En el mercadillo que ha abierto Pedro Sánchez en La Moncloa no podía faltar a su cita Arnaldo Otegi . Animado por el pacto de soberanía fiscal –o concierto económico– que han firmado los socialistas catalanes con ERC para hacer presidente a Salvador Illa, el dirigente de Bildu ha pedido, sin tapujos, la excarcelación de cien etarras. Otegi renueva así su viejo compromiso de cambiar votos por presos, confiando en que Sánchez cambie presos por votos. Para esto transfirió el Gobierno socialista las competencias penitenciarias al ejecutivo vasco. Grande-Marlaska mandó a los presos etarras al País Vasco y, ahora, Ajuria Enea los va sacando poco a poco. Pero Otegi, por lo que se ve, no quiere más esperas y huele la debilidad de Sánchez, a quien no quiere dejar caer, porque es su garantía para que ETA culmine su proceso de transición con un final de impunidad y blanqueamiento histórico. Otegi no quiere condicionar las excarcelaciones a que los presos pidan perdón o se arrepientan, porque, según este nuevo jurisconsulto de la galaxia sanchista, tal exigencia «no está en la ley». El nuevo mantra que pretende ser metajurídico es que se trata de «hechos de otro siglo». «Hechos», no crímenes. Todo queda en manos de la consejera de Justicia del ejecutivo de Vitoria, socialista para más señas. Otegi es el aliado más fiable de Sánchez. Se lo ha demostrado en numerosas ocasiones y, en justa reciprocidad, desde las filas socialistas se le ha reconocido su lealtad y, nada más ni nada menos, su «sentido de Estado». Además, el pacto del PSOE con Bildu es el único que no se conoce. Los acuerdos de Sánchez con Junts, ERC y PNV están firmados, rubricados y publicados. Pero pacto entre Bildu y PSOE hay, y funciona escrupulosamente, como bien saben los pamploneses, que tienen alcalde aberzale gracias a los socialistas navarros, después de que estos desalojaran a la alcaldesa de UPN, el partido más votado. La cadena histórica entre ETA y Bildu es continua y Otegi es su más cualificado eslabón. Por eso, reivindica la excarcelación de etarras como una fase inevitable del pacto con el PSOE. Los socialistas pactaron con los sucesores de ETA y Otegi quiere que apuren este cáliz. El líder batasuno conoce bien la precariedad de Sánchez, tras las amenazas de Junts, y envida ahora al PSOE, pero sin los votos de Puigdemont en el Congreso, los de Otegi pierden fuerza coactiva porque no bastan para el PSOE. Vistos los antecedentes de cordialidad entre unos y otros, no sería extraño que Otegi haya planteado esta demanda tan radical después de haberla tratado con los socialistas. Los lenguajes de ambos son casi idénticos: aplicar la ley, ceñirse a la ley, facilitar la convivencia. Es el dialecto de los indultos y la amnistía para golpistas y malversadores del 1-O. No hay razón para excluir a los terroristas de ETA de la larga nómina de delincuentes beneficiados por el PSOE en su paso por el Gobierno de España, entre los cuales, por supuesto, no hay que olvidar a agresores sexuales, beneficiados por la impericia legislativa de la ley del 'sólo sí es sí'. En el PSOE empezarán las contradicciones sobre las palabras de Otegi, pero seguramente sus portavoces irán deslizándose paulatinamente hacia un relato de comprensión, en el que no faltarán los revisionismos históricos, ni las apelaciones a la convivencia. El factor PNV puede ser el que altere la ecuación de socialistas y aberzales, porque tampoco están los nacionalistas para regalar éxitos a Bildu, ni permitir acuerdos a dos bandas entre los aberzales y la facción socialista del gobierno de coalición que preside el lendakari Pradales. Y sin arrepentimiento público, ni un minuto menos de cárcel.