Finalmente, la NASA ha decidido que los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore, que ahora mismo se encuentran 'atrapados' en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), no vuelvan en la Starliner, la nave en la que llegaron y que estaban probando por primera vez con tripulación. Así lo ha anunciado la agencia espacial estadounidense en una rueda de prensa en la que no ha habido ningún representante de Boeing, la compañía que ha diseñado, construido y operado el vehículo cuyo objetivo es convertirse en el nuevo 'taxi' de los astronautas norteamericanos a la ISS. Sin duda, un mazazo para la compañía aeroespacial, que ya lleva años de retraso con la Starliner, que volverá a casa en septiembre, aunque vacía. Según ha explicado Jim Free, administrador asociado de la NASA, los problemas con los propulsores involucran «procesos físicos que todavía el equipo no comprende del todo», por lo que la agencia espacial ha optado por no usar la Staliner para su vuelta y alargar la misión de Wilmore y Williams: de una semana de misión pasarán a ocho meses en el espacio. Para regresar utilizarán una Crew Dragon , la nave de SpaceX -compañía capitaneada por el siempre polémico Elon Musk-, uniéndose a la misión Crew-9, que ya ha sufrido las consecuencias de la prueba fallida de Boeing: ha tenido que ser retrasada un mes y, ahora, también verá recortada su tripulación de cuatro a dos astronautas, para dejar espacio en la nave a Williams y Wilmore. «Los vuelos espaciales son arriesgados, incluso en sus formas más seguras y rutinarias. Un vuelo de prueba, por naturaleza, no es ni seguro ni rutinario -ha señalado Bill Nelson, administrador del NASA-. La decisión de mantener a Butch y Suni a bordo de la Estación Espacial Internacional y traer a casa el Starliner de Boeing sin tripulación es el resultado de nuestro compromiso con la seguridad: nuestro valor fundamental. El camino de la Starliner ha sido complicado desde el principio: después de años de retraso y dos misiones sin tripulación (una en 2019 en la que se perdió de camino a la ISS y otra en 2022 en la que tuvo problemas en la reentrada), por fin se lanzó el pasado 5 de junio. Durante el trayecto, la nave registró varias fugas de helio. Pero lo más preocupante fue el fallo en varios propulsores, lo que motivó que la tripulación tuviera que desechar el primer intento para atracar en la estación espacial. A partir de ahí empezaron toda una serie de pruebas, tanto en la nave acoplada a la ISS como con una réplica de los propulsores en las instalaciones de la NASA de White Sands, en Nuevo México, para saber qué había ocurrido. Aunque tras los primeros test desde Boeing se mostraron bastante optimistas -llegaron a emitir un comunicado apuntando a agosto como el mes de regreso-, la agencia espacial estadounidense siempre se mostró más cautelosa. Starliner ha supuesto un gasto más que reseñable para la NASA. A principios de 2010, la agencia espacial estadounidense inyectó en Boeing 18 millones de dólares (16,5 millones de euros) para el desarrollo preliminar de una futura nave que transportara a los astronautas americanos a la ISS y dejar de depender de las Soyuz rusas, las únicas que en ese momento tenían la capacidad para enviar tripulaciones al laboratorio orbital. Durante una segunda fase, la NASA financió con otros 93 millones de dólares (85 millones de euros) el mismo proyecto. Ya en 2012, se anunció una nueva adjudicación por valor de 460 millones de dólares (423 millones de euros). No acabó ahí la inversión. En 2014 la agencia espacial seleccionó al vehículo CST-100 -en ese momento aún no se había bautizado como Starliner- como principal beneficiario del programa Commercial Crew Transportation Capability (CCtCap), recibiendo 4.200 millones de dólares (algo más de 3.900 millones de euros). El montante era el doble de lo que la agencia le otorgó a SpaceX, segunda adjudicataria del contrato, que consiguió 2.600 millones de dólares (2.400 millones de euros). Si bien la reputación y la experiencia de Boeing parecían pesar más al principio, los éxitos de la compañía de Elon Musk después de lanzar con éxito los primeros cohetes reutilizables Falcon y la nave espacial Crew Dragon , han cambiado totalmente el escenario. Ahora, SpaceX es la principal contratista de la NASA, que confía en sus vehículos incluso para ir más allá de la ISS (el megacohete Starship es el elegido para regresar a la Luna con el Programa Artemis , por ejemplo, si bien se postula también como el transporte de los primeros humanos a Marte). Este nuevo traspiés de Boeing refuerza el poder de Musk en el espacio. Al menos, su alianza con la agencia espacial estadounidense.