El reloj de arena de Ben O'Connor
La Vuelta se le está haciendo larga a Ben O’Connor. El líder tuvo un momento de respiro en Granada, donde consiguió recuperar cuatro segundos con las bonificaciones, pero cada día vestido de rojo es una tortura para él. Perdió un minuto en dos etapas el pasado fin de semana y en Padrón, en una etapa circular con principio y final en las instalaciones del grupo de Aluminios Cortizo, volvió a dejarse más de medio minuto.
O’Connor se va desangrando mientras Mas y Roglic pelean por ser el más fuerte de la carrera. «Rock and roll», advertían en el autobús del equipo Movistar, convencidos de que era un buen día para atacar. «Hay que hacerlo hoy y todos los días», añadían, convencidos de que hay que ir recortando tiempo al líder y de que Enric Mas está en mejor forma, física y mental, que nunca.
El equipo español extrema las precauciones. Es el único que lleva a todos sus miembros con mascarilla en la salida –corredores, directores y auxiliares– y las precauciones se mantienen cuando se trata de atender a los medios. Saben que están ante su mejor oportunidad de los últimos años de ganar una grande y no quieren desaprovecharla de cualquier manera.
Enric fue el único que respondió al ataque de Roglic en el último puerto, el de Cruxeiras. Era sólo una montaña de tercera, pero suficiente para hacer daño, para ir descontando tiempo.
La ventaja de O’Connor en la general va cayendo de manera lenta pero imparable, como si fuera un reloj de arena. 37 segundos se dejó en Padrón y ya «sólo» tiene 3:17 de ventaja sobre Roglic. El esloveno cuenta con la ventaja de la contrarreloj de Madrid, pero no quiere dejar todo para el final. Primoz se siente más cómodo con las temperaturas de Galicia que con las de la primera semana de carrera, que rozaban los 40 grados. Y cada día es una amenaza para O’Connor.
Roglic y Mas quieren bailar juntos, bailar pegados, pero Mikel Landa, igual que Enric, está mejor que nunca. Le costó encontrar el pedaleo en la primera semana después de haberse exprimido en el Tour y el calor tampoco le ayudaba. Pero Mikel se agarra a la clasificación porque ve cerca el podio si cae O’Connor y no quiere dejarse ir. Puso a su equipo a trabajar cuando se marcharon Roglic y Mas y fue el responsable de que engancharan unos cuantos de los favoritos. Mikel no quiere perder de vista a Primoz y a Enric. Los persigue siempre a una distancia prudente.
El resto no importa. Da igual que haya una fuga de 38 corredores si ninguno resulta un problema para la general. Los favoritos se miran entre ellos, cuentan rivales, están todos y dejan hacer.
Se puede repartir la gloria. Se puede pensar que la única que importa espera en Madrid al final de la semana que viene y mientras otros pueden sonreír en los parciales.
Y en esas, los terrenos del grupo Cortizo podían haber visto la primera victoria de un corredor español en esta Vuelta. En la última ascensión probaron Urko Berrade y Carlos Verona, que se marcharon junto al italiano Zana. Berrade era el representante en la escapada de Kern Pharma, un equipo atrevido y dispuesto a ser protagonista todos los días. Se imaginaron una victoria, pero no pudo ser. Quedaba terreno, enganchó Narváez y alguno más detrás.
Y ninguno pudo evitar que la victoria fuera para Dunbar. Atacó en los últimos metros y consiguió un par de segundos de descanso que ya fueron irrecuperables. Por detrás Roglic, Landa y Mas entraron juntos, vigilándose. Con el premio de que Carapaz se dejara quince segundos y el líder, 37. Como si no hubiera nadie más en la carrera. Como sólo sucede en el amor o en las carreras.