La participación ciudadana: otro pilar de la democracia
En anterior entrega escribí sobre la alternabilidad como pilar de la democracia[1] y, al efecto, citaba su definición conforme al Diccionario panhispánico del español jurídico:
“Principio que supone la posibilidad real de que los gobernantes o autoridades que ostentan el poder en un Estado o en un gobierno sean relevados periódicamente mediante mecanismos legales, principalmente electorales, a fin de que determinados partidos o personas no se perpetúen en el poder”.
En esta oportunidad me referiré a la participación ciudadana, entendida como el proceso mediante el cual los ciudadanos se involucran activamente en la toma de decisiones y en la gestión de los asuntos públicos. Se remonta a la Antigua Grecia, donde en las asambleas populares, en el Ágora, los ciudadanos se permitían debatir y tomar decisiones, aunque la democracia ateniense excluía a mujeres, esclavos y extranjeros.
En la Edad Media, algunas ciudades-estado italianas desarrollaron formas de autogobierno y participación comunal, con voz en la administración local; y con el surgimiento de las democracias modernas -la Revolución Americana en 1766 y la Revolución Francesa en 1789-, se confirmó la importancia de la participación ciudadana.
En el siglo XIX, las luchas por la independencia en la América Hispana destacaron la importancia de la participación de los ciudadanos en el proceso de la autodeterminación, inspirando la creación de mecanismos y estructuras de participación en las nuevas repúblicas. El famoso acontecer del 19 de abril de 1810, en Caracas, el pueblo, reunido en la Plaza Mayor, desconoció la autoridad del capitán general, Vicente Emparan, lo que constituyó un paso al 5 de julio de 1811, fecha en que se firmó el acta de la Declaración de Independencia de Venezuela.
En el siglo XX con el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, liderado por Martin Luther King jr., que generó protestas y marchas pacíficas en pro de la igualdad de derechos y la participación plena de los afroamericanos en la vida pública y política norteamericana. Su liderazgo fue crucial para la aprobación de leyes fundamentales como la Civil Rights Act of 1964 y la Voting Rights Act of 1965, que eliminaron barreras legales a la participación electoral.
En Suráfrica, Nelson Mandela y el African National Congress se enfrentaron al apartheid y lograron la instauración de una democracia en la que todos los surafricanos, independientemente de su raza, pueden participar plenamente en la vida política; y en América, figuras como Rigoberta Menchú, en Guatemala, y Berta Cáceres, en Honduras, han trabajado por los derechos de los indígenas y los trabajadores, promoviendo su participación en la toma de decisiones políticas.
La participación ciudadana se extiende mucho más allá del acto electoral. Implica un compromiso de los ciudadanos en los procesos que afectan su vida cotidiana y su entorno y puede manifestarse de diversas formas, tales como:
Consultas públicas, que permiten que los ciudadanos expresen sus opiniones y preocupaciones sobre proyectos y políticas antes de que se tomen decisiones definitivas.
Referendos y plebiscitos, que ofrecen a los ciudadanos la posibilidad de votar directamente sobre cuestiones específicas, dándoles una voz más directa en asuntos cruciales.
Presupuestos participativos, que involucran a la ciudadanía en la decisión de cómo se asignan ciertos fondos públicos, promoviendo una gestión más transparente y equitativa de los recursos.
Asambleas ciudadanas, que se reúnen para deliberar sobre temas específicos.
Como puede verse, la participación ciudadana es vital en la democracia; y alcanza su mayor importancia en los procesos electorales, pues garantiza que las elecciones sean una verdadera expresión de la voluntad popular, lo que hace de ella un pilar fundamental en las votaciones pues los ciudadanos no solo ejercen su derecho al voto, sino que también participan como observadores, miembros de mesas electorales y voluntarios, asegurando que los comicios sean libres y competitivos. Sólo a través de una participación activa y comprometida de los ciudadanos se puede garantizar una democracia vibrante y dinámica, capaz de responder a los desafíos y aspiraciones de sus ciudadanos.
[1] https://www.elnacional.com/opinion/la-alternabilidad-uno-de-los-pilares-de-la-democracia/
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