Método Miyawaki: la técnica japonesa que trae los bosques de vuelta a la ciudad
Luego de estar en Alemania el botánico y ecólogo japonés, Akira Miyawaki, volvió a su país natal y aplicó todo lo que había aprendido en Europa. De esta forma evidenció que la mayoría de las especies de los bosques de Japón no eran nativas.
Así, comenzó su trabajo, con el objetivo de cambiar esta realidad y en los años 70’ logró consolidar el método que lleva su nombre, técnica que en la actualidad ha inspirado a miles de personas en el mundo, quienes han experimentado con esta metodología que llegó a nuestro país para quedarse.
El investigador del Centro Productor de Semillas y Árboles Forestales (Cesaf) de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Naturaleza de la Universidad de Chile, Eduardo Martinez, explica que el método nació con la idea de recrear rápidamente bosques o microbosques en Japón.
“Tiene un principio que es considerar la plantación a alta densidad de especies que son de la sucesión tardía, que en dinámica de bosques quiere decir que son las especies que llegan al final después de que han sido colonizadas por especies pioneras”, detalla.
Así, el investigador del centro de la Casa de Bello describe que el crecimiento acelerado se da porque hay una preparación del suelo que es profunda y luego hay una adición de materia orgánica, que genera una gran cantidad de energía al sistema, y teniendo las condiciones hídricas requeridas, las plantas pueden crecer libremente.
“Ahora no sabemos mucho, porque se están implementando recientemente en Chile, cuál va ser la composición final, ya que se comienza con un consorcio de especies, pero tenemos que considerar que van a estar creciendo muy juntas y, naturalmente, van a competir, por tanto, siempre van a prosperar unas sobre las otras. Eso todavía son desafíos por descubrir de tal manera de poder optimizar ya más adelante cuál es el consorcio de especies adecuado”, agregó Martinez.
En nuestro país varias son las fundaciones y organizaciones que utilizan el método Miyawaki en sus proyectos de restauración ecológica y en la creación de áreas verdes. Una de ellas es Symbiotica, conformada por un equipo multidisciplinario, quienes se definen como bosquicultores.
Su co-fundador y director ejecutivo, Diego Díaz, cuenta que comenzaron a trabajar con esta metodología cuando descubrieron que se estaba aplicando en países de oriente, una técnica innovadora, que prometía crecer más rápido, usar menos agua, reducir los costos de mantención y ser un espacio de diversidad.
“Dijimos las áreas verdes del futuro tienen que ser así, no podemos seguir gastando agua en la forma en cómo se hace, viendo las áreas verdes como se ven, sino que tenemos que traer el bosque de vuelta a la ciudad. Hay gente que no lo conoce y tenemos que crear las condiciones para que esos ecosistemas vuelvan y puedan estar en el medio de las urbes, y eso es lo que busca la metodología Miyawaki, traer lo más antes posible un bosque que no estaría ahí sino si usara esta técnica”, enfatizó.
Frente de Río es otra de las fundaciones que utiliza el método Miyawaki en Chile, en concreto, la organización trabaja para contribuir en la conservación del patrimonio natural y cultural del paisaje ribereño de Talagante, en la Región Metropolitana.
El integrante de la organización y biólogo ambiental, Francisco Abasolo, relató que ellos comenzaron a hacer restauraciones ecológicas en la ribera del Mapocho desde 2019, y fue en 2021 que empezaron a aplicar la metodología japonesa, a través de la investigación y exploración por medio de técnicas de forestación.
“Con la primera forestación de 2019 vimos que teníamos una alta tasa de mortalidad, pues tuvimos problemas con el ganado, vacas o caballos, que andaba libre, entonces, en el método Miyawaki encontramos una forma de poder agrupar los árboles y protegerlos a través de pequeñas cercas que instalamos para aprovechar de sumar mayor supervivencia y sacarle provecho a la bondad de esta técnica”, señala.
Abasolo narra que con el método “empezamos a notar un crecimiento del doble de rápido respecto a la forestación anterior y que hasta el día de hoy hemos seguido aplicando, ahora con un prototipo actualizado y más renovado, que incorpora temas de infiltración de aguas”.
La importancia de las especies nativas
El método Miyawaki funciona porque aplica todos los elementos que tiene un bosque consolidado y maduro, es decir, en esta técnica el suelo tiene que estar descompactado, debe tener tener muchos nutrientes y se debe plantar con alta densidad de especias nativas de la zona.
Esto, es lo que permite que el bosque crezca hasta diez veces más rápido.
El investigador de la Universidad de Chile, Eduardo Martinez, sostiene que las especies nativas son importantes, en tanto, sean del sector donde se recreará el bosque y porque permiten constituir el hábitat y alimento para la fauna nativa que está adaptada a esas condiciones.
El director ejecutivo de Symbiotica, Diego Díaz, coincide con Martinez y afirma que “lo relevante de trabajar con árboles nativos, radica en que es la flora que ha evolucionado durante miles de años en esas condiciones que se están plantando”.
“Por ejemplo, en la zona central el bosque esclerófilo está acostumbrado a largos periodos de sequías porque siempre ha pasado esos veranos donde no llueve, son tres o cuatro meses sin ninguna gota de agua. Por ello, desarrolló la morfología esclerófila, es decir, es un bosque de hoja dura y al tener esas condiciones puede aguantar los veranos muy secos, como también el invierno, ya que son especies que están acostumbradas a que se anegan con mucha agua, porque los suelos de la zona central están acostumbrados a que drenen rápidamente”, añadió.
Para el biólogo ambiental Francisco Abasolo de Frente de Río el uso de flora nativa es importante porque se intervienen ecosistemas que deberían ser más naturales y silvestres.
“Además la plantación de árboles nativos tiene una gran importancia porque tienen una sinergía muy grande. A partir de nuestra experiencia hemos evidenciado, a través del cuidado de los bosques que hemos plantado, que luego de un año y medio, dos, se pueden dejar de regar. Entonces, la inversión de agua por así decirlo, es super poca, en comparación a todo el beneficio de agua positiva que nos dan”, sostiene.
Así, el integrante de Frente de Río explica que es ideal que los bosques Miyawakis sean con especies nativas “porque están sumamente adecuadas a estas condiciones del Chile central de clima mediterraneo, donde tenemos calores bastantes fuertes, sequías en la época de verano, y lluvias y mucho frío en invierno, entonces son árboles que resisten ambas condiciones”.
Bosques Miyawakis por y para la comunidad
El éxito de esta técnica en diferentes lugares ha implicado que tanto gobiernos regionales como otras instituciones públicas promuevan proyectos de esta índole.
De hecho, en abril de este año el gobernador de la Región Metropolitana, Claudio Orrego, anunció la licitación de 33 bosques Miyawakis en diferentes comunas de Santiago. Lo que se sumaría a Brotar, programa que busca aumentar las superficies de areas verdes a partir de la plantación de 30 mil arboles en espacios públicos.
Para Eduardo Martinez del Cesaf de la Universidad de Chile estas iniciativas son muy positivas, pues tienen vinculación con el medio, además de considerar un proceso formativo, que incluye a la comunidad, a los niños y a los jóvenes. “Trabajar con la tierra tiene un sin número de beneficios colaterales positivos”, comentó.
Martinez también destaca que “no hay que olvidar que al estar creciendo estas plantas se está capturando CO2, entonces también hay una contribución al hacer una mitigación del cambio global. Ahora para que eso sea significativo, tendríamos que tener una cantidad muy importante de microbosques Miyawakis distribuidos en el país”.
Sobre el impacto en la comunidad, Diego Diaz cuenta que en Symbiotica hablan de que el trabajo que realizan son “restauraciones socioecológicas”.
Esto, pues juntan a la comunidad que va recibir el bosque y los invitan a ser parte de la plantación porque “generan un sentido de pertenencia muy importante que se traduce después en un cuidado por parte de la gente y eso es clave cuando estamos hablando de áreas verdes, si se deja a la suerte y no se genera este amor que se produce esa conexión al final al proyecto no le va bien”, describe.
“Además, los beneficios que tienen para la comunidad son gigantescos en cuanto a salud, reducir el estrés, respirar un aire más limpio, poder desconectarse de la ciudad un poquito”, asegura Diaz.
Desde Symbiotica tienen dos experiencias memorables de bosques Miyawakis junto a comunidades. Una de ellas es el parque San Mateo de Curacaví y otra es el Hospital Sótero del Río.
“En el hospital ha tenido un crecimiento increíble, además de ver los beneficios que tiene un bosque para la salud mental. Este lugar es utilizado por un grupo increíble de psicólogas que son risologas, que su labor es alegrarle el día a pacientes, a funcionarios del hospital y a familiares. Con ellas plantamos un bosque, que ahora es gigantesco, con rinconcitos y lugares para hacer actividades”, detalla.
Francisco Abasolo de Frente de Río relata que en Talagante han colaborado con diversos actores locales, como por ejemplo, colegios, juntas de vecinos, scout, agrupaciones medioambientales de la provincia, entre otras, siendo “una experiencia súper importante y enriquecedora”.
Para Abasolo a la gente le gusta ser parte y luego invita a más personas a participar porque es un paisaje natural muy bonito, donde el cauce del Río Mapocho está muy cerca y es muy diferente al canalizado en Santiago. Asimismo, la comunidad siente que contribuye, que “está aportando con su granito de arena”.
Fundación Frente de Río actualmente está ejecutando y trabajando un fondo común regenerativo que se adjudicaron de Fundación Lepe. Proyecto en el que una de las aristas es la restauración del ecosistema a partir de la plantación de siete núcleos de 100 árboles cada uno.
La última jornada de reforestación junto a la comunidad en la ribera del Río Mapocho en Talagante fue el pasado 17 de agosto: “Ya llevamos 300 árboles plantados, es decir, tres núcleos, y nos quedan cuatro núcleos más, o sea, 400 árboles para completar los 700”, apunta el biológo ambiental.