Hay paz y bromas en la pista de entrenamiento en la que Carlos Alcaraz se pone a punto para la final del domingo contra Novak Djokovic . También en la conversación que Juan Carlos Ferrero tienen con los medios desplazados a Londres en la terraza de Wimbledon. Ya no son novatos en esta circunstancia de pelear por un título grande en la Catedral y tampoco contra Novak Djokovic, al que le tienen respeto y ganas. Está confiado Ferrero en que su pupilo ha dado un salto de calidad enorme desde aquella final de 2023, en la que sí aparecía como el menos favorito de los dos porque hacía apenas un mes, en las semifinales de Roland Garros, se había quedado atrapado por la tensión del escenario y el rival. Una derrota ante el serbio y su propia presión en forma de calambres que trabajó con empeño en el mes siguiente. Porque solo habían pasado treinta días y se volvieron a encontrar en una situación semejante: Djokovic y Alcaraz, en la final de Wimbledon , con todo lo que conlleva el nombre del serbio, siete coronas en esa pista, 24 Grand Slams, frente a la frescura de ideas y de físico que aportaba el español. Y el murciano sorprendió al mundo con un triunfo de los mayúsculos. En esta reedición de la final, las sensaciones son aún mejores, porque Alcaraz ha desplegado el mejor tenis del torneo, con desconexiones incluidas que ha sabido controlar, y el serbio vive pendiente de la rodilla. «Estamos muy contentos. El rendimiento ha ido de menos a más, desde Queen's, la confianza ha ido subiendo hasta conseguir llegar a la final. Lo que está haciendo Carlos después de conseguir el título en Roland Garros, cambiar el chip y prepararse de esta manera y llegar a la final es algo escandaloso. El nivel que está mostrando, sobre todo también a nivel mental y aguantando esa presión que todo el mundo le pone de que va a llegar a estas rondas finales, un superdiez para Carlos», comentaba Ferrero, encantado con su chico maravilla. Aunque le encanta menos que su pupilo encuentre más relajante encontrar el tiro divertido y original que el efectivo. «Muchas veces debería jugar más al tiro efectivo, a lo seguro, a lo que requiere el partido. A veces ese punto divertido, ese hot shot, me ayuda a relajarme, a disfrutar del partido, de jugar ese momento y gracias a ello despliego mi mejor tenis. Sí, a veces es difícil hacer los golpes fáciles», explicaba el murciano. Pero no le hace tanta gracia a su entrenador: «¿No me veis reírme cuando hace eso? Carlos juega diferente. Ese tipo de golpes los tiene innatos, le salen natural. Muchas veces te sorprende y te alegra y otras veces dices, como el smash de ayer, que parecía que iba a rematar y luego dio un semigolpe, le darías una colleja. Conocemos que tiene un juego diferente y nos da muchas alegrías», aceptaba Ferrero. Lo deja volar, pero con los pies en la tierra, de ahí que no se fijen en la rodilla del serbio ni se fíen de su rendimiento. Está en la final y es lo que van a planificar, intentando explotar los puntos fuertes de Alcaraz, que son muchos en este Wimbledon: «Siempre que ha perdido el primero set ha acabado ganando, con lo cual no sé si la táctica mañana va a ser algo parecido. No, obviamente hay que intentar empezar mejor que el año pasado (perdió 6-1), ir ya de tú a tú, aceptando la batalla que Novak va a proponer durante todo el partido. Cuanto antes nos adaptemos a lo que nos va a venir, mejor». Ya sabe lo que es jugarse un título en esta pista y contra este rival, y Ferrero señala que un año de experiencia, en el caso del murciano, con solo 21, es muchísimo. Pero trabajarán el factor emocional para no perderse en los primeros minutos, incluso si Djokovic apela a ese otro juego con la grada que suele desplegar en los momentos de tensión. «Carlos tiene ya mucha experiencia. Cuando lleguen este tipo de situaciones que se generan por estrés de Novak, que a veces sale por ahí, tiene que estar concentrado, a lo suyo y seguir hacia delante. No nos preocupa eso. Se puede llegar a hablar antes del partido una pincelada, si pasa esto, tú tranquilo, pero no nos preocupa».
