Editorial: Recuperar terreno perdido en vacunación
Tres vacunas esenciales, cuya cobertura debería superar el 95% de la población meta, ni siquiera alcanzan el mínimo aceptable, establecido en el 80%. La primera dosis contra sarampión, rubéola y paperas se acerca a la cobertura mínima con un 79,45%, pero la de tétanos y difteria apenas llega al 57,1% y la segunda dosis contra el virus del papiloma humano está en un 50,99%.
La caída en las coberturas obedece a una resistencia de padres de familia y educadores, desarrollada después de la pandemia, cuando las vacunas en general fueron blanco de absurdas campañas de desinformación. El personal de Salud comenzó a notar ausentismo de los niños cuando se anunciaban campañas de inoculación en centros educativos y abiertas ofensivas de desinformación desatadas por grupos contrarios a la vacunación.
Las advertencias del Ministerio de Salud han sido constantes desde el 2021, cuando las coberturas cayeron al final de la pandemia. Desde aquel momento, la preocupación de los expertos se manifiesta en cada boletín epidemiológico. En febrero ofrecieron los datos del 2023, y la preocupación se expresó en los siguientes términos: “Es necesario seguir trabajando en conjunto y mejorar la comunicación entre diferentes instituciones, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y el Ministerio de Educación Pública (MEP), entre otras, con el fin de que esta población de riesgo pueda completar esquemas de vacunación y aumentar las coberturas alcanzadas al mes de mayo. Es necesario tratar de subir coberturas, son vacunas muy importantes para prevenir enfermedades que pueden tener un gran impacto en la salud pública del país”.
El boletín epidemiológico del 3 de mayo denunció abiertamente a los grupos antivacunas: “Han generado acciones en contra de la campaña; sobresalen correos a todos los directores de las escuelas del país, audios y mensajes de texto. Esto ha afectado el proceso y fortalece la negativa de los padres, educadores y directores”. En ocasiones, los equipos de vacunadores enfrentan dificultades para ingresar a los centros educativos.
La tendencia significa un grave retroceso en la salud pública nacional, cuyos logros son comparables con los de muchos países desarrollados. El mérito es de las intensas y eficaces campañas de vacunación practicadas hasta la pandemia, cuando se desató la ola de desinformación contra las vacunas para enfrentar la covid-19 y luego se fue expandiendo hasta comprender otras vacunas cuyo cuestionamiento no había tenido mayor éxito en nuestro país.
En Costa Rica, los pocos brotes de sarampión eran importados de países desarrollados donde las modas antivacunas consiguieron algún grado de asidero. Había mucho de ironía en la detección de la peligrosa enfermedad en una familia estadounidense residente en Cóbano y otra de turistas franceses. Nuestro país no había presentado casos autóctonos de sarampión desde el 2006 y cuando medios internacionales, como la BBC del Reino Unido, dieron la noticia, los titulares decían: “El niño francés sin vacunar que reintrodujo el sarampión en Costa Rica”.
La eficacia y seguridad de las vacunas no están en duda. Las Américas fueron la primera región del mundo en eliminar no solo el sarampión, sino la viruela, la polio, la rubéola y el síndrome de la rubéola congénita. La única explicación de tan extraordinario avance son los intensos programas de vacunación masiva cuyos resultados están bien documentos, incluido el bajísimo riesgo.
Las redes sociales potencian el daño causado por las falacias contra las vacunas, no solo por la velocidad y el alcance de la transmisión de los mensajes, sino también porque con frecuencia llegan a sus destinatarios procedentes de amigos y familiares en quienes se deposita confianza. Esa credibilidad se les traslada a sus mensajes, no importa cuánto desconozcan del tema. El reto es formidable y, como bien dice el boletín de febrero, la coordinación entre instituciones es indispensable para llevar a cabo una campaña informativa constante en aulas y comunidades. Es indispensable recuperar el terreno perdido.