Se pregunta el circuito masculino si hay grietas en este Carlos Alcaraz que, desde finales de mayo, no deja ni las migajas. Si existe un pequeño resquicio que permita plantearse la posibilidad de que es humano, de que en algún momento fallará. Si será Novak Djokovic (37 años), y toda su leyenda en esta pista, a pesar de la rodilla, su límite en esta final de Wimbledon que protagonizan ambos hoy (15.00 horas, Movistar+). En la primavera Alcaraz planteó dudas el antebrazo, encorsetado el murciano en una derecha que no era la suya pero que reconvirtió para que sirviera de un recurso más que añadir al zurrón. Liberado del manguito protector, y los fantasmas que lo acompañaban, se aferran ahora los rivales a esas desconexiones que sufre de vez en cuando, y que duran más o menos. Pero no es real tampoco. Es un señuelo que concede el español, una esperanza vana que se encarga de disipar con contundencia cuando su cabeza vuelve a la tierra después de dispersarse al no encontrar exigencia desde el otro lado de la red. «¿Qué es lo que lo hace diferente? Cuando empieza a construir esa aura, esa energía y a crear ese 'momentum'... puede jugar un tenis muy muy bueno. La mitad del trabajo que tienes que hacer en la pista es impedirle que realice y gane uno de esos puntos increíbles que se saca porque, cuando empieza, entra en ebullición y es muy difícil parar esa racha», explica Tommy Paul . En esos puntos increíbles se refugia el murciano, curiosamente, cuando está nervioso. «Debería jugar más al tiro efectivo, lo sé, porque a veces me sale un desastre. Pero cuando consigo un punto así, me ayuda a relajarme, a disfrutar del partido, y despliego mi mejor tenis», decía Alcaraz. No está tan convencido su entrenador, Juan Carlos Ferrero : «¿No me veis reírme cuando hace eso? Ese tipo de golpes los tiene innatos, le salen natural. Muchas veces te sorprende y te alegra, otras veces le darías una colleja. Carlos juega diferente y nos da muchas alegrías». Además de tiros increíbles por potencia y genialidad, este Alcaraz comenzó a arriesgar antes, a desplazarse por la pista con deslizamientos que no se atrevía tanto el año pasado y que tan bien le han funcionado. Una vez en la Central, ya no quedan secretos para él. «Se mueve increíblemente bien. Es el jugador más rápido. No es fácil cambiar de dirección tan rápido y en la forma en la que lo hace. Se mantiene siempre muy bajo, y eso no es fácil. La hierba le sienta bien. Es muy difícil superarlo», añade Paul, rendido a su puesta en escena. Frances Tiafoe lo tuvo muy cerca, cinco sets, pero tampoco pudo. «Puede golpear un ganador desde detrás de la línea de fondo. Tienes que sacarte el sombrero ante cómo consigue este tipo de golpes. ¿Puedes responder? Quizá, pero tienes que afinar muchísimo. Tuve un 30-30 en el cuarto set, pero también sacó muy buenos tiros. Solo queda felicitarlo», señala el estadounidense, resignado. Tanto Paul como Tiafoe, como también Ugo Humbert y Daniil Medvedev , sacaron el cien por cien o más de lo que tenían. Saben que no hay otra manera de tener, o soñar al menos, con una posibilidad que decante el duelo a su favor. Y aun así, difícil. «Es un jugador muy duro. Puede golpear fuerte. Puede crear buenos cortados. Puede hacer grandes dejadas. Puede volear. Realmente sabe cómo jugar al tenis», asume Medvedev. «Carlos sí que ha llegado al cien por cien en muchos de sus partidos, porque esas pequeñas desconexiones le hacen bajar al 70 o al 60. Pero no solo es el cien por cien tenístico, puede ser el 100 % mental o en los momentos complicados. Él tiene un nivel natural muy muy alto. Y en partidos de cinco sets, la gente tiene que jugar partidos muy buenos para ganarle si él está a un nivel normal», subraya Ferrero. El ruso lo intentó, pero se llevó un 6-7 (1), 6-3, 6-4 y 6-4 de pruebas irrefutables de que no hay fórmulas que puedan con este Alcaraz. Se presenta Novak Djokovic como posible antídoto en la final. Dos eras que permean y se vuelven mejores. Protagonista y antagonista que llegan por caminos y sensaciones casi opuestas a las del año pasado: el novato ya no lo es; el veterano, pendiente de una rodilla. Pero es Djokovic, que le ha ganado tres de los cinco duelos, y se juega contra su nombre y todo lo que tiene detrás. Ha conquistado Wimbledon en siete ocasiones; aspira a la octava corona, para empatar con Roger Federer ; y al Grand Slam número 25, para empatar consigo mismo. Un prodigio de competitividad, 38 días después de operarse la rodilla derecha, al que se le tiene muchísimo respeto. «Ha hecho una recuperación récord. Dice que está lejos de estar al cien por cien, pero está en la final. Y a un nivel físico óptimo. Se está moviendo bien, deslizando, no le veo gestos que digas que no está al cien por cien. Ya le he dicho a Carlos que van a ser cinco horas otra vez, y el nivel mental y la preparación tienen que ser altas», dice Ferrero. Se han olvidado de la rodilla del serbio y el plan es a largo plazo, que son 21 años contra 38: «Esperamos un nivel altísimo por su parte. Incluso en los días malos se sabe manejar muy bien y solventar los problemas. Planteamos un partido físico, largo, y que la juventud haga que las piernas de Carlos estén más frescas al final del partido». Sí estará pendiente Ferrero del cielo, pues hay diferencias entre jugar contra Djokovic bajo techo o al aire libre. «Aquí le pega fantástico a la pelota sobre todo en indoor, las toca todas centradas. El año pasado se lo vio un poco incómodo con el viento. No toca tan limpia la pelota. Sí, sería mejor jugar al descubierto. Pero llevamos todo el torneo jugando en indoor, así que, intentaremos adaptarnos lo más rápido posible». Hay respeto, pero también se tienen ganas, cuentas pendientes por un lado y récords por el otro. «Djokovic sabe mucho mejor que yo jugar una final de Wimbledon y de Grand Slams. Pero creo en mí mismo, creo en que voy a ganar, eso está en mi cabeza. Con la rodilla de Djokovic puede que me vean favorito, pero si está en una final es porque tenística y físicamente está en un nivel muy alto. En una final ya no veo favoritos. Pero sí me veo capacitado para jugar mejor que él», expone Alcaraz, que aspira a entrar en dos selectos clubes en el circuito masculino: sería el sexto jugador en defender corona en la Catedral y decimotercero en enlazar Roland Garros y Wimbledon. «Es muy joven; ha ganado tres Grand Slams y va a por el cuarto. En los dos últimos años la forma en la que se ha movido en hierba ha sido extraordinaria. Veo muchas similitudes conmigo en la habilidad para adaptarnos a la superficie. Él es el mayor reto, con esa capacidad de jugar igual de bien en todas las pistas y adaptarse a cada rival en cada partido», comenta Djokovic, y prosigue en sus halagos: «Es un jugador muy completo, y es impresionante lo que ha hecho con solo 21 años. Va a ganar muchísimos Grand Slams, pero espero que no este. Cuando yo me retire lo animaré. Me ganó el año pasado en una gran partido. No espero nada menos que eso. Me va a exigir lo máximo el domingo. Eso lo sé». Nadie espera menos en una final Alcaraz-Djokovic de Wimbledon.