Cuatro paredes de cristal, una pelota a toda velocidad, dos contrincantes, adrenalina, es el squash, deporte que ha comenzado su marcha triunfal hacia Los Ángeles 2028, por primera vez en el programa olímpico. España, con unas 2.000 licencias, ya cuenta con un buen augurio: el bronce europeo de Iker Pajares (Barcelona, 28 años) este pasado fin de semana en Cuenca. A partir de ahí, soñar. Por el momento, en el Open de Egipto en el que quiere aprovechar el tirón de este podio que, incluso, le supo a poco para lo que está preparado. -¿Cómo sienta un bronce europeo? -Era la primera vez en treinta años que se jugaba en España a nivel internacional. Nunca había experimentado algo así y fue una experiencia increíble e inolvidable. Era un torneo muy a principios de temporada, y hay quien lo marcó como prioritario y quien no. Para mí era el objetivo principal, porque era en casa y quería subirme al podio. Este bronce significa recoger los frutos sembrados en la pretemporada. Era cabeza de serie número 6 tuve rivales muy duros, incluso al número 2 en cuartos de final. No había un claro favorito, todos estábamos a un nivel muy parejo. Jugar en casa es un extra muy muy grande. Pero tal y como venía, de dos meses y medio muy duros, siento decirlo pero quizá se me quedó un poco corto. Aspiraba a un poco más, me veía un poquito más arriba. Pero es un bronce. Y da energías para seguir en esta dirección. Es una muy buena señal y me llena de pilas para esta temporada. -¿Cómo fueron esos dos meses de preparación? -Estuve la mitad aquí, con mi entrenador de toda la vida. Pero ellos también tienen que tener vacaciones y descansar, así que después me fui unas semanas a Suiza. Ha sido muy exigente. Es la base para que aguantes toda la temporada y una mala planificación puede ser determinante más adelante. Yo estoy contento con las semanas de trabajo que he tenido, hechas muy a conciencia. Y por el momento, un bronce. Ahora llega el Open de Egipto, luego París y Qatar en septiembre. Empezamos muy fuerte y espero repetir esta sensación. -Y en 2028, Los Ángeles. -Nos ha costado muchísimo entrar en los Juegos. Llevamos luchando más de veinte años. Hemos perdido dos finales; la última contra el breaking. En cuatro años vamos a ser olímpicos y demostraremos que merecemos estar ahí. -¿Qué tiene el squash para ello? -Es un deporte muy explosivo, muy dinámico, con más movimientos rápidos que cualquier otro deporte de raqueta. Pasan muchísimas cosas a la vez. Hay contacto, pero el juego es bastante fluido, no es tan interrumpido como puede ser el tenis. Además, las reglas son muy sencillas, con una línea que marca el 'out'; es muy fácil de entender. Lo más complicado, el ‘let’, ‘no let’ y el ‘stroke’, que depende de si el jugador está en medio de la línea de golpeo del otro jugador; y se repite el punto o no. Pero lo demás es muy básico. Se juega en cuatro paredes de cristal y puedes poner cámaras en todas ellas, así que se ofrecen muchos puntos de vista. Los Ángeles será una prueba de fuego, pero creo que lo vamos a petar y podremos consolidarnos en el programa olímpico. -¿Cómo empezó usted? -Empecé con siete años. Era muy hiperactivo y mi madre no sabía qué hacer conmigo. El médico le recetó un deporte que me quitara toda la energía y con el que terminara reventado. Me apuntó a squash y dio en el clavo. Lo daba todo cuando entrenaba y cuando jugaba y al llegar a casa no tenía fuerzas para nada. Caía muerto. Fue una receta médica. -¿Nadal y Federer serían buenos en squash? -No, no serían buenos en squash, igual que yo no sería bueno ni en tenis ni en pádel. Son deportes muy distintos. Aquí no hay ninguna red, la pelota rebota en una pared y la sensación es completamente diferente. Yo no vería la pelota en el tenis y ellos no la verían en squash. -¿Cómo está en España? ¿Les ha hecho daño el pádel, por ejemplo? -En los años 80 y 90 contábamos con una gran infraestructura. Teníamos muchísimos clubes, muchísimas pistas. Y más que el pádel... creo que lo más daño nos ha hecho ha sido que el squash se juega en una zona perfecta para poner ahora otras actividades. Es un cuadrado vacío y delimitado por cuatro paredes que viene perfecto para montar cualquier otra actividad. Y hemos visto de todo: desde tatamis de judo a crossfit. Los números son los que son. Un club deportivo tiene que decidir entre dedicar ese espacio para que jueguen dos personas o meter a veinte en una clase de spinning. Este ha sido nuestro gran enemigo. Que los clubes quieran aprovechar el espacio para sacar el mayor rendimiento posible. Y donde metían dos personas, ahora hay muchas más. -¿Se puede vivir del squash? -Sí, perfectamente. Ahora estoy entre los 20 primeros del mundo; jugamos unos veinte torneos al año y entre quince y 25 partidos de liga. Y tenemos becas, ayudas de federaciones y patrocinadores. Se puede vivir muy bien si estás ahí arriba. Aunque yo me lo he trabajado mucho. El inicio fue muy difícil: viajes a países muy lejos, India, Pakistán, Malasia, Canadá, Sudamérica, Estados Unidos... Hasta que no mejoré mi ranking y entré en torneos de más dotación económica que ya cubren hotel y comidas, me costó. No se vive tan bien como un tenista, pero si lo haces bien en los torneos y tienes algunos patrocinadores puedes vivir muy muy bien. Yo estoy muy contento con la vida que tengo y no la cambiaría por nada. -¿Quiénes han sido sus referentes? -Borja Golán, 17 campeón de España, dos veces campeón de Europa. Es el mejor que hemos tenido en la historia. Ahora es el seleccionador nacional. Tengo a mi entrenador, Víctor Montserrat, y otros privados en Barcelona Global Squash, pero también viajo con él en ocasiones. Es un gran amigo mío. -Ahora vive un gran momento, ¿cuál ha sido el peor? -Tuve una lesión muy grande hace dos años: dos tendinopatías en los dos Aquiles, con dos microrroturas. No me pasó jugando, sino por una sobrecarga que no me noté hasta que llegué a Barcelona. Había jugado en Chicago, y al aterrizar no me podía levantar del asiento. Pasé de no sentir ningún tipo de dolor a no poder andar. Estuve parado siete meses, muy duros, porque la recuperación del Aquiles no es fácil a nivel de reacción, explosividad. Tienes mucho miedo a moverte. Me costó un año volver a estar en buena forma.