In memoriam Wolfgang Larrazábal Ugueto
El 23 de enero próximo conduce, a través del mundo de los recuerdos –el pasado presente–, a la reminiscencia de la conmoción cívico-militar que, en Venezuela, culminó con la cesación del régimen perezjimenista y la aparición relevante de nuevas personalidades, entre ellas el vicealmirante (entonces contralmirante) Wolfgang Larrazábal Ugueto. Este insigne personaje presidió la Junta Militar sustituyente del gobierno derrocado; junta que a pocos días fue recompuesta para mutar en cívico-militar mediante la incorporación de dos distinguidos civiles: Eugenio Mendoza Goiticoa y Blas Lamberti. Entonces, y así, la nación venezolana tomó el rumbo de las naciones democráticas, con la asunción de instituciones y trámites de países avanzados, por causa de lo cual recibió el reconocimiento internacional.
Wolfgang Larrazábal Ugueto, quien motiva y a cuya memoria se dedican estas líneas, permanece hoy en el olvido borroso e inmerecido, que ha motivado severos señalamientos contra la nación venezolana, como pueblo de frágil e ingrata memoria, en particular y en relación con quienes han sido sus prohombres.
En nuestra opinión lo preindicado se consuma a plenitud en y con la figura del mentado militar. Para ello basta sencilla comparación con personaje reciente, que ha ejercido funciones semejantes a las que correspondieron al contralmirante en su tránsito presidencial. La referencia comparativa que se anunció precedentemente es con Chávez Frías.
En efecto, ambos ejercieron la primera magistratura; el marino colegiadamente y el otro omnímoda y personalísimamente, y luego de un fracasado intento golpista. Larrazábal no fue permeable a la presencia de funcionarios y potencias extranjeras en la conducción gubernamental; Chávez sí, fuera de toda duda y particularmente a las de la nación cubana y, ahora mismo, la de Rusia.
En el gobierno del 58 no hubo señalamiento de nepotismo, mientras en el régimen chavecista las conductas nepóticas abundan al mayor, incluso con sobrados casos de ineptos designados para importantes destinos y gestiones.
Del vicealmirante no se sabe de favorecimientos a familiares y allegados para el enriquecimiento inmoral por indebido; mientras que han ocurrido casos copiosos y repetidos durante la gestión de Chávez, particularmente en lo que respecta a su parentela más cercana, copartidarios y estrechos y disimulados colaboradores y testaferros.
Al comienzo de su gobierno el marino proclamó la libertad de prensa; figura que para Chávez no fue más que promesa incumplida.
La violación de los derechos humanos ha sido una constante del gobierno chavista, muy diferentemente de lo ocurrido cuando el larrazabalismo.
Durante la administración de Larrazábal y bajo la inspiración de la misma, la junta sucesora estableció la autonomía universitaria y ocurrió la apertura de la Universidad de Carabobo, academia próxima a su celebración aniversaria. No hacen falta mayores comentarios sobre los consumados destrozos educacionales y académicos a todo el sistema educativo nacional y al régimen y la vida académica, de parte del gobierno que inició en 1999.
El militar de la armada venezolana mantuvo la decencia, la altura, la sobriedad y el buen lenguaje en su comunicación con el país. Chávez, en imitación a Fidel Castro, recargó su lenguaje presidencial con larguísimas peroratas, chabacanería y vulgaridad vocinglera.
En cuanto a la vida familiar de uno y otro, el marino mantuvo una familia estable y decorosamente funcionante. En cambio, Chávez tuvo más de una cónyuge, notorias uniones extramatrimoniales y altisonancias con sus parejas respectivas, sobre todo en su periodo residencial en San Bernardo, San Joaquín, Carabobo. Además, recuérdese aquel Aló Presidente que se emitió desde San Carlos, Cojedes, en el que el militar prenombrado, en actitud y expresión sicalíptica, ofreció su “merecido” a su entonces esposa, para escándalo de buena parte del país.
Mientras el vicealmirante comenzaba sus intervenciones públicas con la confesión de su fe cristiana, católica, apostólica y romana mediante la invocación de la Santísima Trinidad; Chávez, desde mucho tiempo atrás, se entregó a los brazos de la brujería en todas sus manifestaciones, especialmente las cultivadas por el castro-comunismo cubano, al extremo de la aparición de libros exclusivamente dedicados a recoger y explicar las prácticas de la superstición chavista.
No pueden cerrarse estas líneas sin relievar el respeto del Vicealmirante a la autonomía de los otros poderes, sin pretensión alguna de control o manipulación de ellos, hipótesis para la que resulta amplia y bastante elocuente la situación actual de la Contraloría que, en vez de combatir la corrupción, se ocupa de complacer con inhabilitaciones inconstitucionales la rivalidad electoral que confronta y combate la pretensión de dominio tiránico del castro-chavecismo.
Finalmente, at least but no the last, Larrazábal buscó la presidencia de la República mediante el voto popular, honesto y democrático y, para ello, renunció a la Jefatura de la Junta de Gobierno para participar de igual a igual con los otros aspirantes, para finalmente, respetar y aceptar el resultado adverso; sin que se dijera de él el aprovechamiento de las ventajas del poder. En cambio, Chávez durante sus aspiraciones presidenciales se mantuvo en la primera magistratura y los abusos y peculados, durante las respectivas campañas electorales, llovieron en copiosos aguaceros.
Para abreviar hay que decir que se trata de dos personajes antipódicos, con un saldo altísimamente positivo a favor de Wolfgang Larrazábal Ugueto, que no puede exhibir el individuo de Barinas.
Por ello mismo, destaca como incomprensible la actitud nacional de olvido de Larrazábal y de presencia de Hugo Chávez Frías, sobre todo ante la inacabada e incontable cantidad de males nacionales causados por el militar último mentado. Por ello se impone una rectificación de la memoria nacional a favor de la recuperación de la amnesia y el debido reconocimiento de Wolfgang Larrazábal Ugueto, como personaje insigne en la historia política venezolana contemporánea; muy a pesar del silencio expresamente planificado y querido por el régimen que agobia a Venezuela, al extremo de no nombrarlo jamás, pese a la inocultable verborragia del chavecismo y madurismo castro-comunista, y su control comunicacional nacional.
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