En el día de la Virgen del Carmen, patrona de las gentes de la mar, Sevilla ha hecho remembranza de su relación con el océano que la hizo célebre metrópoli con un azulejo que recuerda el antiguo nombre de la calle García de Vinuesa: calle de la Mar porque conectaba el Arenal donde atracaban las flotas de Indias con el centro neurálgico de la ciudad que delimitaban las Gradas de la Catedral donde se asentaban genoveses y alemanes, como todavía conserva el nomenclátor. La iniciativa hay que apuntársela a Rafael Valero Fernández de Córdoba , un bullidor sevillano de la Puerta Real, que no ha parado hasta ver repuesto el azulejo que hasta los años 70 del pasado siglo hacía memoria del nombre antiguo de la vía por la que pasaban las carretas con las mercancías que iban a América y las que venían de allí y, atravesando México por el Camino Real, procedentes de la nao de China o el galeón de Manila que conectaba la capital de las Filipinas con Sevilla en la más reseñable línea comercial marítima de su época durante más de 250 años. El Ayuntamiento accedió a que se recolocara el azulejo que debió perderse en alguna obra del infausto periodo del desarrollismo, la estibadora Sevitrade acogió la iniciativa de la asociación Niculoso Pisano, el taller de cerámica Rocío-Triana lo reprodujo tal cual y los operarios de Sando lo colocaron hace una semana. Ayer, el alcalde José Luis Sanz descubrió la placa. No es más que un recordatorio, pero la ciudad y su callejero no son más que un enorme palimpsesto en el que la historia va escribiendo sobre los renglones anteriores. Eso pasó con la calle de la Mar, nombre evocador donde los haya que tanto gustaba de pregonar a Antonio Burgos , para quien tuvieron palabras de recuerdo los intervinientes, Martín Carlos Palomo en nombre de la asociación de amigos de la cerámica y Marcos Pacheco Morales-Padrón, en representación de Sevitrade. El nombre histórico que ligaba a Sevilla con su vocación marítima se perdió en 1866 , cuando el Ayuntamiento acordó rotular la calle con el nombre de García de Vinuesa , alcalde durante el reinado de Isabel II del que ayer sólo se rememoró -en tono de reproche- el derribo de las murallas y puertas de la cerca almohade bajo su mandato para ganar en salubridad e higiene públicas. Precisamente contrajo el cólera en una de las visitas que regularmente estuvo haciendo durante los dos meses finales de su vida a la cárcel, los hospitales para interesarse personalmente por los contagiados. Durante la Primera República, la calle recibió fugazmente el nombre de 1873 , en recuerdo del año de proclamación de este régimen, pero decayó a la vez que aquella no sin antes registrarse barricadas y enfrentamientos a tiros durante la rebelión cantonal en que se consumió aquella experiencia republicana y con la Restauración borbónica recuperó su dedicación a Juan José García de Vinuesa, que murió en su vivienda del número 6 y en la calle tenía su domicilio social la línea de vapores ligada a su nombre que unía Sevilla con Marsella. El acto inaugural del antiguo rótulo de la calle de la Mar reunió a un puñadito de entusiastas y aficionados de la historia de la ciudad, apretados contra la pared para no interrumpir el tráfico rodado en el que es la principal salida de la zona monumental de la ciudad. Lo que hace siglos eran carretas transportando mercaderías valiosas hoy son vehículos llevando a turistas. Precisamente el edificio de la esquina, frente a la Punta del Diamante, original de Aníbal González en el número 2 de la calle está en obras de rehabilitación para convertir la antigua sede del Banco Popular en un nuevo establecimiento hotelero de lujo. Perduran en su actividad original dos de las bodegas más señaladas de la ciudad, como son Casa Morales , fundada en 1850, y Salazar , cuya primera radicación está datada en 1908. El primer café que se abrió en la ciudad tuvo en la calle de la Mar su negocio, que el historiador Santiago Montoto precisó en 1758. También se mantiene en uso el hotel Simón , en el número 19, al menos desde 1935 cuando se mudó de la esquina de Rioja con Tetuán. En el hotel Simón de la calle García de Vinuesa se alojó el general Queipo de Llano en las fechas previas al golpe militar desencadenante de la Guerra Civil del que mañana se cumplirán 88 años. Todo eso cabe en el azulejo recuperado que ayer se inauguró. Los promotores de la iniciativa quieren devolver un buen número de los rótulos antiguos que José Gestoso colocó por toda la ciudad (todavía visibles en Mateos Gago, antigua Borceguinería, o Albareda, antigua de Catalanes). Ya tienen permiso para continuar su altruista labor en la vecina Federico Sánchez Bedoya, a la que devolverán a modo de recordatorio su antiguo nombre de Bayona.