La catastrófica gestión, en todos los aspectos, pero especialmente en el económico, de Laporta ha llevado al Barça a una situación límite. La última pirueta ha sido como un número de circo, aquel en el que el ‘clown’ anuncia que, al ejecutarlo, peligra la vida del artista. La maniobra ha sido lograr que cuatro médicos certifiquen que la lesión de dos meses de Christensen no se curará antes de cuatro, para así inscribir a Olmo. Pero al final de esos cuatro meses, éste volverá a la grada si el artista no ha hecho los deberes (norma 1:1), algo que lleva ya tres años y medio intentándolo. Debajo del alambre ya no queda ni la red que hace un año funcionó, como fue un aval personal (algo prohibido en los Estatutos) mediante el que se pudo inscribir a Koundé. El embrollo de las palancas va mal, que es lo que suele ocurrir cuando se vende una sociedad por más de 400 millones (Barça Vision), cuando apenas factura uno. Las primeras palancas funcionaron porque se vendieron ingresos futuros (25% de los derechos de TV de la Liga) a precio de ganga, aunque los más de 300 millones obtenidos se malgastaran en 26 fichajes de los que solo cuatro siguen en la plantilla. Tres años y medio después subsiste, pues, una situación que ya no es ‘herencia nefasta’ y sí producto de la improvisación y de las ocurrencias de tertulia de bar. Cabe recordar que Laporta es presidente por una pancarta en Madrid y por la promesa de que Messi seguiría porque “yo lo arreglo con un asado”. No hubo programa electoral. Ahora, el club va dando trompicones. Otra cosa menos irracional y grotesca no se me ocurre.
Seguir leyendo...
