En memoria de Javier Gómez-Navarro
Javier Gómez-Navarro pertenece a esa generación de políticos que supieron reconstruir un país que estaba dividido en dos. Su formación como ingeniero le dotaba de una capacidad especial para analizar, diseccionando con la precisión de un cirujano y buscando soluciones a los problemas.
Brilló tanto en las diversas responsabilidades que tuvo en el Gobierno como en el desarrollo de su actividad profesional. La economía era su gran área de conocimiento y, también, su pasión.
Hace apenas un mes mantuve mi última conversación con él, como casi siempre, en torno a la realidad política. De ideas moderadas, convencido de que sin buena gestión no hay proyecto político viable, era un hombre comprometido con el diálogo, el entendimiento y los acuerdos.
Enamorado de su familia, no descuidaba la amistad con los demás, extremadamente detallista, comprometido y pendiente de los problemas ajenos, que tomaba como propios, de naturaleza generosa y leal hasta los huesos, era un caballero, con un sentido del honor que pertenecía a otros tiempos mejores, bien distintos de los actuales.
Compatibilizaba sus fuertes convicciones con la compasión, con la mirada de un niño que escudriña con curiosidad el entorno, defendía con pasión sus puntos de vista. Logró entenderse con ideas muy dispares y distintas, el respeto y la capacidad de escucha eran sus herramientas para construir nuevos puentes.
Los seres humanos tenemos una vida finita, pero nuestros actos nos trascienden constituyendo nuestro auténtico legado. Javier fue uno de los protagonistas a la hora de modernizar España y colocarlo a la altura del resto de Europa, también de que los Juegos Olímpicos del 92 fueran un éxito y llevó aires de modernización al sector turístico.
Pero su legado va más allá. Luchador antifranquista, liberalista igualitario y demócrata convencido, representaba esa generación de grandes socialistas a fuer de liberales. Proveniente de clase social acomodada, eso no le impidió alinearse con la parte más débil en cada conflicto, intolerante con la injusticia y con la desigualdad, antepuso sus ideas a sus intereses desde bien joven.
El fallecimiento de Javier es una muy triste noticia. Sus muchos amigos le hemos admirado, le recordaremos y, sobre todo, le echaremos mucho de menos. Un final de verano precipitado en el que la luz y el color propios de la época estival han sido empujados por un día gris, lluvioso en el que la gota fría ha traído granizo a Madrid. Descansa en paz.