Cómo el acuerdo frustrado para enviar migrantes de Reino Unido a Ruanda ha beneficiado al Gobierno autoritario de Kagame
No habían pasado ni 48 horas desde que el laborista Keir Starmer ganara con mayoría absoluta las elecciones del 4 de julio en Reino Unido que ya tenía clara su primera medida: “El plan de Ruanda estaba muerto y enterrado antes de comenzar”, afirmó, haciendo referencia al polémico Acuerdo de Asociación sobre Migración y Desarrollo Económico, por el cual el Gobierno británico buscaba enviar a solicitantes de asilo a Ruanda –aunque no procedieran de este país– y que ha sido un fiasco para su predecesor, el conservador Rishi Sunak.
Sin embargo, once días después de la derrota electoral de Sunak, su contraparte del acuerdo, el presidente ruandés, Paul Kagame, acude a las urnas y todo parece indicar que a él no le pasará factura la finalización del pacto con Reino Unido.
Kagame obtendrá con total seguridad un cuarto mandato que solidificará su poder en un país que se ha modernizado a base de mano de hierro. En 2017, el dictador ganó con un 99% de los votos y, ante un espacio político cerrado, este año repetirá números similares. En las elecciones de este lunes, el mandatario compite contra dos rivales minoritarios y benevolentes con el régimen: Frank Habineza, del Partido Democrático Verde, que obtuvo un 0,45% de votos en los últimos comicios; y Philippe Mpayimana, que consiguió un 0,72% y ha colaborado con el Gobierno de Kagame.
Según la ONG Amnistía Internacional, las elecciones tienen lugar en un contexto de represión: “La oposición política sigue enfrentándose a graves restricciones a su derecho a la libertad de asociación, así como a amenazas, detenciones arbitrarias, procesamientos por cargos falsos, asesinatos y desapariciones forzadas. La sociedad civil independiente y los medios de comunicación también enfrentan numerosos ataques, intimidación, acoso y represalias por su trabajo”.
Un cuarto mandato asegurado
Los opositores más beligerantes han sido vetados, con Victoire Ingabire a la cabeza. La líder de las Fuerzas Unidas Democráticas de Ruanda volvió del exilio para presentarse a los comicios en 2010, pero todavía no ha podido estar en las papeletas. Primero fue arrestada y condenada a 15 años de prisión en un juicio considerado “político”. En 2018, fue liberada tras obtener el perdón presidencial, pero su condena le impidió ser candidata este año. Ingabire alega que Kagame “le tiene miedo” porque representa a una “mayoría silenciosa”. Ahora, su equipo ha lanzado una petición para que le dejen salir del país para ver a su familia.
En 2015, Kagame cambió la Constitución del país para poder optar a un tercer mandato. Este será el cuarto, si nada cambia. Y no lo hará tampoco ante la ausencia de alternativas y un alto grado de apoyo popular a su favor. El presidente ha conseguido modernizar un país cuyas calles están impolutas. Tampoco hay rastro público del odio entre vecinos que derivó en una guerra civil y el genocidio contra los tutsis en 1994. En Ruanda, todos callan para seguir viviendo en paz.
“Kagame es popular porque le atribuyen la paz y la estabilidad que Ruanda ha disfrutado desde el genocidio. Dicho esto, la mayoría de los ruandeses también consideran que Kagame y el Frente Patriótico Ruandés, partido que gobierna el dictador, son demasiado controladores y desean una mayor libertad de expresión”, dice a elDiario.es Phil Clark, profesor de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres (SOAS).
El presidente ha conseguido limpiar la imagen de su país a base de un sistema de servicios sociales efectivo, una unión impuesta a la fuerza y una imagen de marca que atrae a la comunidad internacional, que prefiere no ver la persecución a la oposición ni la vulneración de los derechos humanos y libertadas básicas. Para el Norte Global, Kagame es un solucionador de problemas.
Un acuerdo que refuerza su imagen política
El acuerdo con Reino Unido era el último paso dentro del ambicioso plan del presidente para colocar a su país como un socio preferencial de Occidente. Kagame abría una vía para solucionar el rompecabezas de muchos dirigentes europeos: la migración irregular desde África.
El acuerdo se rompe ahora sin que ningún avión con solicitantes de asilo haya salido de Reino Unido rumbo a Ruanda y con una sentencia del Tribunal Supremo británico que consideró que hay un riesgo real de que los derechos humanos de estas personas sean vulnerados y que sean devueltas a países peligrosos. Todo ello podría poner en la picota a un dictador de 66 años que lleva treinta en el poder, pero no solo no será así, sino que ha reforzado su poder e imagen.
“En última instancia, Ruanda sigue siendo un ganador del acuerdo migratorio”, dice el profesor de la SOAS. “La aportación de Reino Unido, que ronda unos 300 millones de libras, ha supuesto una importante inyección de financiación para una economía pequeña como la de Ruanda”, añade.
Hasta ahora, Ruanda ha recibido 320 millones de euros y, pese a la revocación del plan, el Gobierno anunció que el acuerdo no incluía una cláusula para devolver a los solicitantes de asilo. El último pago de 60 millones de euros llegó en abril y, tras la ruptura del trato, Reino Unido tan sólo se ahorrará dos pagos anuales como ese en los años venideros. “Ruanda ha utilizado eso para establecer una infraestructura migratoria que ahora espera utilizar en otros acuerdos migratorios con los Estados del Norte Global”, asegura Clark.
El Gobierno ruandés ya había creado centros para los solicitantes de asilo y, aunque no vaya a recibir a ninguna persona, de momento, Kagame ha salido ganando. El líder autoritario ha abierto la puerta a un sistema inédito que atrae a los europeos para solucionar sus problemas de gestión la migración irregular. “Ruanda ha demostrado ser un socio capaz, listo para implementar el tipo de sistema migratorio subcontratado que probablemente se convierta en la norma global en las próximas décadas”, dice el profesor. Dinamarca y Austria ya han mostrado interés. “Ruanda ha utilizado el acuerdo con Reino Unido para convertirse en el líder africano en este ámbito, lo que le otorga una importante influencia diplomática y podría resultar muy lucrativo”, añade. “De cualquier manera, no podía perder”. Kagame nunca pierde.