Una investigación neurocientífica reveló cómo es y cómo reacciona el cerebro de una persona enamorada
Una reciente investigación neurocientífica ha descubierto cómo reacciona el cerebro cuando una persona enamorada experimenta distintos tipos de amor.
Este estudio, publicado en la revista Cerebral Cortex, fue liderado por Pärttyli Rinne y su equipo, quienes examinaron cómo diferentes formas de amor activan diversas áreas cerebrales. Este descubrimiento desafía la idea de que el amor es una experiencia unificada.
Investigación neurocientífica: ¿cómo es un cerebro enamorado?
El portal Muy Interesante detalla cómo un grupo de científicos llevó a cabo un estudio en el que se examinaron seis formas diferentes de amor:
El amor romántico.
El amor hacia los hijos.
El amor hacia los amigos.
El amor hacia los desconocidos.
El amor hacia las mascotas.
El amor hacia la naturaleza.
Para comprender cómo reacciona el cerebro ante estas emociones, los investigadores utilizaron imágenes por resonancia magnética funcional, las cuales permitieron analizar la actividad cerebral de los participantes mientras escuchaban relatos creados para despertar cada una de estas emociones.
A través de este método, los investigadores lograron identificar cómo distintas regiones del cerebro reaccionan de manera específica dependiendo del tipo de amor experimentado.
Según los científicos, "las áreas de actividad neural varían según el objeto del amor", un descubrimiento que desafía la creencia popular de que el amor es una emoción única. En lugar de esto, sugieren que cada tipo de amor posee su propia firma neural distintiva.
Resultados: ¿cuáles fueron los tipos de amor con mayor reacción cerebral?
Los resultados obtenidos por los científicos revelaron que el amor romántico y el amor parental son los que generan una respuesta cerebral más intensa.
Ambos tipos de amor activan de manera notable el sistema de recompensa del cerebro, involucrando regiones subcorticales como el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, las cuales están directamente relacionadas con el placer y la motivación.
Esto indica que estos vínculos afectivos tienen una profunda raíz en la biología evolutiva humana.
Amor romántico y parental: generan la mayor activación en el sistema de recompensa cerebral, vinculando estos tipos de amor a las estructuras más primitivas de placer y apego.
Amor por amigos: aunque cercano, este tipo de amor activó regiones como el giro frontal medio, la corteza orbitofrontal, el precúneo y el cerebelo, pero de manera menos intensa que el amor romántico o parental.
Amor por mascotas: las áreas cerebrales activadas fueron similares a las de las relaciones humanas, aunque con menor intensidad, especialmente en personas que no tienen mascotas.
Amor por la naturaleza: se identificó un patrón de activación distinto, destacando la corteza parahipocampal, una región asociada con la percepción del entorno, sugiriendo una conexión menos interpersonal y más abstracta con la naturaleza.
Además, este hallazgo es coherente con investigaciones previas que han vinculado el amor romántico y maternal con la activación de redes cerebrales relacionadas con el apego.
Sin embargo, el estudio liderado por Rinne añade un nuevo matiz, ya que muestra que la intensidad de esta activación depende directamente de la cercanía del vínculo afectivo.
"El amor en los vínculos afiliativos más cercanos se asoció con una activación significativamente más fuerte y extendida en el sistema de recompensa del cerebro que el amor por desconocidos, mascotas o la naturaleza", dicen los autores.