Feria Nacional del Libro 70 años después
El 24 de agosto de 1954 se inauguró la Primera Feria Nacional del Libro, en las instalaciones de la Escuela de Pedagogía de la Universidad de Costa Rica (UCR). En ese edificio, emblemático para la gente de la época, estuvo la desaparecida Universidad de Santo Tomás y es hoy la sede del Ministerio de Hacienda.
En ese tiempo, la UCR apenas tenía 14 años de fundada, y tales iniciativas reafirmaban su naciente compromiso de contribuir a la mejora de la educación.
Los gestores de la primera feria fueron Emma Gamboa Alvarado, decana de la Escuela de Pedagogía de la UCR y exministra de Educación, y Julián Marchena Valle-Riestra, director de la Biblioteca Nacional, quienes impulsaban una campaña a favor del libro, las bibliotecas escolares y la alfabetización.
Según una nota publicada un día después de la inauguración en el Diario Nacional, la feria alcanzó dimensiones de gran trascendencia. Ante altos funcionarios, Gamboa declaró que se había logrado la organización “bajo el lema que ostentó el escudo de la Universidad de Santo Tomás”, albergada hacía un siglo en esa casa y el cual hizo suyo la joven UCR.
“Lucem aspicio —búsqueda de la luz— como en su símbolo el girasol de oro, es la aspiración que alienta el proyecto hoy logrado”, agregó.
Gamboa resaltó que fue posible organizar la feria gracias a la colaboración del Consejo Universitario, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca de la UCR, casas editoras, librerías, organizaciones culturales, escritores y bibliófilos. Debe rescatarse que, en una época en que no existía el Ministerio de Cultura, fue posible unir los esfuerzos del sector gubernamental, la universidad pública, la empresa privada y personas interesadas en el desarrollo cultural.
Se evidenció que aquella feria no tuvo, entre sus fines primordiales, únicamente la promoción del mercado literario. Sus alcances también fueron culturales y educativos. Así lo demostró Gamboa en un artículo publicado en La Nación el 5 de setiembre de ese año.
Argumentaba que la clase media costarricense era la que más leía; sin embargo, no poseía recursos para comprar las obras disponibles en las librerías. Explicaba que, para la gente más empobrecida, el libro resultaba “como los zapatos” que no habían aprendido a usar porque estaban “fuera de su alcance y experiencia”.
Por tanto, de manera vehemente, hizo un llamado al entonces presidente, José Figueres Ferrer, a realizar una cruzada a favor de la lectura para poner el libro “al alcance de todos”.
Señalaba Gamboa que en el 44% de las escuelas no había un solo libro que no fuera de texto y que apenas el 4% de esas instituciones contaban con un número considerable de ejemplares.
Estos hechos no deben ser pasados por alto siete décadas después, ya que el Ministerio de Cultura realiza la Fiesta Nacional de Lectura del 26 al 28 de julio, en la Antigua Aduana. Tampoco debería ignorarse en el Festín Libro, organizado por la Cámara Costarricense del Libro, del 29 de agosto al 1.º de setiembre, en el Estadio Nacional. Tal como lo ejecutaron nuestros antecesores, deberían aprovecharse estas actividades para debatir sobre la grave situación de lectura en nuestro país.
En Costa Rica existen 4.102 escuelas públicas según el Instituto Nacional de Estadística y Censos; sin embargo, apenas se cuenta con 938 bibliotecas escolares y Centros de Recursos para el Aprendizaje, de los cuales 774 tienen asignado un código de biblioteca, es decir, son atendidos por una persona con formación en bibliotecología, y 164 están bajo la responsabilidad de un funcionario con recargo, según información suministrada por el Ministerio de Educación.
Son datos alarmantes, pues significa que, al igual que hace 70 años, son pocos los niños que tienen las facilidades de leer libros atractivos y motivadores.
Con una agenda de recortes presupuestarios en materia social, resulta prácticamente imposible dar continuidad a la labor de intelectuales como Emma Gamboa o Julián Marchena; y mucho menos existe la posibilidad de responder a las necesidades del país. Recordemos que la lectura es una práctica fundamental para desarrollar el pensamiento crítico y creativo, necesario para convivir en una sociedad democrática.
El autor es profesor de Literatura Infantil en la UCR y la UNA.