Crítica de "Longlegs": Gretel y el diablo ★★★★
Dirección y guion: Oz Perkins. Intérpretes: Maika Monroe, Blair Underwood, Nicolas Cage, Alicia Witt. USA-Canadá, 2023, 101 min. Género: Terror.
¿Qué habría ocurrido si Gretel fuera hija única? ¿Si se hubiera escapado de la casa de la bruja sin matarla, con la impresión de que algo ominoso la perseguiría para siempre? No es extraño que la anterior película de Oz Perkins fuera “Gretel & Hansel”, singular adaptación de la fábula de los hermanos Grimm. “Longlegs” se alimenta tanto de la tradición más siniestra de los cuentos infantiles, fuente inagotable de inspiración para el mejor cine de terror (de “En compañía de lobos” a “The Babadook”), como de la del psychothriller clásico, con “El silencio de los corderos” como modelo narrativo (“Zodiac” y “Seven” aportan su necesaria transfusión de sangre), aquí preñado de versículos satánicos. Si “Longlegs” nunca esconde sus deudas, una de sus virtudes es transformarlas en un tenso ejercicio de estilo que nos habla de los terrores más atávicos, aquellos que se cuecen en el seno protector de la institución familiar.
Nuestra Gretel es, como Clarice Starling, una agente del FBI novata, esta vez con un sexto sentido sobrenatural para detectar donde anida el Mal. Maika Monroe interpreta a Lee Harker como absorta, en una especie de autismo que dirige su mirada hacia un lugar perdido del plano. Inmersa en su primer caso, protagonizado por un asesino en serie, Longlegs, que lleva arrasando familias enteras por delegación durante más de treinta años, Harker parece formar parte de un programa diabólico que, siguiendo las normas del thriller procedimental, la película desvela con la paciente dedicación de un tanatopractor. Lo importante en “Longlegs” es la manera en que la puesta en escena, de una elegancia tenebrosa, siembra la inquietud plano a plano. Todo, desde los ángulos de cámara hasta los cortes de montaje, contribuye a crear una atmósfera malsana.
Longlegs es Nicolas Cage. Este crítico no está muy seguro de que su aparición estelar durante una escena de interrogatorio no sea demasiado disruptiva, sobre todo en el contexto de una película tan sobria. Lo disfrutamos más cuando es una presencia a medias, cortada por el encuadre o minimizada por el montaje. Que Longlegs se manifieste como un híbrido entre Nosferatu y Bitelchús, que no sea un Hombre del Saco que tienda a la abstracción, precipita a la película a un tramo final quizás demasiado apresurado. Lo que no le quita mérito: a esas alturas ya tienes el diablo en el cuerpo.
Lo mejor: a Perkins no le hace falta recurrir al susto fácil, porque controla con rigor y elegancia la puesta en escena.
Lo peor: la presencia de Cage, siempre intensamente excéntrica, corre el riesgo de devorar una parte crucial de la película.