Alcaraz supera la exigencia de Tommy Paul y se cita con Medvedev en las semifinales de Wimbledon
Carlos Alcaraz tiene sólo 21 años, pero ya se mueve en una pista de tenis con más argumentos que el desparpajo que le da su insultante juventud y su talento. El tenista volcánico capaz de derribar a sus rivales por aplastamiento con su derecha demoledora, pero que a veces se desesperaba cuando le ofrecían resistencia, está mutando en un tenista más maduro y completo. Sin perder esa esencia que le hace único y que le ha convertido en el favorito del público, está añadiendo un toque de veteranía para saber leer los partidos y enfrentarse a las adversidades. En los cuartos de final de Wimbledon tenía un rival de esos que sí es capaz de aguantar sus ataques: Tommy Paul. Le había conseguido derrotar en dos ocasiones de cuatro enfrentamientos. Eso sí, siempre había sido en pista dura y en encuentros al mejor de tres sets...
Un partido de tierra batida
Esta era la primera vez a cinco sets y en hierba, aunque durante las 3 horas y 11 minutos que duró el duelo (5-7, 6-4, 6-2 y 6-2 para el murciano) apenas se notó. Paul aceptó un choque cara a cara, de muchos intercambios, sin que los servicios fueran un elemento tan determinante: Carlos terminó con siete saques directos y Paul, con sólo dos. Restaban casi todo, y a jugar: puntos largos, mucha exigencia para pelear por cada pelota de lado a lado de la pista. Era césped por el verde (aunque las pistas de Wimbledon ya muestran, a estas alturas, las habituales calvas), pero no por la forma de jugar, por mucho que el tenis cada vez tienda a parecerse en todas las superficies. Después de un intercambio de breaks al comienzo, el mejor ejemplo de lo que estaba sucediendo fue el sexto juego del primer set, que duró 20 eternos minutos y en el que Carlos tuvo que hacer un ejercicio de supervivencia para sacarlo adelante. No había juegos al servicio cómodos, todo estaba muy apretado y el que se mostró más acertado fue Paul, para volver a romper cuando Alcaraz peleaba por forzar el tiebreak.
Ni un reproche
Ese primer set duró una hora y diez minutos. Una auténtica paliza. El arranque del segundo fue también con una rotura de Tommy Paul, para ponerse 2-0. Pero Alcaraz seguía positivo, sacando el puño, mirando a su palco, y apenas puso una mala cara y no se reprochó en exceso el marcador o que, por ejemplo, no estuviera metiendo muchos primeros saques. Lo bueno para él fue recuperar la desventaja rápido. En líneas generales, fue muy estable durante toda la tarde, mientras que su rival tenía más altibajos. Paul, por momentos, parecía que no tenía fisuras y que podía llegar a todo y pasar de la defensa al ataque sin problema, pero al juego siguiente estrellaba dos pelotas en la red que parecían cómodas y se metía en problemas. Carlos minimizó esa sensación de montaña rusa. Acabó el choque con 37 errores no forzados, por los 51 de su rival. Con esa constancia, el pupilo de Juan Carlos Ferrero fue tomando ventajas en cada set que su rival recortaba por momentos, pero para volver a despegarse al instante siguiente.
La hora de lucirse estaba por llegar y en el cuarto set se vieron algunos de los mejores puntos del día, como un passing de revés a una mano de Paul dando un muñecazo casi desde la valla o las voleas, el globo o las derechas ganadoras del español, que logró cerrar el partido incluso con cierta solvencia.
En semifinales no se dará el enfrentamiento que todos esperaban, el nuevo clásico, otra Alcaraz-Sinner, porque el número uno del mundo (lo seguirá siendo después de Wimbledon) no pudo con Daniil Medvedev (6-7 [7/9], 6-4, 7-6 [7/4], 2-6 y 6-3). Se repetirá, por tanto, el partido de hace año, en la misma ronda. "Y espero que se repita el resultado", dijo Alcaraz, que en 2023 se exhibió, mostrando muchísimos más recursos que el ruso, al que terminó mareando. "Pero ha ganado al mejor jugador del momento, lo que demuestra que está en una gran forma", continuó Carlos. Medvedev, cuando tiene el día, es un muro con pocas fisuras, otra desafío para el joven maduro Carlos.