Quizá el mayor alarde de sinceridad de un mentiroso compulsivo como Donald Trump tuvo lugar en 2016, cuando presumió de que podía salir a la Quinta Avenida de Nueva York y pegarle un tiro a alguien sin perder ni un solo voto. Aquella bravuconada –que anticipaba la impunidad con que opera el más destructivo nacional-populismo al generar su propia legitimidad iliberal– sentó el tono de la pesadilla política que sufre Estados Unidos. Con un antes y después irreversiblemente marcado por el asalto al Capitolio , violencia y política llevan demasiado tiempo entremezcladas en un país de gatillo muy fácil, con armas de fuego en circulación que habitantes. Volviendo a resucitar todo ese sangriento historial, que empieza con el vicepresidente Aaron... Ver Más