas estructurales.
Podemos, claro, cavar trincheras. Escudarnos en que nosotros tenemos la razón. Crear túneles de resistencia estéril. Esconder como la avestruz la cabeza en la tierra para evitar la realidad que nos pasará por encima. En las recientes elecciones, el 40 por ciento de los mexicanos no votamos por la 4T. Si seguimos por este camino en las próximas elecciones, seremos sólo el 15 por ciento.
¿Qué hacer con la inseguridad, con la pobreza, la educación y la salud? Revisar nuestro ideario. Nuestra minúscula fuerza no da para el enfrentamiento sino para la planeación estratégica. Convertir nuestra debilidad de número en imaginación política.
Imaginar, pensar, proponer, buscar el diálogo, presentar propuestas. No propongo el “colaboracionismo”, más bien superar la lógica del encono que sólo profundizará la presente frustración. Propongo la empatía, el diálogo, el coraje necesario para levantarnos después de la caída, sacudirnos el polvo y seguir adelante.