Caminar descalzas por la playa es algo tan natural que nos lo pide el cuerpo. Un instinto que se activa solo con estar en el paseo marítimo: el simple hecho de ver el mar ya nos da ganas de quitarnos los zapatos y bajar a caminar por la playa. Sentir como la arena va bajando lentamente bajo nuestros pies, con alguna que otra ola que nos moja y nos refresca cuando paseamos por la orilla es sencillamente un placer que no tiene precio.