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Nuria Varela, escritora: "Si no haces un trabajo psicológico con las mujeres, tendrás al maltratador metido en sus casas"

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Nuria Varela (Asturias, 1967) es periodista y escritora y ha hecho del feminismo y la perspectiva de género el eje de su carrera. Lo hizo en las redacciones de varios medios de comunicación, en libros como Feminismo para principiantes o Íbamos a ser reinas, y en su labor como primera directora de gabinete del Ministerio de Igualdad de Bibiana Aído (PSOE). En los últimos años ha sido directora general de Igualdad del Principado de Asturias y, ya desvinculada del cargo, publica nuevo libro. En El síndrome Borgen (Sinequanon), Varela elabora la respuesta a una pregunta: ¿Por qué las mujeres abandonan la política? Además de datos y reflexiones que ayudan a entender los motivos y hasta qué punto el poder resiste a democratizarse, la escritora diserta sobre lo sucedido en los últimos años en la política y en el feminismo.

¿Abandonan muchas mujeres la política?

Lo que vemos con indicadores, porque las percepciones son a veces muy engañosas, es que según va aumentando la paridad, la posibilidad de llegar a puestos de poder, menos tiempo estamos y además menos poder ejercemos. Es una debilidad que tiene que ver con integrarse en las estructuras sin modificar las estructuras. La paridad sin permanencia y sin poder ha producido la masculinización generalizada de la sociedad y, sobre todo, la masculinización de la política. Vemos como la política cada vez es más violenta para todo el mundo, hombres y mujeres. Pero obviamente para las mujeres es peor y la inmensa mayoría no lo soportan y abandonan por eso. No sé si he acertado con el título: es ¿por qué las mujeres abandonan? o sería ¿por qué las mujeres son expulsadas? Luego hay otro grupo de mujeres que permanece, pero con un coste en salud, en reputación, en vida personal tremendamente elevado.

Al final, cuando hacemos políticas de igualdad desde el feminismo estamos cuestionando el poder y el poder se resiste a democratizarse. Llegas con unas formas políticas distintas a todo el mundo, y hay una frase muy habitual en la administración pública: "Siempre se ha hecho así". A lo mejor es que siempre se ha hecho mal.

¿Cuáles son esos mecanismos que alejan a las mujeres de la política?

Son muy invisibles, están muy banalizados: la falta de respeto, el menosprecio a las mujeres en general y en particular a nuestras formas de hacer, a nuestras formas de pensar y muy en particular al feminismo y todo lo que plantea de disruptivo, de novedoso, de cambio. Al final, cuando hacemos políticas de igualdad desde el feminismo estamos cuestionando el poder y el poder se resiste a democratizarse. Llegas con unas formas políticas distintas a todo el mundo, y hay una frase muy habitual en la administración pública: “Siempre se ha hecho así”. Y bueno, ¿qué aporta eso? A lo mejor es que siempre se ha hecho mal. A lo mejor es que el mundo no para de cambiar. Lo que es indudable es que hasta hace bien poco no había una mirada feminista, ni siquiera había una mirada de mujeres, en la toma de decisiones, con lo cual, lejos de apoyar todos los cambios que se proponían, la administración los frena, y lo mismo en las estructuras de los partidos y sindicatos.

¿La mención al aspecto y el físico es uno de esos mecanismos?

En política las mujeres sufren la presión sobre el cuerpo, pero ya no solo sobre el aspecto, sino sobre los ciclos vitales: la menopausia, los embarazos, las maternidades. La inmensa mayoría de las mujeres que están en política son jóvenes, especialmente en las áreas de igualdad, y la inmensa mayoría de quienes dirigen los destinos del mundo son señores mayores o muy mayores. No es baladí, porque, al final, las mujeres, cuanto más jóvenes, menos experiencia y menos redes de relaciones tienen, que son lo que te permiten ejercer el poder y defenderte cuando arrecian las batallas para expulsarte de ese poder. Otro ejemplo es el poco tiempo que se les da a las mujeres: tienen que demostrar su valía en una semana, y si no te dan el tiempo necesario para hacer las cosas apenas hay consolidación. Y por supuesto la violencia mediática y en redes, hay críticas dañinas que se hacen y se sufre por los hijos, por los padres... Se paga mucho coste en salud. Hay una gran cantidad de mujeres con problemas serios de salud que han abandonado la política por eso.

Las mujeres tienen que demostrar su valía en una semana, y si no te dan el tiempo necesario para hacer las cosas apenas hay consolidación

Dice que la paridad no es suficiente. Justo una de las apuestas de este Gobierno es la Ley de paridad, que sigue la estela de la ley de igualdad, para obligar a que la presencia de los dos sexos sea equilibrada. ¿Tiene sentido esa apuesta o quedará descafeinada si no va acompañada de otras políticas?

La paridad es un instrumento fundamental que propone el feminismo para que la sociedad sea más democrática y para conseguir mayores cotas de igualdad. Esa parte para mí no tiene discusión. ¿Cuál es el problema? Que la paridad y las cuotas por sí mismas no valen. Uno, porque no te aseguran en ningún caso que las mujeres que lleguen sean feministas, ni tengan conciencia de género, ni hagan políticas pensando en toda la sociedad. Dos, porque si esas mujeres que llegan no pueden consolidarse, no van a poder ejercer el poder. Así que la paridad sola efectivamente no está cambiando la realidad.

¿Y qué requisitos considera que harían falta?

Como mínimo necesitamos dos o tres cosas. Por ejemplo, no ir solas a los lugares de poder, tenemos que pelearnos más que por la paridad, por la masa crítica, por tener unas estructuras suficientes. Luego, la administración tiene que hacer cambios importantes: por ejemplo, aún no contempla la especialización en políticas de igualdad ni en lucha contra la violencia de género. Eso quiere decir que no tenemos gente especializada ni siquiera en los organismos de igualdad. Tampoco hay mecanismos para que las ayudas que reciben las mujeres víctimas estén anonimizados. La administración no tiene herramientas de transversalidad. La paridad sola lo único que hace es desgastar a las mujeres que llegan al poder, pero difícilmente pueden ejercerlo.

En el libro menciona algún episodio de machismo que vivieron durante el mandato de Bibiana Aído al frente del Ministerio de Igualdad. ¿Era aquello violencia política? 

Sí. Y el problema era que ni siquiera teníamos ese concepto entonces. La lástima es que el concepto y las leyes se han desarrollado mucho en América Latina, pero aquí prácticamente ni lo manejamos ni hemos desarrollado medidas al respecto. Un informe reciente en la Unión Europea sobre la violencia política digital no mencionaba ni la manosfera ni ninguna política específica de género. Cuando todas sabemos que hace ya años que llevamos hablando de violencia de género digital, de que estamos preocupadas de la violencia, no solo contra las las políticas, sino contra todas las mujeres que tienen voz o que quieren tener voz pública. Europa va por detrás en ese sentido y el silencio es dañino.

La paridad y las cuotas son un instrumento fundamental para que la sociedad sea más democrática pero por sí mismas son insuficientes

¿Lo que ha pasado con Irene Montero ha sido también violencia política?

Claro, la violencia política contra las mujeres va in crescendo y, dentro de eso, las políticas de igualdad y el Ministerio de Igualdad están especialmente en la diana: es el lugar donde se concentra la voluntad de cambio y es el lugar donde más violencia se recibe. Y no solo, porque ahí está Mónica Oltra y tantas otras mujeres que han sufrido violencia política. Algunas la han sufrido en absoluto silencio y esa es otra cuestión: que las mujeres abandonan la política habitualmente después de sufrir muchísima violencia en silencio y nadie sabe nada. Yo con este libro estoy viviendo cosas impresionantes, muchas mujeres de las que no sabías, que se fueron siquiera sin que lo supiéramos o sin hacer una sola declaración, y que te escriben en privado para dar las gracias.

Choca que afirme que la sociedad y la política está más masculinizada y es más violenta que antes, ¿no ha sido esta una década también de muchos avances en cierto sentido?

Estamos en una década compleja. Por un lado, hay un ascenso de discursos supremacistas en todos los sentidos. Y, por otro lado, los discursos son más violentos aunque haya más mujeres. También es que ese es el discurso oficial, el discurso mediático, incluso el discurso social. Se nos ha hecho creer que hay más mujeres, pero realmente lo que hay es un continuo rodar de mujeres que van pasando por la política y eso no ha significado que hayamos hecho políticas feministas a fondo. Hemos pintado las paredes, pero no hemos tocado los cimientos. Soy pesimista, porque la violencia contra las mujeres no deja de aumentar. Y yo especialmente estoy preocupada con la violencia sexual con las menores. Hay seis asesinatos en 24 horas y no vemos una condolencia social ni vemos una condolencia política, ni vemos una medida urgente. Creo que hemos banalizado la violencia contra las mujeres y el feminismo está en un momento complejo.

Estamos en una década compleja. Por un lado, hay un ascenso de discursos supremacistas en todos los sentidos. Y, por otro lado, los discursos son más violentos aunque haya más mujeres

¿Hasta qué punto podemos afirmar que hay más violencia machista ahora? No hay consenso acerca de que haya aumentado sino de que han crecido las denuncias y la Macroencuesta muestra de hecho una bolsa de violencia sumergida enorme

Es verdad, y es increíble que en este momento de desarrollo de la inteligencia artificial y todo lo que mueve a su alrededor sigamos sin cifras buenas de violencia de género. Para mí eso es una muestra de la falta de políticas de igualdad profundas, de un desdén respecto a la violencia, una normalización. Nosotras en Asturias abrimos el centro de crisis para víctimas de violencia sexual el primer año de legislatura, nada más llegar. Hicimos unos cálculos y el centro se nos quedó pequeño en un año. En ningún caso pensamos en abrir en nada especializado para menores y en un año tuve que poner un equipo experto en menores y la cantidad de mujeres que han pasado por el centro no nos lo imaginábamos ni de lejos. Hay una variable que sí que distorsiona, que es que cada vez se conoce más el recurso y yo siempre he sostenido la idea de que todas las mujeres hemos sufrido algún episodio de violencia sexual a lo largo de nuestra vida. Pero detecto, también en violencia de género, que cada vez las edades van bajando. Puede haber muchas causas. Primero, también ha bajado la media de edad en las relaciones sexuales. Obviamente la pornografía está ahí. También los teléfonos móviles y todo el control que permiten. Y hay un problema fundamental: no hay coeducación en las aulas. Las políticas públicas no están a la altura.

¿Considera que las políticas que se han hecho en los últimos años han sido ambiciosas y acertadas? La ley del 'sí es sí', la nueva ley de salud sexual...

Ampliar la ley del aborto, por supuesto, es un acierto. Ahora creo que la ley del 'solo sí es' no es una buena ley y que la política en violencia no ha sido acertada. Lo he dicho a lo largo de toda la legislatura. En la ley de violencia sexual han replicado cosas que sabemos que no funcionan, como los abogados de oficio o cargarse competencias, por ejemplo, yo no podía tratar a las menores. Todo el sistema contra la violencia se ha movido y ha dejado de ser una política de igualdad y se ha convertido en una política social y con la violencia de género no se acaba así.

¿En qué sentido?

Quiero decir, una mujer maltratada no necesita una solución habitacional, necesita darle las riendas de su vida. Algunas necesitan mucho apoyo económico y otras no, pero las que no necesitan apoyo económico no están en el sistema. ¿Se está ofreciendo recursos para ellas? Creo que las políticas de igualdad en los últimos años se han convertido en políticas sociales y ese es un grave error.

Lo que ayuda a las mujeres que sufren violencia de género es que les demos las herramientas que necesitan para retomar su vida. Si no haces un trabajo psicológico y de acompañamiento con ella, tendrás al maltratador metido en su casa

¿Pero no es la política habitacional una pata más dentro de una política integral? Hemos visto casos de mujeres asesinadas, por ejemplo, que tenían que compartir vivienda con su agresor o que no habían podido independizarse o alejarse de él por motivos económicos y de vivienda.

Lo que ayuda es que les demos las herramientas que necesitan para retomar su vida. Si no haces un trabajo psicológico y de acompañamiento con ella, tendrás al maltratador metido en su casa, eso sin duda. Políticas sociales, viviendas... vale, pero necesito que haya acompañamiento experto en todo, en los juzgados, en la educación, con sus criaturas...

En el libro habla de la violencia política, pero habla de otras amenazas, como el neofascismo o “la llamada furia trans”. ¿Cree que ambas pueden ponerse al mismo nivel?

El problema es que no sabemos de qué estamos hablando cuando hablamos de furia trans. Si hablamos de la gente que ha cosificado a las mujeres feministas y las ha dejado de llamar feministas para llamarlas TERF, o la gente que se ha puesto camisetas con matar a las TERF, pues me parece que es una violencia tremenda, súper agresiva. Y si hablamos también de esas mujeres que a lo mejor llevan toda su vida trabajando por la igualdad en todos los aspectos, incluido el derecho a la identidad sexual, y haces lo mismo, les quitas el nombre, su posicionamiento político, o el trabajo. Esa demonización del feminismo radical me parece inexplicable desde alguien que se supone o que se pretende denominar también feminista.

Pero llevar una camiseta que ponga 'matar TERF' o generar una violencia sistemática no parece una reacción mayoritaria entre quienes tienen posiciones a favor de la ley trans ni una entidad comparable al neofascismo en ningún sentido.

No tengo ni idea. Para mí el el error gordo es que no se ha podido debatir, que no se debate. Entonces no tengo ni idea de si son muchos o pocos, pero sí tengo dos ideas claras. Para mí la violencia es violencia y la violencia contra las mujeres me da igual quién la esté ejerciendo, pero es violencia y condenaré todas las formas de violencia. El feminismo siempre se ha enfrentado a la violencia, a las guerras, a la violencia política, la violencia sexual, a todas las violencias.

La pregunta que ha hecho tanto daño al feminismo es la de si una mujer trans es una mujer. ¿Quién tiene ganas de dividirnos de esta manera y de enfrentarnos? Ese es el primer deseo patriarcal

¿Y llamar a las mujeres trans 'hombres con falda' o 'mujeres con barba' o exponer públicamente perfiles de personas trans o que están transicionando y mostrando incluso su sufrimiento es violencia?

Si entramos ahí volvemos a la pregunta que ha hecho tanto daño al feminismo de si una mujer trans es una mujer. ¿Quién tiene ganas de dividirnos de esta manera y de enfrentarnos? Ese es el primer deseo patriarcal. Me niego a enfrentarme, creo que hay que quitar la violencia y estoy harta de los enfrentamientos. La violencia es violencia.  

Por eso le pregunto si ese tipo de comportamientos son también violentos o si cree que precisamente ayudan a acabar con el enfrenamiento y ayudan a hablar y mostrar una actitud dialogante.

Lo que no puede ser es que el feminismo sea una teoría política que defiende la existencia del sistema sexo-género y del patriarcado y que quiere eliminar el género y, al mismo tiempo, una teoría política cuyos macro relatos son que el patriarcado no existe, que lo que existe son experiencias individuales y que el sistema sexo-género no existe. Estoy muy a favor de que exista todo tipo de pensamiento, solo faltaría, llevo toda mi vida peleándome por eso, pero no puede ser lo mismo y pretender llamarse igual, eso ha generado una tensión en el feminismo, una polarización y un descrédito que creo que está haciendo daño a todas las mujeres, nos está deslegitimando a todas. Entonces vamos a ver si conseguimos hablar. Ese es otro error, como se aprobaron leyes de una manera extraordinaria, sin debate.

Decir a las mujeres trans 'hombres con falda no contribuyen a destensionar nada, pero desde luego creo que no se puede comparar con todo lo que significa el proceso de generar un término como el de TERF

¿Se refiere a la ley trans?

La ley trans se aprobó de una manera extraordinaria y a mí me hubiese gustado un procedimiento habitual donde se hubiese provocado muchísimo el debate, la comprensión y la explicación. Eso ha contribuido a la bronca y a una polarización insoportable y además muy dañina para todas.

Le insisto entonces: ¿no crees que decir 'hombres con falda' o 'mujeres con barba' es también deshumanizar, y contribuir a la bronca y la polarización?

No, esas expresiones no contribuyen a destensionar nada, pero desde luego creo que no se puede comparar con todo lo que significa el proceso de generar un término como el de TERF y lo que supone. Yo, desde luego, nunca he querido fomentar la división y la bronca. Eso me parece un error.




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