La infancia de Begoña Rodrigo (Chirivella, Valencia, 1975) huele a pino carrasco y a brea, una tarde de junio, sentada en las dunas de la playa de El Saler . Las suyas no fueron precisamente una niñez ni una adolescencia dulces. Solo es un dato biográfico porque ella, en realidad, no se queja. Nunca lo ha hecho. Sonríe al pensarse en este rincón de la Albufera , con su madre Rosa Rodrigo al lado y un poso de orgullo compartido en la mirada, como el apellido, por haber llegado hasta aquí juntas. Las dos saben que ni las olas ni los éxitos de ambas pueden borrar las huellas de las duras situaciones que padecieron hace décadas en el ámbito doméstico....
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