Qué hacer frente a la nueva alianza entre Rusia y Corea del Norte
No contento con perturbar la paz en Europa, el presidente ruso, Vladímir Putin, recientemente firmó un tratado de asociación estratégica integral con su par norcoreano, Kim Jong-un. El acuerdo, tan problemático para los líderes de China como lo es para los funcionarios occidentales, sacude la geopolítica del noreste de Asia y repercute en el mundo.
A pesar del malestar estratégico que ha provocado Putin, Occidente debe tener cuidado de no sobreestimar ni subestimar la importancia del tratado. Las razones para el reciente viaje de Putin a Pionyang —su primera visita en 24 años— fueron profundamente pragmáticas.
Rusia necesita con urgencia municiones, armas y trabajadores norcoreanos para seguir librando su guerra contra Ucrania, y Corea del Norte, más aislada que nunca, necesita respaldo diplomático, así como energía, alimentos, efectivo y tecnologías militares sensibles del tipo que solo el Kremlin puede brindar.
Para Kim, las tecnologías militares rusas son particularmente esenciales, porque podrían permitir que los misiles balísticos intercontinentales norcoreanos con armas nucleares sobrevivan a un reingreso a la atmósfera de la Tierra y alcancen cualquier blanco en el mundo sin ser interceptados por sistemas de defensa de misiles. Asimismo, si Corea del Norte puede producir submarinos nucleares silenciosos con la ayuda de Rusia, plantearía un riesgo monumental para la seguridad no solo en el caso de Corea del Sur y Japón, sino también de Estados Unidos.
Riesgo de desequilibrio militar
Si Rusia efectivamente provee este tipo de tecnologías sensibles a Corea del Norte, hará que se derrumbe el equilibrio militar en la península de Corea y en todo el noreste de Asia. Pero existe una limitación grande que podría impedir que Rusia lo hiciera: la incongruencia entre la estrategia global de China y la de Rusia y Corea del Norte.
La máxima prioridad estratégica de China es ganar la competencia global contra Estados Unidos. Sus líderes quieren reemplazar el sistema internacional unipolar liderado por Estados Unidos por un acuerdo multipolar dominado por China, y han intentado introducir cuñas entre Estados Unidos y sus aliados, con la esperanza de atraer a algunos a su propia órbita.
China se ha abstenido de proporcionar asistencia militar directa a Rusia, a pesar de su relación “sin límites”, precisamente porque quiere evitar que los países europeos caigan plenamente en los brazos de Estados Unidos.
De la misma manera, China viene intentando tener relaciones diplomáticas más amigables con Corea del Sur, inclusive participó en una cumbre trilateral entre Corea del Sur, Japón y China en Seúl en mayo, donde manifestó su compromiso con la “desnuclearización de la península de Corea”. Luego, el día antes de que Rusia y Corea del Norte firmaran su nuevo tratado, China y Corea del Sur llevaron a cabo un diálogo de seguridad diplomático de alto nivel 2+2 en Seúl.
Desde hace mucho tiempo, China defiende la estabilidad en la península de Corea, principalmente porque quiere que Corea del Norte sirva como un búfer entre China y las tropas surcoreanas y estadounidenses estacionadas apenas al sur de la zona desmilitarizada.
Matrimonio por conveniencia
Por el contrario, la preocupación más urgente de Rusia es ganar la guerra que empezó. En su desesperación, Putin parece estar dispuesto a postergar cualquier otra cuestión. Pero como su nuevo acuerdo con Kim no es más que un matrimonio por conveniencia, podría empezar a flaquear tan pronto como termine la guerra en Ucrania. Y como Donald Trump ha declarado que pondría fin a la guerra el primer día en el cargo (supuestamente dándole a Putin lo que quiera), ese momento tal vez no esté muy lejos.
Mientras tanto, Kim se desesperará por echar mano de las tecnologías militares altamente sensibles de Rusia que tanto anhela. Su principal objetivo es establecer a Corea del Norte como un Estado nuclear de facto que la comunidad internacional simplemente tendrá que aceptar.
Por supuesto, si Rusia efectivamente sucumbe a la presión norcoreana y le da a Kim las tecnologías que quiere, la alianza entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur se volverá más sólida. Habría ejercicios militares conjuntos con mayor frecuencia y más activos estratégicos de Estados Unidos asignados a la península. La opinión pública surcoreana también podría inclinarse aún más por respaldar un programa de armas nucleares doméstico o al envío de armas nucleares tácticas estadounidenses a territorio surcoreano. Estos acontecimientos se opondrían a los intereses estratégicos de China.
A pesar de que, aparentemente, ha quedado al margen del matrimonio estratégico entre Rusia y Corea del Norte, China ejerce una influencia significativa sobre ambas potencias más pequeñas. La economía de China es alrededor de nueve veces más grande que la de Rusia y más de mil veces más grande que la de Corea del Norte. Rusia probablemente no podría seguir combatiendo en Ucrania si China dejara de comprar exportaciones energéticas rusas o dejara de proveer materiales de doble uso (que tienen aplicaciones tanto civiles como militares, lo que los exime de las sanciones). De la misma manera, la economía norcoreana simplemente no puede sobrevivir sin alimentos, energía y comercio chinos.
Frente a esta dinámica, Occidente debería centrarse en apalancar la incongruencia estratégica entre China, Rusia y Corea del Norte. Para Estados Unidos, eso significa mantener un compromiso diplomático con China y una disuasión frente a Rusia. De confirmarse que Rusia efectivamente le ha brindado tecnologías militares sensibles a Corea del Norte, Estados Unidos, Corea del Sur y Japón deben tomar medidas sumamente visibles destinadas a fortalecer su cooperación en seguridad y crear vínculos más directos entre el este de Asia y la OTAN.
Los intereses estratégicos chinos y estadounidenses se superponen más en relación con la península de Corea que con Ucrania u Oriente Próximo. Ambos quieren la estabilidad en la región, lo que sugiere que la diplomacia con ese fin tiene un chance real de éxito si ambos países hacen el esfuerzo.
Yoon Young-kwan, exministro de Relaciones Exteriores de la República de Corea, es presidente del Asan Institute for Policy Studies (Instituto Asan de Estudios Políticos).
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