Medio Oriente, en alerta
El conflicto en Medio Oriente exhibe señales de recrudecimiento crítico con riesgos de una confrontación regional.
Graves reacciones han provocado los dos asesinatos de líderes de Hamás en Irán la semana pasada, y un segundo en comando de Hezbolá en Líbano hace 10 días por parte de Israel.
Si bien no hay una aceptación oficial y pública del gobierno israelita, para todo el mundo resulta evidente que es el autor material e intelectual.
Y las respuestas han detonado alarmas, viajes de emergencia y, por supuesto, acusaciones lapidarias de funcionarios iraníes. Desde el “han cometido un grave error”, hasta las advertencias de un “baño de sangre en contra del régimen de Israel”.
Viaje de emergencia del ministro de Exteriores de Jordania a Teherán para buscar un diálogo que disminuya la tensión; intervención telefónica del ministro correspondiente de Egipto con su contraparte iraní, y así por el estilo.
Por lo pronto, este fin de semana el gobierno de Israel ordenó la activación de refugios antibombas en las principales ciudades, así como la concentración de agua, máscaras, víveres y elementos críticos para enfrentar una emergencia en caso de ataque aéreo.
A los ojos del gobierno, un ataque iraní resultaría inminente en los siguientes días.
Recordemos que en abril pasado, Irán lanzó un promedio de 300 cohetes contra territorio de Israel, después del ataque y bombardeo de la embajada en Damasco que Irán afirma era su sede diplomática.
Estados Unidos suspendió una reunión de emergencia con el gobierno de Netanyahu, al que ha seguido presionando para firmar un acuerdo de paz con Hamás. Ambas entidades, Hamás y el gobierno de Israel, se acusan mutuamente de no haber alcanzado –hasta ahora– el mentado acuerdo que lleva más de 10 versiones distintas.
Al interior de Israel las protestas y manifestaciones en contra del gobierno se han intensificado, al exigir el cese al fuego inmediato.
Pareciera un gobierno que se divorcia gradualmente de su ciudadanía, por continuar un conflicto que la población rechaza. La insistencia de Netanyahu y sus oficiales de continuar los ataques y “destruir” a Hamás está hoy, claramente, en contra de la voluntad popular.
Así lo demuestran las encuestas más recientes que le otorgan al primer ministro niveles de aprobación inferiores a 20%.
Los duros, los reaccionarios convencidos de una solución militar, han perdido la batalla frente a la ciudadanía, que prefiere negociar por la recuperación de los rehenes –en cálculos informales, alrededor de 100 ciudadanos de Israel– y terminar los ataques.
Pero el espíritu bélico del gobierno ahora parece abrir nuevos frentes contra Hezbolá en Siria y Líbano, y de forma muy delicada, contra Irán.
Estados Unidos, siempre al lado de Israel a pesar del costo político interno –aún por determinarse en las urnas el próximo 5 de noviembre–, ha desplazado un portaviones y fragatas a la zona para la eventual defensa de Israel.
Incluso, funcionarios de su embajada en Beirut han invitado oficialmente a sus conciudadanos a que salgan del Medio Oriente en cuanto puedan.
Todo apunta a una escalada del conflicto, donde Gaza está prácticamente destruida, Hamás de forma criminal extiende el conflicto y negocia términos inalcanzables, mientras que Israel lanza ataques en otras direcciones.
La Unión Europea, atónita ante el belicismo del gobierno israelita, presiona con toda su poca fuerza para conseguir un acuerdo de paz.
Rusia, tradicional aliado de Irán desde hace décadas –tienen hoy amplios intercambios militares, ahora de drones para el ataque, por la gran industria de este innovador material de guerra que Moscú ha utilizado en Ucrania–, eventualmente adoptaría ese bando en el caso de un conflicto regional.
Y en medio de todo esto, las elecciones más cerradas, competidas, divididas y confrontadas en Estados Unidos. En su reciente visita a Washington, Kamala Harris, ya al frente de la candidatura demócrata, exhortó –con firmeza– a Netanyahu a “lograr el acuerdo de paz”. Una semana después, asesinó al líder de Hamás en territorio iraní.
De ese tamaño el desaire y la actitud desafiante del primer ministro a Washington.
Si estalla un conflicto regional con Irán involucrado, soldados americanos tienen que salir a defender al gobierno de Israel, el mismo que ha destruido Gaza con decenas de miles de civiles en su camino incendiario; habrá reacciones enérgicas en Estados Unidos.
Nada útil para la campaña de la señora Harris.
Por lo pronto, alerta total, suenan los tambores de la guerra.