Madrid no tiene playa y eso es una realidad a celebrar. ¿Se imaginan lo que sería convertirnos en una Barcelona cualquiera, una Málaga, qué se yo, una ciudad como tantas otras en las que, en verano, el salitre y las piernotas camparan a sus anchas en el bus, en las sillas de las terrazas, en las salas de espera de consultas o en la cola del banco? Madrid tuvo una estética, la de la vieja Castilla, la ciudad a 655 metros del nivel del mar, la que no es para bañarse, de la que se huye en verano. En Madrid siempre estuvimos a salvo de los chancletas, de las camisetas de tirantes, de las sombrillas y de los madrugones para...
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