Rafael Nadal pisa una final de un torneo ATP dos años después. Una sequía que frena en Bastad después de sacar otra lección de pundonor y sufrimiento contra el croata Duje Ajdukovic , a quien venció por 4-6, 6-3 y 6-4 en dos horas y doce minutos. Con 38 años la celebró como la primera, brazos en alto y mirada al cielo por todo lo que ha costado llegar hasta aquí. Y a partir de aquí, a soñar. El jugador clasificado de la previa lo puso en apuros, porque todavía falta ritmo competitivo en las piernas del balear, como ya le pasó en el partido de cuartos contra Mariano Navone (6-7 (2), 7-5 y 7-5). En esta semifinal, además, Nadal tenía esas cuatro exigentes horas de la previa cargadas en las piernas. Sin embargo, la mano y la mentalidad van libres y firmó otro ejercicio de resistencia ante el croata, liberado de toda presión y toda historia contra el español pues es este su más serio torneo, toda vez que hasta esta semana en Bastad solo había conseguido una victoria en el circuito ATP. Se movió bien el croata, 23 años y 130 del mundo, valiente y disfrutando de este momento de su carrera. Y renqueante en sus desplazamientos, como ante Navone, a Nadal le costó mandar en el primer set y en sus propios juegos. Con un 54 % de efectividad con el primero, permitió que la valentía del croata le viniera encima. Un break fue suficiente para atenazarlo también mentalmente, demasiado corto en los golpes desde el fondo y sin reacción ante la pelota rápida de Ajdukovic. Sin embargo, con el set perdido y aun con un rival que se le creyó y todavía elevó un poco más el nivel de tenis, con un tempranero break, Nadal se limpió el cansancio y comenzó a ser el Nadal de los puntos agresivos y estratégicos. Apeló incluso al saque y red y desplegó la sabiduría que le han dado los mil partidos que lleva de distancia con el rival. La derecha comenzó a ser más larga, más profunda y más efectiva, y movió de lado a lado al croata, al que se le empezaron a secar las ideas y a acumular los errores provocados por la subida de intensidad del español. El 0-2 quedó reducido a una anécdota en cuanto Nadal sacó todo ese arsenal y el carácter ganador. No más dudas con su servicio (acabó el set con un 78 % de efectividad y dos turnos de saque en blanco) y más velocidad de piernas. Ya lo había demostrado por enésima vez ante Navone: un partido contra Nadal siempre se hace largo. Conforme se crecía el balear, bajaba el croata, con errores inapropiados y sin respuestas. En 29 minutos, la semifinal se igualó a dos sets, con un Nadal mucho más entonado y fresco cuando se llegó a la hora y media de choque que al inicio. El camino parece allanarse, un 3-0 soberbio, pero vuelven las curvas y los requiebros, el revolverse de un Ajdukovic que no le tiene miedo ni respeto a quien tiene delante. Pero Nadal se hace respetar con todo lo que tiene a sus espaldas, que es muchísimo tenis y ganas e ilusión y nivel y orgullo. Así celebra, puño y grito al cielo volver a romper el saque de su rival para ese 4-3 al que se aferra ya con todo para jugar la final de este domingo 21. Nadal, con todavía margen de mejora, pero en todo su esplendor de garra, competitividad y hambre, vuelve a una final dos años después. Ha pasado mucho tiempo desde aquel Roland Garros 2022, pero vuelve Nadal al camino que quería estar, más cerca de sí mismo cuando también se acerca a esa Philippe Chatrier donde quiere volver a brillar, al menos, una vez más. "Ha sido otro partido muy duro. El rival ha jugado uno de los mejores reveses contra los que me he enfrentado. He intentado presionarlo y ha sido difícil sobrevivir. Pero estoy en una final después de tantos años y es una muy buena noticia", comentó el balear. "Hace mucho tiempo que no gano cuatro partidos seguidos (desde Wimbledon 2022). Este proceso de recuperar tantas cosas que he perdido y con una cirugía hace un año no han sido fácil. He peleado y los partidos de ayer y de hoy me ayuda mucho y espero poder jugar mejor mañana", concluyó Nadal, en su primer final después de dos años.