El inicio de temporada para los culés no puede ser mejor. Más allá de las cuatro meritorias victorias, son las magníficas sensaciones que ha dejado el equipo, las que invitan a soñar. Es prácticamente el mismo equipo que el año pasado, con la entrada de
Olmo en lugar de
Gündogan, pero su fisonomía ha mejorado en todo. Verticalidad, fluidez, profundidad, dinamismo y efectividad son las grandes virtudes de un equipo enérgico, absolutamente comprometido, y que juega de memoria. Y ese es el gran mérito de
Hansi Flick. Ha implantado la necesaria evolución de aquél juego posicional y pausado, tan exigido por un sector del entorno mediático, y que quedó desfasado. Sin quejarse por la falta de fichajes o la plaga de lesiones, sin levantar la voz ni hacer camarillas con periodistas, el técnico alemán parece haber convencido a los jugadores de su método en un tiempo récord, sacando la mejor versión de cada uno.
Raphinha dibuja los desmarques,
Lamine desborda y asiste, a
Lewandowski lo libera de presionar para que se centre solo en rematar,
Olmo rompe defensas por dentro y aporta llegada de segunda línea y
Pedri distribuye a un toque. El otro gran fichaje es el preparador físico,
Julio Tous, una eminencia con una dilatada experiencia. La duda es si esta plantilla tan corta, con solo 22 jugadores de los cuales 3 están lesionados de importancia, será suficiente para luchar por todos los títulos. De momento,
Flick ha conseguido tapar el desaguisado de los despachos.
Laporta dijo que ficharían con normalidad a un pivote defensivo y un extremo izquierdo, que no se desprenderían de ningún gran jugador e ilusionó con
Williams. No se cumplió nada.
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