Miguel Poveda: «Busco el silencio, pero dentro de mí está la llama viva del arte»
Lo que este hombre hace no es cantar, es derramarse en escena y salpicar de arte purísimo hasta la última butaca. Quien no le haya visto aún sobre un escenario se está perdiendo un espectáculo en el que el talento y la emoción se funden para provocar ese milagro que consiste en congelar los problemas en el tiempo que dura una actuación. Poveda recorre España con la gira «Poema del cante jondo» –siempre Lorca– y cada noche sube al cielo en un ascensor de aplausos.
¿El cantaor debe ser, a la fuerza, intérprete? ¿Si el protagonista se muere de amor, o de pena, el cantaor también debe morirse?
Es que si no, no hay transmisión ni verdad. Si no conoces esa vivencia, si en un concierto no te mueres y te alegras y remueves todos los sentimientos vividos, también lo que has ido acumulando en tu vida, no hay comunicación ni se traspasa.
Es catalán. ¿Andalucía, cuando hablamos de flamenco, está sobrevalorada? Aunque allí naciera todo y se respire ese arte en cada piedra, es algo con lo que se nace y también en lo que uno se educa…
Eso es muy verdad. Pero también lo es que el componente de Andalucía, en el que yo me he criado aunque lejos de allí, pues en mi barrio había un componente muy andaluz, fue decisivo en mi caso. Pero Sabicas era de Pamplona, donde no había un ambiente muy andaluz, y fue uno de los mejores guitarristas del mundo. Y mira el cantaor Israel Fernández, que es de Toledo. Mi barrio era mucho más andaluz que el de esos dos artistas.
Hay muchos cantaores a los que el peso de Camarón no les deja volar. ¿Cree que hay un exceso de «camaronitis» en el cante?
No hay que tener complejos. Camarón, al haber sido una estrella mundial, no sólo ha despertado entre los jóvenes una forma de cantar, también una estética como de estrella de rock dentro del mundo del flamenco, y hay gente que eso lo ha visto mal. Pero no me parece que haya un exceso de «camaronitis» porque Camarón es un referente, un genio. Otra cosa es que el personaje se coma al cantaor y que en vez de mirarte en un artista y buscar su esencia te creas que eres ese personaje. Pero prefiero que se tenga una imagen más camaronera que de otros que se dicen artistas y son verdadera basura.
Imagine el cuadro perfecto, de cualquier época. Cantaores, guitarristas, bailaores. Cite nombres. Que el espectador, al verlos, dijera: «Esto es el Paraíso».
Ja, ja, ja. Hostias. Cantando, La Niña de los Peines, Caracol y Camarón. Y la Paquera, por tener dos de cada sexo. Tocando la guitarra pondría a Melchor de Marchena y a Paco de Lucía. Y bailando, a Carmen Amaya y a Antonio Gades.
¿Y no se mete usted ahí, aunque sea una miaja?
No. Ante eso uno tiene que sentarse a admirar y aprender.
«Y hay un olor a sal / y a sangre de hembra / en los nardos febriles / de la marina» (Lorca). ¿Qué hacemos con eso?
Pues eso hay que enmarcarlo. Y hay que releerlo. Lorca tenía una sensibilidad especial para ir más allá del arte, del teatro, de la vida. Como él decía, hay almas a las que hay que asomarse como a una ventana llena de sol, y así hay que asomarse a su obra.
Lorca es un mar infinito.
Exacto. Es un mar infinito. El teatro que le dio tiempo a hacer, su obra poética, tan variada y distinta, que va de lo telúrico hasta lo infinito. Pero también su correspondencia, sus entrevistas, su magnetismo personal. Todo él.
«Se querían de noche, cuando los perros hondos / laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos» (Vicente Aleixandre). ¿Lo han querido así, ha querido de esa forma?
(Largo silencio). Yo he querido también de día. En el momento en que me muestro, con todas las cartas, a mis padres, mis amigos, mi familia entera, quiero de día y de noche a pesar de los ladridos de los perros. Y eso es porque otra gente ha ido derribando muros y dándole normalidad a lo que es normal. Lo preocupante es que eso siga ocurriendo hoy, que la gente se tenga que amar de noche, cuando nadie les ve, y que hayamos dado pasos atrás y que aún haya gente que cuestione el amor entre dos personas del mismo sexo.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Señor Poveda: ¿tiene fuego?
Por supuesto. Tengo el corazón lleno de fuego. Porque me siento vivo. No soy nada templado para la vida. Soy un tío al que le encanta la calma y que busca el silencio, pero dentro de mí está la llama viva del arte. Siempre la tengo encendida.